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Dónde estamos unos y adónde han ido a parar otros medio siglo después

Dónde estamos unos y adónde han ido a parar otros medio siglo después

"Los socialistas podemos seguir mirando de frente a todas las víctimas de nuestro país".

Pedro Sánchez, durante un acto en 2022 en recuerdo de las víctimas del franquismo
Pedro Sánchez, durante un acto en 2022 en recuerdo de las víctimas del franquismoAnadolu Agency via Getty Images

El fantasma del fascismo que recorre Europa se va desprendiendo de su estado traslúcido y va adquiriendo cada vez más forma corpórea: la ultraderecha en Finlandia y Suecia está en un 21% de los votos, Noruega en el 24%, Países Bajos en el 26%, Suiza en el 28, Austria en el 29, Francia en el 33 e Italia en un 35%. La próxima semana recibiremos al presidente alemán en las Cortes Generales, así que no es mal momento para recordar que la ultraderecha alemana en sus últimas elecciones federales obtuvo un 20% de los votos; desde el nazismo no obtenían tanta representación. Y también para recordar que en ese país gobiernan los democristianos con los socialdemócratas para evitar que la ultraderecha llegue al poder.

Supongo que Feijóo y compañía mirarán con cierto rubor a sus colegas democristianos y verán que la realidad del PP español choca con la de la UCD y la de toda su familia europea, de la que se han desmarcado en varias votaciones para rendirse, también fuera de nuestras fronteras, a los postulados de VOX.

Aquí en España el último espejo de dignidad en que pudo mirarse y equipararse el PP de Feijóo con sus homólogos conservadores europeos lo rompió en mil pedazos. Fue en Valencia, en el año 2023, para investir al infame Mazón con los votos de VOX; primer gobierno autonómico que exploró una fórmula fallida cuyo resultado ha sido literalmente letal para la ciudadanía. El inefable personaje, hoy pseudo-dimitido, deja paso a que podamos escuchar otras psicofonías también valencianas, como la de la alcaldesa de su capital. Ante un estupefacto Alsina, empeñado en repreguntar para poder salir de su asombro, María José Catalá se mostró alumna aventajada en el arte de la equidistancia, ya se sabe: "ni machismo ni feminismo", "ni sionista ni propalestino", "ni fascista ni antifascista". Este 20 de noviembre de 2025, evitó condenar el franquismo y dijo que la dictadura "tuvo sus lados positivos y negativos". He ahí el quid de la cuestión: el PP español sigue siendo el único de su familia conservadora europea que no nació del antifascismo, y se nota.

Habría que recordar a los primeros espadas del PP (María José Catalá, Tellado que quiere ver al gobierno en una fosa, Sergio Sayas el tránsfuga, etc.) que la más buena de las dictaduras jamás será mejor que la peor de las democracias, porque ser fascista en un país libre es fácil, pero qué difícil es ser libre en país fascista. Como ellos dejaron que el fascismo español muriera en la cama, no tienen instalado en su software el principio ético que les permita mostrar la más mínima empatía por los compatriotas que sí dieron su vida por que la soberanía de nuestro país siguiera residiendo en el pueblo español. De ahí las continuas faltas de respeto hacia la memoria democrática de nuestro país, ejemplificados con dos hechos notorios de la derecha en el Congreso en el último mes: el PP impidió acudir a sus diputados a los actos de homenaje de las víctimas de la guerra civil y la dictadura y VOX votó en contra de una moción para dignificar el nombre de una víctima de ETA: Ernest Lluch.

Los socialistas podemos seguir mirando de frente a todas las víctimas de nuestro país. En este artículo en que tratamos de hacer balance de dónde hemos acabado unos y a dónde han ido a parar otros 50 años después de la muerte del dictador, reivindicamos el papel del socialismo, empeñado en dirigir sus esfuerzos a construir un marco de derechos y libertades que proteja a quienes el fascismo siempre quiso destruir: la Ley de Igualdad entre mujeres y hombres, la Ley contra la Violencia de Género, el matrimonio igualitario, la Ley de Dependencia y las normas que garantizan nuestra pluralidad y diversidad. El ingreso mínimo vital, la muerte digna o un salario mínimo que alcance el salario medio del país. Crecimiento económico, paz social y diálogo territorial. Somos un país de ciudadanos y ciudadanas libres, y tenemos la responsabilidad de blindar a quienes la ultraderecha lleva medio siglo intentando borrar.

Medio siglo después de la desaparición de Franco —pero no del franquismo—, la visita de Merz nos recordará que hoy en Europa hay una guerra que se libra en dos frentes: uno en Ucrania y el otro en cada elección nacional donde la gente más millonaria del planeta se está poniendo de acuerdo para apoyar a la ultraderecha prorrusa para debilitar a la UE, y la vía más rápida para conseguir su objetivo es pudrir nuestras democracias desde dentro. Una de las principales herramientas que utilizan para conseguirlo, ya la conocemos, es el odio que lanzan desde las tribunas políticas más ultras, pero que se inocula en todas las capas de la sociedad a través de quienes les blanquean.

Día a día, los milmillonarios y sus secuaces quieren hacernos creer que apostar por el odio es la solución a nuestros problemas cotidianos, en una guerra en la que el último se ve atacado por el penúltimo: migrantes asentados contra los que están por llegar, pensionistas que se han partido el lomo en el trabajo contra jóvenes con salarios precarios, o ecologistas y medioambientalistas contra la gente que venimos del campo aunque la protección de la tierra sea una prioridad compartida para ambos. Y en esta guerra del último contra el penúltimo mientras el de arriba disfruta mirando desde la TrumpTower o el ático Quirón, muchos acaban por votar "mano dura" esperando dar una patada en el culo para que salgan por la puerta homosexuales, feministas, migrantes, ecologistas, sindicalistas e incluso pensionistas "que hacen insostenible el sistema", sin darse cuenta de que al final el que se acaba colando por la ventana es el neofascista vestido de algoritmo mientras espera en tu salón el okupa premium, el parásito ciclado, el único beneficiado por envenenar a todos con su discurso de odio: el milmillonario, el único que hace caja de verdad a costa de dañar nuestra tolerancia, nuestra convivencia y nuestra paz social.

Después de 50 años, la coyuntura política nacional e internacional nos vuelve a interpelar a todos, y juntos hemos de decidir si España sigue siendo un referente de libertad y derechos o si permitimos que otros lo echen todo por la borda. Reformulando al ministro Bolaños y su "Democracia o barbarie": en las manos del PP está dejar de ser lo segundo y, por primera vez en medio siglo, ponerse del lado correcto de la historia en nuestro país para poder volver a mirarse al espejo de lo que hacen los suyos en el continente.

Raúl Díaz y Rafaela Romero, portavoz y portavoz adjunta de memoria democrática en el Grupo parlamentario Socialista.