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Vito Quiles, un cachorro en busca de amo

Vito Quiles, un cachorro en busca de amo

Vito y sus homólogos no tienen principios, valores, ni palabra. Y haríamos mal en comprar la mística en la que pretenden envolver sus fantasmadas. No hay nada de eso, son puro humo.

Vito Quiles.EFE/Miguel Ángel Molina

Quizá te suena Vito Quiles por acosar a políticos de izquierdas, inventarse bulos sobre la DANA o reventar ruedas de prensa en el Congreso. Para ninguna de estas tareas hay que ser el lápiz más afilado del estuche y quizá, por eso, el bueno de Vito, ha destacado entre el ejército frikis, trolls y terraplanistas mentales que inundan las redes y los platós últimamente. Ahora le vemos de gira por facultades de toda España, en una especie de remake de serie B de la ruta que hacía Charlie Kirk cuando fue asesinado. Si bien hay que reconocerle el logro de conseguir que alguno de los energúmenos que le acompañen se acerque a una universidad, es evidente que ese no es su objetivo. Ni la confrontación con las malvadas autoridades universitarias cooptadas por el marxismo cultural. Ni siquiera el enfrentamiento contra nutridos grupos de estudiantes radicales y violentos que le plantan cara en sus campus. Qué va. Todo eso, que sin duda solo existe en su cabeza, es solo un medio para lograr un fin mucho más en sintonía con la naturaleza de Vito: encontrar un amo.

Y Quiles no le hace ascos a nadie. Y es que ya le quedan menos partidos de derechas de los que cobrar que a Girauta y Toni Cantó. Si pagan, ahí acude raudo y veloz, como un buen perrezno que busca que le acaricien el lomo y, ya de paso, que aflojen la cartera. Le hemos visto en las listas de Alvise al Parlamento Europeo o grabando sketches de ¿humor? con el PP de Madrid. La última ha sido la de jalear a Espinosa de los Monteros en uno de sus parkineos universitarios. Como buen mercenario sólo busca una cosa: venderse al mejor postor. Y precisamente esta promiscuidad a la hora de arrimarse a un buen mecenas es lo que está agitando, un poco más, el avispero.

Vito y sus homólogos no tienen principios, valores, ni palabra. Y haríamos mal en comprar la mística en la que pretenden envolver sus fantasmadas. No hay nada de eso, son puro humo. Ni banda sonora de Gladiator acompañándolos por las calles, ni épica lucha en defensa de los valores de Occidente (así, en mayúsculas), ni audaces y valientes hombres recuperando los valores de la hombría… nada, ni rastro. Sólo son una panda de mataos, hipersubvencionados por gobiernos municipales y autonómicos, monetizando discursos de odio y a la espera de que venga un patriarca con muchos billetes y ejerza de ventrílocuo.

No se trata de minusvalorar su capacidad para inocular rencor, orientar el malestar hacia chivos expiatorios -véase migrantes o mujeres- o inventarse las mejores conspiranoias del mercado, en eso son expertos. Sino de dimensionarlos en su justa medida. Por eso no tiene sentido hablar de tipos con evidentes carencias afectivas y un discurso reciclado del siglo pasado con muchos likes como si de seres con habilidades mágicas se tratara. Ni un atisbo de fascinación por quienes solo son emisarios de quienes quieren hacer negocio con cada parcela de nuestra vida y hacernos vivir peor a quienes solo tenemos nuestro trabajo para salir adelante. No ofrecen nada nuevo que no conozcamos ya.

Por eso, el súbito impulso de la figura del ultra disfrazado de periodista sólo puede entenderse en un contexto concreto: el recrudecimiento de la guerra entre diferentes facciones de la derecha. Porque lejos de la idea de bloque monolítico del campo conservador que manejamos, ahora mismo se están sucediendo un sin fi n de puñaladas, acusaciones, campañas orquestadas en redes, OPAs, traiciones y editoriales de Jiménez Losantos con doble ración de veneno y fuego amigo…. Vamos, un percal al que merece la pena echar un ojo de vez en cuando.

Pablo Padilla es diputado de Más Madrid en la Asamblea de Madrid.

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