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Trump, el elefante irritado

Trump, el elefante irritado

"Los países comunitarios han de intensificar su integración para lograr sinergias capaces de reforzar su potencia en un tablero global en que hay actores dispuestos a desordenar sistemáticamente las piezas de ajedrez"

El presidente de EEUU, Donald Trump.Chip Somodevilla/Getty Images

No es difícil percatarse de que Trump se mantiene desde hace tiempo, desde su derrota en las elecciones de 2020, profundamente irritado con sus compatriotas y, por extensión, con toda la humanidad. Situado nada metafóricamente en la cima del mundo -es sin duda el hombre más poderoso de la tierra-, se ha desorientado y, ensoberbecido por el “milagro” de su indemnidad en el reciente atentado, ha alcanzado un grado de irritación cósmica que lo lleva a un estado de soberbia incontenible. En ese estado eufórico, el “líder global” se ha desahogado con una serie de propuestas descabelladas y amenazantes, que no solo son disparatadas políticamente sino que entran de lleno en el terreno baldío de la mala educación, de la impropiedad democrática, de la ordinariez filonazi y antropofágica.

En unos pocos días, Trump ha amenazado con apoderarse por la fuerza de Groenlandia; con anexionarse el Canadá para convertirlo en el estado 51 de la Unión; y con ocupar de nuevo militarmente el Canal de Panamá, supuestamente controlado por los chinos. Además, de forma súbita y sin contemplaciones, ha impuesto onerosos aranceles del 25% a sus dos grandes vecinos, México y Canadá, lo que representa una colosal falta de respeto a unos equilibrios geoestratégicos forjados a lo largo de siglos de contigüidad y conllevancia. De hecho, el gesto hostil equivale a una especie de declaración de guerra, que quiebra cualquier rastro de cordialidad entre países que comparten continente y kilométricas fronteras.

Finalmente, en relación al resto del mundo y a la globalización, ha impuesto unilateralmente aranceles del 10% a China y ha amenazado con acciones semejantes contra la Unión Europea, una entidad supranacional que a su juicio no se porta bien con EEUU ya que no le compra todo lo que él piensa que sería educado adquirir. De cualquier modo, Trump está además permitiendo que Elon Musk organice en Europa un aquelarre neonazi que ofende como es lógico a todas las formaciones moderadas, democráticas y civilizadas de la Unión; este es sin duda un mal presagio para el futuro de la relación trasatlántica, que se ha basado hasta ahora en las afinidades democráticas que vincularon a América del Norte con Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Todas estas primeras determinaciones, que son como codazos impertinentes para abrirse un sitio más amplio en la comunidad internacional, afectan a la instalación de la UE en el mundo… pero el caprichoso multimillonario todavía no se ha pronunciado sobre los problemas urgentes que padece el planeta y que, además de generar ríos de sangre, afectan al presente y al futuro de los equilibrios globales: Ucrania sigue desangrándose en una terrible guerra contra el sátrapa Putin y en el Cercano Oriente un Israel desaforado está cometiendo un histórico genocidio que nadie se atreve a cuestionar y los Estados Unidos ignoran dolosamente. Tampoco ha entrado todavía Trump en un asunto que por fuerza tiene que preocupar a todo Occidente: el futuro de la OTAN está en juego, y está vinculado a lo que suceda en Ucrania, a la relación que Trump establezca con Putin y a las intrusiones que el trumpismo -por vía de Elon Musk- establezca con los cabecillas ultras de la Unión Europea.

Trump ha ingresado en las esferas del poder como el célebre elefante en la cacharrería, No hay datos suficientes todavía para sugerir una respuesta a los movimientos desordenados de quien se comporta por ahora como un autócrata malcriado. Pero haríamos bien los europeos en ir adaptando nuestras mentalidades a la posibilidad de que tengamos que enfrentarnos en solitario a la voracidad de Putin, quien a todas luces está dispuesto a mantener sus reclamaciones bélicas sobre los territorios que ambiciona, en pos de la gran Rusia que se hundió con el muro de Berlín en 1989.

Asimismo, este nuevo escenario mundial debería servir a Europa para cimentar mejor su propio suelo, gestionar inteligentemente su desarrollo tecnológico conjunto y abrirse paso entre los avances chinos y norteamericanos para encontrar un lugar en la alta investigación. Ha sido sorprendente que China, sin alharacas, haya irrumpido con su inteligencia artificial, en tanto los EEUU alardeaban en vano de un inexistente y carísimo monopolio en la materia. Los países comunitarios han de intensificar su integración para lograr sinergias capaces de reforzar su potencia en un tablero global en que hay actores dispuestos a desordenar sistemáticamente las piezas de ajedrez. Trump parece ser un desequilibrado, por lo que tenemos que aguzar nuestra capacidad de respuesta y nuestro sentido del equilibrio y de la proporción.