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Respeto para las mujeres

Respeto para las mujeres

La violencia contra las mujeres es una cuestión de Estado, que concierne a toda la sociedad, porque una democracia plena no puede consentir un maltrato estructural sobre la mitad de su población.

Manifestación del 25 de noviembre.Juan Carlos Lucas/NurPhoto via Getty Images

El feminismo dice, y con razón, que todos los días son 25 de noviembre porque, desgraciadamente, cada día hay mujeres que sufren violencia por su condición de mujeres y, por tanto, cada día hay motivos de sobra para alzar la voz y reclamar el fin de las agresiones machistas.

La violencia contra las mujeres es una cuestión de Estado, que concierne a toda la sociedad, porque una democracia plena no puede consentir un maltrato estructural sobre la mitad de su población, un maltrato que cercena derechos a diario y que cada año se cobra decenas de vidas.

En este medio siglo de democracia no solo hemos conseguido sacar del ámbito privado un problema que no es personal, ni individual, sino colectivo. También hemos ido construyendo, principalmente desde la aprobación de la Ley Orgánica de Protección Integral contra la Violencia de Género, un sistema de prevención y atención a las víctimas pionero en el mundo, en permanente revisión y mejora.

Los avances siempre provocan la reacción de quienes se encuentran cómodos en una situación que no desean que cambie y de ahí esa nueva ola reaccionaria de pensamiento machista que, lejos de estar superado, resurge ahora con fuerza al amparo de los entornos digitales. La ola de los que quieren seguir sometiendo a las mujeres a su control y voluntad.

La violencia machista está en todas partes, a todas horas. Está en los centros de trabajo, donde muchas mujeres sufren acoso o agresiones sexuales, junto con discriminaciones que afectan a su salario, sus condiciones laborales o sus posibilidades de promoción. Está en la calle, donde nunca pueden sentirse seguras, aunque se nos haya enseñado desde niñas a planificar itinerarios, compañías o vestimenta para autoprotegernos. Pero, principalmente, la violencia está en casa, en los domicilios, y los agresores son personas del entorno cercano. Son esos hombres que siempre se califican de ‘normales’, de ‘buenos vecinos’ y hasta de ‘buenos padres’, como si aún no hubiéramos entendido que ser un agresor machista no es incompatible con decir ‘buenos días’ en la escalera.

Conseguimos que se dejaran de justificar los golpes, las palizas, la violencia física, aquel ‘algo habrá hecho’ o ese ‘seguro que se lo merecía’. Después entendimos la violencia psicológica, esa que aterroriza, que humilla y anula. Ahora comprendemos también la vicaria, la que se ejerce a través de hijos e hijas, haciendo daño a los seres queridos. Y la económica, con la que se cercena la posición de la mujer para que tenga que estar siempre en situación de dependencia de su pareja o expareja. Pero, además, hoy en día la violencia se amplía y encuentra nuevos resquicios en el ámbito digital, donde los maltratadores y machistas siguen hostigando, amenazando y aterrorizando a las mujeres las 24 horas del día, también desde el anonimato o ahondando en el sufrimiento gracias al efecto viral de las publicaciones.

Frente a todo esto, las mujeres exigimos respeto. El respeto que una gran mayoría política mostró el pasado febrero poniendo en su agenda como prioridad la renovación del Pacto del Pacto de Estado contra la Violencia de Género y sus 461 medidas concretas, trabajadas y pactadas palabra por palabra y del que solo se descolgó la ultraderecha negacionista.

VOX tiene al feminismo y a las políticas contra la violencia de género en el centro de la diana, negando cualquier consideración a sus víctimas, a las que ni siquiera reconoce como tales. Es una violencia que solo perciben cuando les resulta de utilidad para su causa racista o xenófoba, porque la ultraderecha, como siempre, diferencia entre buenos y malos agresores, entre buenas y malas víctimas.

Pero además de exigirle respeto a quien tiene como objetivo desmantelar el sistema de protección, hay que exigirle respeto a un Partido Popular que muy pocos meses después de rubricar la renovación del Pacto de Estado está demostrando, una vez más, que en su ideario político los derechos de las mujeres y su protección frente a la violencia machista son elementos prescindibles. No solo los utilizan como moneda de cambio en sus acuerdos con VOX en las autonomías y entidades locales, sino que, sin pensar nunca en el daño que provocan a las mujeres, utilizan cualquier polémica y la alimentan sin fin si con ello consideran que van a obtener algún rédito partidista.

Frente al negacionismo de la ultraderecha y la irresponsabilidad de la derecha ultra, el Gobierno progresista manifiesta su respeto a las mujeres con el cumplimiento, día a día, de las medidas previstas en el pacto. En estos meses de vigencia se han producido avances significativos en materia de formación de la judicatura para una mejor comprensión y atención a las víctimas, en los sistemas policiales de detección y valoración del riesgo, en los mecanismos legales para la reparación de las víctimas de violencia sexual o en la ampliación de los espacios donde las mujeres pueden ser atendidas y ayudadas.

Las mujeres debemos ser exigentes y reclamar trabajo firme para garantizar que nadie, nunca más, nos va a tratar como seres humanos de segunda. Como también ha dicho muchas veces el feminismo, nos va la vida en ello, y no podemos dejarla en manos de quienes no nos tienen respeto.

Milena Herrera es portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en la Comisión de seguimiento y evaluación de los acuerdos del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género y diputada por Illes Balears.