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Cuando el momento ultra pase, ¿qué legado habrá dejado el PP?

Cuando el momento ultra pase, ¿qué legado habrá dejado el PP?

"Desde que Feijóo es presidente del PP, este partido se ha convertido en la organización de derechas que más ha normalizado la extrema derecha en Europa".

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, durante la sesión de control al Gobierno del pasado miércolesEFE

La dimisión de Carlos Mazón, tras un año de la peor tragedia sufrida por el pueblo valenciano en nuestra generación, revela la situación en la que se encuentra hoy el PP. Un año ha tenido que transcurrir para que los líderes de la derecha asumieran la realidad, empujados por el clamor de las víctimas y de la calle. Aunque el presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo, todavía más alejado de la realidad, solo pedía a Mazón un anuncio de renuncia a la próxima candidatura a la presidencia de la Generalitat, según informan distintas crónicas periodísticas.

La declaración de Mazón muestra que el político valenciano no ha sabido ni retirarse con dignidad. Todavía miente sobre la competencia exclusiva que la Generalitat tiene en materia de protección civil (artículo 49 de su Estatuto de Autonomía). También del desembolso hasta la actualidad de los más de 8.000 millones de euros por parte del Gobierno de España para la reconstrucción. Aunque tampoco sorprende, a tenor de su comportamiento errático y falsario desde el pasado 29 de octubre de 2024.

El caso es que, políticamente, el PP vuelve a estar más en manos de Vox, evitando la necesaria convocatoria de nuevas elecciones en la Comunitat Valenciana. Hace poco más de tres meses que el señor Feijóo se mostraba equidistante con la ultraderecha en el congreso nacional de su partido. Un político que llegó al ruedo nacional ofreciendo “política de adultos para un país para adultos”, criticando la “política infantil y populista” de Vox, al que no quería hacer “seguidismo”.

Lo cierto es que, desde entonces, desde que Feijóo es presidente del PP, este partido se ha convertido en la organización de derechas que más ha normalizado la extrema derecha en Europa. “En España, los pactos entre el PP y Vox no solo han llegado antes, sino que han sido más rápidos, más amplios y con mayores cesiones ideológicas”, apuntaba la politóloga Anna López el pasado mes de junio.

Lo más grave no solo es haber normalizado la presencia de Vox en las instituciones con sus pactos de gobierno, solo rotos unilateralmente por el partido de Abascal en las autonomías, porque el lugar natural de la extrema derecha es el de la impugnación institucional. Lo más demoledor para la derecha democrática y la democracia en su conjunto es que un partido llamado de Estado, como el PP, haya asumido tanto el lenguaje faltón e insultante, como la agenda política y el marco ideológico de la derecha autoritaria.

En lugar de confrontar con Vox políticas audaces de cohesión social, asumiendo también el papel regulador de los poderes públicos en materias como la vivienda, el PP ha optado por darle coba con temas como la inmigración y la seguridad, pero también con gestiones irresponsables y negligentes, como las protagonizadas en la Comunitat Valenciana con la Dana o en las autonomías gobernadas también por el PP que sufrieron los devastadores incendios forestales el pasado verano.

Otra forma de alimentar a la derecha autoritaria es, sin duda, el continuo desmantelamiento del estado de bienestar, gestionado en su mayor parte por las comunidades autónomas. Con más privatizaciones y lastrando servicios públicos como la sanidad, como desafortunadamente ha puesto de relieve la crisis de los cribados de cáncer de mama de la sanidad andaluza gestionada por la Junta de Moreno Bonilla.

Hoy por hoy, la ultraderecha no sufre desgaste con sus propuestas clasistas y ultraliberales, generadoras de más desigualdad y sufrimiento social, como vemos en la Argentina de Milei. También las nacionalpopulistas, como estamos comprobando en países como Reino Unido, donde el Reform UK de Nigel Farage, el partido que impulsó el Brexit —decisión que se ha revelado desastrosa y hoy cuestiona una mayoría de británicos— encabeza, sin embargo, los sondeos.

Pero el momento ultraderechista pasará, como empezamos a vislumbrar en Países Bajos después de sus elecciones generales. También ocurre en forma de tímida esperanza con los últimos comicios locales y estatales de Estados Unidos. La pregunta será entonces qué hizo el PP (y sus apoyos mediáticos e intelectuales) para combatirlo.

Porque no es un problema solo del PP. Sino de la democracia del presente y del futuro. Para entonces, será preciso saber con qué activos demócratas -de izquierda, de centro y de derecha- cuenta la sociedad para reconstruir, no solo el territorio afectado por los efectos de un cambio climático imparable, sino el paisaje moral, social y político que, bajo la ruina del odio y la desconfianza, deja tras de sí la tormenta ultra. 

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Es diputado por Lleida y portavoz de Deporte del Grupo Parlamentario Socialista.