Gaza, el grito que debemos escuchar
Lo que está ocurriendo en Gaza es un crimen. Un crimen contra la humanidad. Un genocidio que cada día arranca la vida de cientos de niños, de mujeres, de civiles inocentes.

No hay palabras suficientes para describir el dolor, pero tampoco hay excusas que justifiquen el silencio. Lo que está ocurriendo en Gaza no es una respuesta militar, no es una acción defensiva, no es una colateralidad trágica. Lo que está ocurriendo en Gaza es un crimen. Un crimen contra la humanidad. Un genocidio que cada día arranca la vida de cientos de niños, de mujeres, de civiles inocentes. Un genocidio al que no podemos mirar de perfil, porque el que calla, otorga. Y el que otorga, es cómplice.
Es genocidio, no cabe otro término. Y no lo digo yo sola. Lo dicen expertos en derechos humanos, organizaciones internacionales y millones de voces en todo el planeta. La destrucción sistemática de vidas, de hogares, de hospitales, de escuelas. Es el exterminio de un pueblo bajo la mirada cómplice del silencio y la diplomacia tibia.
Es imposible mirar las imágenes que llegan desde Palestina y no sentir cómo se te parte el alma. Ayer mismo supe de una historia que me ha dejado devastada: una pediatra palestina seguía atendiendo niños en el Hospital de Nasser mientras, en ese mismo momento, un bombardeo israelí segaba la vida de sus nueve hijos en casa. Nueve hermanos, asesinados mientras su madre cuidaba de los hijos de otras madres. ¿Cómo se sigue respirando después de eso?
España, desde el Gobierno que preside Pedro Sánchez, ha tenido la valentía de levantar la voz en Europa y decir lo que muchos piensan, pero pocos se atreven a pronunciar, que Israel debe cesar su ofensiva, que la comunidad internacional no puede seguir tolerando esta masacre, y que la causa del pueblo palestino no es una moda ideológica, sino una causa humana, una causa de justicia.
¿Y qué hace la derecha española mientras tanto? ¿Qué hace Feijóo, ese líder de gestos calculados y palabras tibias? Pues lo de siempre: dudar, esquivar, medir encuestas antes que medir conciencias. Critican al Gobierno por tener principios, por llamar a las cosas por su nombre, mientras ellos se esconden tras titulares ambiguos, incapaces de condenar con claridad la barbarie. No vaya a ser que moleste a alguien en Washington o en Tel Aviv. No vaya a ser que se les caiga la careta.
Esto no va de izquierda o derecha. Va de dignidad. Va de si somos capaces de levantar la voz por quienes no tienen voz. Va de si tenemos el coraje de denunciar el horror, aunque nos incomode, aunque nos critiquen, aunque intenten callarnos con insultos o manipulaciones. Porque si la defensa de los derechos humanos depende del color político, entonces hemos perdido la brújula moral.
Desde el PSOE, y desde cada rincón de esta España que cree en la paz, en la justicia y en los derechos humanos, decimos alto y claro: con los niños no se negocia. Con la vida no se especula. Y con el genocidio no se juega a la equidistancia.
Feijóo podrá seguir hablando de conflictos complejos y de posiciones equilibradas, pero nosotros seguiremos hablando de humanidad, de responsabilidad, de esperanza. Porque no hay nada más desequilibrado que ver a un pueblo entero morir mientras el mundo debate si conviene o no llamarlo genocidio.
Esto va de mirar a los ojos a la historia. Y que la historia no nos encuentre ni cobardes, ni indiferentes. Porque algún día, cuando todo esto pase, si es que pasa, alguien preguntará: ¿dónde estabas tú cuando morían los niños de Gaza?
Y nosotros, los y las socialistas, responderemos: estábamos con ellos.
María Ángeles Luna es senadora del PSOE-A por Córdoba.