‘School of Rock’, el musical que toma desde ya el poder en la cartelera

‘School of Rock’, el musical que toma desde ya el poder en la cartelera

Un musical de Andrew Lloyd Weber, el de 'Evita' y 'El fantasma de la ópera'.

El elenco infantil de 'School of Rock'Nacho Arias

Empieza la temporada de musicales y empieza fuerte con School of Rock en el espacio Ibercaja Delicias. Un musical de Andrew Lloyd Weber, el de Evita y El fantasma de la ópera entre otros, que pillará a la gente con el pie cambiado porque hay mucho rock. También mucha de la música que se espera de este compositor. Y eso se nota en los números musicales, realmente buenos. A lo que se añade un actor que se lo curra bien, Leo Rivera, niños que saben cantar, bailar y tocar instrumentos y una historia que es una comedia ligera y rockera con su pizquita de romance.

Quizás su pegada se deba al material del que parte. Una película escrita por Mike White , el guionista de la exitosa serie The White Lotus en HBO. Film que dirigió Richard Linklater, el director de Boyhood o la trilogía Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes de la medianoche. Una comedia de consumo familiar protagonizada por Jack Black que fue capaz de crear un personaje de los que no se olvidan.

Ese guitarrista del tres al cuarto en paro que se hace pasar por un amigo para ocupar el puesto de profesor que le han ofrecido a este en una escuela neoyorkina de prestigio. Una de esos colegios por los que los progenitores con posibles se pegan, y pagan una pasta, por meter a sus hijos, ya que les garantiza contactos y un pase a las mejores universidades de aquel país, Harvard y Yale incluidas.

Unos niños pijos de clases más que acomodadas a las que les toca en suerte un quinqui como profesor. Alguien socarrón, sin filtros ni medidas que, sacándoles de su zona de confort de un horario y unas asignaturas, consigue que se conozcan a si mismos y hagan reales sus potencialidades y no las que sus progenitores tienen pensados para ellos.

Un profesor que es un payaso en sí mismo. Posiblemente insufrible si se le tuviese en el entorno de forma habitual en la realidad, pero que en escena es el típico loser simpático, bonachón. Ese cabroncete, que lo es, que cae en gracia sobre todo si las gracias las hace a costa de otros y uno es un mero espectador. Como el público que acude al teatro que viéndole cómo reacciona y se comporta se ríe y lo pasa bien. Una personalidad no muy diferente de los otros profesores, que se esconden tras una apariencia más formal y respetable.

Esa endeble trama, en apariencia, facilita muchas cosas. La primera que parezca normal que los actores se paren a cantar y a tocar instrumentos ya que se mueven en un ambiente musical. La segunda una especie de vodevil, con sus puertas y todo, en el que se masca el riesgo de que más pronto que tarde van a pillar al impostor. Y que facilita la confusión para la diversión de la audiencia.

A lo que se añade que Leo Rivera es capaz de coger la creación de Joe Black y hacerla suya. Es decir, convertirse en el protagonista, dotarlo de su propia comicidad y formas de hacer comedia. De tal manera que quien conozca la película, se olvidará del actor estadounidense, y pensará que el papel está hecho para Rivera.

Una producción que, frente al despliegue de efectos visuales de otros musicales, está hecha de imágenes e imaginación. Y, sobre todo, de un gran elenco comprometido con lo que hace. Capaz de desdoblarse para hacer pensar que son muchos más que los que realmente son en escena.

Además de tener un puñado de niños que saben actuar, cantar, bailar y tocar instrumentos. Algo que asombrará a la audiencia. Todo ello sin dejar de ser y representar los niños que se les pide que sean en escena. Unos preadolescentes que empiezan a entrever de manera ingenua la confusión en la que vivirán como adultos.

Una producción llena de cultura musical. Una que va desde Mozart y su Flauta mágica a Stevie Nicks pasando por Barón Rojo. Que sin decirlo se pone a la última en tendencia, ya que es teatro inmersivo al preparar e invitar a la audiencia para que al final de la función se comporte como el público que asiste a la batalla de bandas de rock con el que acaba la función.

Un musical que parece como si hubieran cogido y mezclado Matilda y Los chicos del coro y le hubiesen añadido una buena dosis de comedia, de la cercana al espíritu de los monólogos del Club de la comedia, rebajados de tono, porque pretende ser un espectáculo familiar. Con buena música y canciones pegadizas.

Como esa Toma ya el poder, que bien podría ser el himno de las generaciones que vienen por detrás. Leitmotiv de este musical, que suena varias veces, y que llama a revelarse contra un poder patriarcal, compartido por padres y madres, que trata de hacer estirados, aburridos, estereotipados y machistas a niños y niñas y, también, a todos sus familiares por adultos que sean.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.