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La naturaleza no es sabia

La naturaleza no es sabia

La naturaleza es ciega, pero los bomberos, agricultores y campesinos que han luchado contra el fuego pueden y saben ver. Es la escala de la sabiduría, exclusiva del ser humano.

Un bombero forestal realiza labores de extinción en el incendio en A Gudiña (Ourense).
Un bombero forestal realiza labores de extinción en el incendio en A Gudiña (Ourense).EFE/Brais Lorenzo

La naturaleza no es sabia. Ni tonta. Ni nada que tenga que ver con bondad, maldad, propósito, equilibrio, inteligencia, planificación, regulación o autenticidad. La naturaleza tiene la sabiduría de una piedra. La hipótesis Gaia, —ya saben, esa milonga de que el planeta entero funciona como un ser vivo individual en donde elementos biológicos y no biológicos se complementan de forma armónica y bla bla bla—, es una buena mierda, y el James Lovelock ése, un fumao de aquí te espero que hubiera hecho mejor en dedicarse a las pulseritas de cuero en mercadillos medievales. Cada vez que alguien quiera venderles algo hablando de la sagrada naturaleza y su poder sanador para el cuerpo, la mente y el espíritu, piensen en quince días de imágenes de incendios en Zamora y Orense. Eso es la naturaleza.

"No, no, pero es que la culpa de los incendios la tiene el hombre. La naturaleza es armonía y plenitud. Somos nosotros los responsables de todos los males que ocurren porque no tomamos las medidas para evitarlo. En ocasiones incluso los provocamos directamente". Enfrentadas al problema del mal, todas las religiones dan la misma respuesta: el mal no está en Dios, que es bondad absoluta, sino en el ser humano, que es el mal. Mejor haría en desaparecer, o, al menos, pasar por la Tierra sin intervenir en absoluto en su perfecto equilibrio, ya que no tenemos derecho a cambiar el curso de un río o una línea de costa, a horadar una montaña o talar un árbol. Los terremotos, incendios, volcanes, glaciaciones, rayos, extinciones masivas, tsunamis, inundaciones, meteoritos... eh, ya luego si eso.

Cada época tiene su representación ideológica del mundo, y se aferra a los ejemplos que la confirman tanto como ignora los que la desmienten. No hace mucho, la naturaleza era un reino hostil, de peligros y azares amenazantes. El progreso consistía en evacuarla extramuros, fuera de la vida cotidiana. Con la caída de las religiones tradicionales, la adoración a una naturaleza inventada comercialmente se convierte en la religión de sustitución mayoritaria. Los animales ya no son fieras, sino mascotas; el bosque se conmemora en el jardín. La ciudad se ve como inhumana, a pesar de que moriríamos en mitad de la selva, el desierto, los polos, el océano, y viviríamos de lo lindo tomando una horchata en mitad de la Plaza de la Reina de Valencia.

El hombre mantiene con el agua, la tierra, el aire y el fuego relaciones de celebración, aprovechamiento y, en ocasiones, antagonismo feroz. Lucha a muerte. Este agosto está lleno de imágenes de héroes jugándose la vida contra la naturaleza. Perdiendo y ganando en esa pelea. ¿Quienes somos para cambiar el planeta en el que vivimos? Pues somos los que, —en una modesta medida, aunque descomunalmente mayor que cualquier otra especie viva—, podemos hacerlo. No es poca cosa. Somos aquellos cuyo cerebro sólo existe por su conexión con las manos. La naturaleza es ciega, pero los bomberos, agricultores y campesinos que han luchado contra el fuego pueden y saben ver. Es la escala de la sabiduría, exclusiva del ser humano.

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MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.