Las madres cuervo

Las madres cuervo

La palabra Rabenmutter significa, literalmente, madre cuervo; y en sentido figurado, mala madre. En Alemania, socialmente está muy mal visto que una madre lleve a su hijo a la guardería a los pocos meses: y que una mujer concilie la vida laboral con la familiar es muy difícil: malos salarios, malas posibilidades...

5c8b2b01360000c81a6ca290

El mismo día que quedo con Helena Cortés en la sede del Instituto Cervantes de Hamburgo, el diario Hamburger Morgenpost publica unas estadísticas que revelan parte de la trastienda casi desconocida de la economía alemana, la desigualdad salarial que existe entre hombres y mujeres y algunas de las causas que dificultan la integración de la mujer en el mercado laboral.

Un estudio realizado por la Oficina de Estadística de Hamburgo tras encuestar a 85.000 trabajadores revela que el salario medio de un médico es de 8.003 euros, mientras que una médica percibe 5.369. Se lo comento a Helena y sonríe. No le sorprende. La economía alemana no es una máquina perfecta, y menos cuando se realiza una disección, pieza por pieza, de un engranaje con defectos muy enquistados.

  5c8b2b012400000a05a442a8

Helena Cortés, directora del Instituto Cervantes de Hamburgo. Foto: OC.

Que Angela Merkel sea quien dirija los destinos de Alemania es excepcional. Las mujeres que ocupan puestos de liderazgo "son poco frecuentes", según el propio diario Hamburger Morgenpost. Ocupan el 32,9% de los escaños del Bundestag (en España suman el 36%) y sólo cinco de los quince ministros del Gobierno son mujeres. Y únicamente tres se encuentran al frente de los dieciséis lander que existen en Alemania.

La explicación es muy sencilla, pero con un trasfondo muy sorprendente. El reparto de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos mantienen las pautas tradicionales, es decir, que dos tercios de las mujeres siguen asumiendo prácticamente la totalidad de estos trabajos. Eso sí, con una connotación muy particular: aquellas que dejan el cuidado de sus hijos en manos de una guardería antes de cumplir los tres años son señaladas despectivamente como "madres cuervo" (rabenmutter).

  5c8b2b012300003000e7be55

Salarios en Hamburgo. Arriba, el que perciben los hombres, y abajo, las mujeres. Foto: OC.

El diario The New York Times señala en un artículo sobre las mujeres más destacadas del siglo XXI que no es casual que la mismísima Merkel no tenga descendencia. El estigma que pesa sobre aquellas mujeres que priorizan su profesión sobre la educación de sus hijos obliga a muchas a refugiarse en su casa con el apoyo económico del Gobierno. El Estado paga unos 180 euros mensuales por hijo y en el land de Hamburgo se acaba de aprobar una ley por la que se asignará otros 150 euros mensuales a aquellas familias que cuiden a los mismos en su domicilio. Este subsidio (Betreuungsgeld) entrará en vigor el próximo verano.

Helena Cortés ha estado estrechamente vinculada con este país desde su etapa como estudiante y, posteriormente, como profesora universitaria y como directora del Cervantes en Bremen y ahora en Hamburgo. Hablamos sobre la consolidación del español como uno de los idiomas preferidos en la escuela alemana, las dificultades que existen para encontrar una vivienda en Hamburgo y la profunda frustración que provoca a aquellos que viajan a esta ciudad sin conocer el idioma. O de aquellos que se ven obligados a vivir "en pisos patera de cama caliente con no sé cuánta más gente en una especie de hotel abierto".

Y es entonces cuando surge un debate que ha ido cobrando fuerza en el seno de la sociedad alemana. E irrumpe una palabra que, fonéticamente, produce incluso cierto escalofrío: las "rabenmutter".

"A las mujeres", dice, "se les pone todo tipo de trabas para que ingresen en el mercado laboral, aunque de forma solapada. Cuando una mujer tiene un hijo, socialmente está muy mal contemplado que lo lleves a la guardería a los pocos meses. Eres una indeseable. Se espera que una madre tenga consigo a su hijo durante los tres primeros años. Y, como a veces, las parejas quieren tener dos hijos, reenganchan dos o tres años y cuando esa madre quiere volver a trabajar se ha apartado del mercado laboral y le resulta extremadamente difícil hacerlo y, sólo si tiene suerte, lo hace en la mayoría de los casos en trabajos de media jornada. Es muy sutil, pero es así. Que una mujer concilie la vida laboral con la familiar es muy difícil. Malos salarios, malas posibilidades... Y, además, los niños no se incorporan al colegio hasta los seis años".

Helena nos acompaña para que conozcamos a una las "víctimas" de un sistema que encierra muchas sorpresas e incoherencias. Arturo Munguía, de Burgos, llegó a Hamburgo con su mujer en octubre de 2009 y trabaja como bibliotecario en el mismo Instituto Cervantes.

"Hay más ayudas para los padres que en España con las que tratan de fomentar la natalidad, pero lo que no incentivan es que la mujer trabaje durante la maternidad. Existen pocas plazas en las guarderías, todas ellas concertadas con el Estado. Arrastran a la madre o al padre a que se queden en casa cuidando al niño con un ingreso complementario de unos 150 euros", apunta.

  5c8b2b012400004205a442ac

Arturo Munguía. Foto: OC.

Arturo fue junto a su mujer a la guardería con su hija cuando ésta tenía tan sólo pocos meses. "Nos miró con muy mala cara y nos dijo que después del primer año, ya hablaríamos".

El léxico del blog Una mamá española en Alemania lo explica con mucha sorna y brillantez:

Rabenmutter [Rabenmutttter]Literal: madre cuervo. Figurado: malamadre. Dícese de toda mujer que no cumpla alguno de los requisitos de la Übermutter-tipo.

Übermutter [Uebermutter] Literal: súper madre. El origen de este concepto podría rastrearse ahí por los años treinta, se recuperaron las ideas de un tal Nietzsche sobre el Übermensch (súper hombre). Dícese de una mujer como Gott manda: se casa adoptando el apellido del Herr, natürlich, que antes de él NS/NC, tiene hijos y les sirve a éstos y a su marido. Con devoción y alevosía. Las Übermutter no nacen, se hacen: una vez cazado el maromen, destituyen a sus neuronas, engordan veinte kilos, dejan de depilarse, se cortan el pelo como Paul Stanley, llenan el jardín de enanitos y las ventanas de cortinas a medias, y se dedican a pintar caballos y a criticar a cualquiera que lea algo más que las ofertas del Lidl.