¿Cambiamos la hora o cambiamos las horas?
"Las horas no son más que un código de nombres que damos a las diferentes posiciones del sol en el cielo. Pero es un código imperfecto, porque las diferentes posiciones del sol van cambiando a lo largo del año, pero las horas no".

Tengo asumido que soy el único español que está a favor de mantener los horarios de invierno y de verano. Asumo mi derrota sin rencores. En el pasado remoto, la actividad humana se encontraba regulada por el ciclo diario de luz. El sistema horario y los relojes aparecieron para operativizar ese ciclo de luz y unificarlo de forma precisa para toda la ciudadanía. Los relojes eran una herramienta para describir el sol, pero en la práctica sustituyeron al sol como criterio de regulación de la actividad humana. Los números son muy seductores. Pero el sol no sale y se pone en el mismo momento del día a lo largo del año. Hay zonas del planeta, cerca del ecuador, en donde esa variabilidad es pequeña. Hay zonas del planeta, cerca de los polos, en donde esa variabilidad es enorme.
Las horas no son más que un código de nombres que damos a las diferentes posiciones del sol en el cielo. Pero es un código imperfecto, porque las diferentes posiciones del sol van cambiando a lo largo del año, pero las horas no. Las 19:30 horas se aplica a un momento con el sol en el cielo en junio y a un momento de noche sin sol en diciembre. Ante este problema hay varias soluciones: podemos mantenernos tercos y rígidos en dar a las horas un significado estrictamente cronológico referido a una rotación de la Tierra dividida en veinticuatro partes, o podemos dar a las horas un significado solar, moviendo su rango hacia adelante y hacia atrás en distintos momentos del año, acompasándolas a los movimientos hacia adelante y hacia atrás que hace el sol. Ambas soluciones tienen ventajas e inconvenientes.
Si mantenemos fija la hora, y mantenemos que el trabajo, la escuela, los comercios, la alimentación, el sueño, se rija por el reloj, entonces en España amanecerá o anochecerá a horas muy inadecuadas durante bastantes semanas al año, interfiriendo con las actividades anteriormente señaladas. Si cambiamos el código de horas en función de los cambios del sol, entonces habrá dos o tres días al año en los que sufriremos ciertas molestias por dicho cambio de ritmo. (Paréntesis: los que dicen que el cambio de hora provoca ictus, accidentes de tráfico y problemas mentales, ¿saben que cada vez que alguien viaja de Canarias a la península experimenta el mismo cambio de hora? ¿Provoca ictus, accidentes de tráfico y problemas mentales volar de Madrid a Santa Cruz de Tenerife?).
Creo que es mejor que la hora tenga un significado solar que un significado cronológico. Pero como parece que soy el único en España que opina así, propongo una solución de consenso: no atrasemos el reloj hoy, pero adelantemos los horarios de todas nuestras actividades. Entre octubre y marzo, en vez de abrir los centros laborales y educativos a las nueve, que abran a las diez. En vez de comer a las dos, comamos a las tres; en vez de emitirse el informativo a las nueve de la noche, emítase a las diez. Eso se hizo durante siglos: antes de que se acordara el cambio de hora en el reloj, se cambiaba la hora en los horarios de las actividades humanas, de forma que trabajos, museos, parques y escuelas tenían un horario de invierno y un horario de verano. Hagámoslo así. Cambiemos las horas en vez de cambiar la hora y todos contentos.
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