Cuatro palabras cambiarán España
"Un ingreso mensual por hijo a cargo hasta que cumplan 18 años. Así, sin más. Sin letra pequeña. Sin tener que demostrar que eres lo suficientemente pobre o que te conoces al dedillo el laberinto de la burocracia".

Prestación Universal por Crianza. Cuatro palabras que cambiarán la vida de miles de familias. Cuatro palabras que aliviarán muchos 'finales de mes'. Cuatro palabras que representarán un antes y un después en la economía de millones de hogares.
Cuando Breaking Bad empezó a cosechar éxitos en España se comentaba jocosamente que una serie aquí con esa trama duraría sólo un capítulo. Te diagnostican un cáncer, te tratan en la sanidad pública y poco más. Ni autocaravana convertida en laboratorio de meta, ni inmersión en el mundo del narco, ni asesinatos, ni investigación policial, nada. Algo parecido ocurrirá con muchos quebraderos de cabeza, frustraciones y discusiones domésticas cuando se apruebe la Prestación Universal por Crianza (PUC).
Un ingreso mensual por hijo a cargo hasta que cumplan 18 años. Así, sin más. Sin letra pequeña. Sin tener que demostrar que eres lo suficientemente pobre o que te conoces al dedillo el laberinto de la burocracia. Ni requisitos, ni papeleos, ni condicionantes. ¿Suena bien? Suena bien. ¿Suena imposible? Algunos dicen que lo es pero, entonces, ¿cómo se han apañado 19 de los 27 países que conforman la Unión Europea, y medio centenar alrededor del mundo, para implementar medidas similares?
Nadie, salvo los fundamentalistas del mercado salvaje, está en contra de aprobar políticas para atajar las dificultades económicas de un buen número de familias españolas. En lo que no hay tanto consenso es en la concreción de dichas medidas. La Prestación Universal por Crianza ofrece nuevos caminos que merece la pena recorrer. O al menos intentarlo.
Que sea universal elimina de un plumazo todas las dificultades que han encontrado las medidas de carácter condicionado. El ejemplo más claro es el del Ingreso Mínimo Vital cuyo diseño, por un lado, ha sepultado a los solicitantes en un sinfín de formularios y, por otro, ha sido incapaz de llegar a la población que más lo necesitaba. Además, el formato incondicional permitirá pasar de un modelo asistencial que estigmatiza a los beneficiarios a un modelo universalista que ofrece garantías y consolida derechos.
A este respecto se han escuchado voces, de todo el espectro político, cuestionando la medida porque “las familias adineradas también recibirán algo que no necesitan”. No se preocupen, para eso están los impuestos. Harían bien en desplazar los esfuerzos dedicados en criticar la prestación hacia aumentar la presión para conseguir una contundente reforma fiscal. La clave está en invertir las tornas y que las grandes fortunas dejen de pagar menos impuestos que cualquiera que lea esta columna. El problema es lo que pagan -o más bien lo que no pagan- los ricos, no los derechos que conquistamos para todos.
Que esté dirigida a la crianza, y no a otras etapas de la vida, tiene un sentido de protección y de proyección. Existe consenso científico en que lo que ocurre en los tres primeros años de vida es crucial para el desarrollo físico y cognitivo de las personas. Si a esta certeza le sumamos el hecho de que tener hijos en España es un factor de riesgo para caer o profundizar en situaciones de pobreza, la crianza parece una etapa propicia para dirigir la prestación. Que otras etapas vitales, como la emancipación, también requieran refuerzos económicos debería hacernos pensar en ampliar -con medidas más ambiciosas, como la Renta Básica Universal- y no en contener o descartar el medidas que amplían márgenes de libertad.
Necesitamos sacar nuestra atención del último exabrupto parlamentario o la última infamia judicial y ser capaces de imaginar un país donde se viva mejor. Donde se pasen menos apuros, donde tengamos más tiempo libre y, en definitiva, donde seamos más felices. Y la Prestación Universal por Crianza no es una fórmula mágica para lograrlo de la noche a la mañana pero sí es una palanca para acercarnos. No solo por acertada, eficaz y beneficiosa, sino porque su llegada es urgente. La buena marcha de los datos macroeconómicos no puede ocultar una realidad: en España cerca de uno de cada tres hogares con menores se encuentra bajo el umbral de la pobreza. Y va siendo hora de tomar cartas en el asunto. Se puede discutir la cuantía (200€, 300€, 400€…), la periodicidad (mensual, trimestral, anual) pero sus beneficios -no solo para quienes la reciben sino para el conjunto de la sociedad y la economía real- son innegables.
