A propósito del Euskobarómetro

A propósito del Euskobarómetro

Estamos probablemente ante el fin de la hegemonía nacionalista, donde el PNV no es el peor parado, pero sí lo suficientemente lastimado como para necesitar pactar con más de un partido si quiere continuar habitando en Ajuria Enea. Está claro que la presencia de Podemos en el Parlamento Vasco va a ser muy importante tras la celebración de las elecciones autonómicas en 2016.

La izquierda abertzale ya puede empezar a rediseñar su estrategia y modificar su discurso; porque esa parte del tradicional voto ligado al descontento y antisistema -que no al nacionalismo-, y que hasta ahora recalaba en sus filas, ha encontrado un nuevo acomodo en el partido de Pablo Iglesias. Tanto, que según los datos que arroja el Euskobarómetro, la coalición EH Bildu, podría reducir su número de escaños a la mitad: de los 21 actuales a los 13-14.

El PNV perdería entre 3 y 4 escaños, y tanto el PSE como el PP sufrirían tanto descalabro como EH Bildu. Así que con estos datos sobre la mesa, por mucho que todos se apresuren a modificar estrategias y discursos, está claro que la presencia de Podemos en el Parlamento Vasco va a ser muy importante tras la celebración de las elecciones autonómicas en 2016. Llegarán para quedarse, aunque no con tanta presencia como se le augura. Porque los 21-22 escaños que le da el sondeo de la Universidad del País Vasco a Podemos puede ser una cifra exagerada, pero la intención de voto es lo suficientemente contundente como para que en la futura legislatura el cuarto de los apaños de la cámara de Vitoria sea el auténtico núcleo de poder y decisión.

Estamos probablemente ante el fin de la hegemonía nacionalista, donde el PNV no es el peor parado, pero sí lo suficientemente lastimado como para necesitar pactar con más de un partido si quiere continuar habitando en Ajuria Enea. Y la aritmética se presenta diabólica. Sean cuales fueren los resultados, un gobierno a tres en el País Vasco resultará imprevisible. Un pacto con los socialistas no sería suficiente, y tendría que echar mano también del PP para poder seguir gobernando. EH Bildu, por su parte, tampoco lograría la mayoría suficiente uniéndose a Podemo,s y también tendría que aliarse con un tercero. Así que la siguiente legislatura, cuando menos, puede dibujar un panorama ciertamente kafkiano. Cada uno por su parte aferrándose al adversario: bien para seguir o para alcanzar el poder.

En esto, el PNV les lleva ventaja a todos. Porque a lo largo de las distintas legislaturas, ha pactado con todo el mundo con resultados desiguales; ahora bien: independientemente de que su experiencia le sirva para continuar en la presidencia del Gobierno Vasco, tiene que reinventarse si no quiere perder el tren, y ya no quedan muchas estaciones más. Los jóvenes hablan otro lenguaje. Se informan por las redes sociales, y habitan en el ciberespacio; no les interesan mítines artificiales y milimétricamente estudiados, ni los debates de salón. Viven pegados a una pantalla, pero no es la de la tele.

Es el fin de una era; el epílogo de un ciclo político. La irrupción de Podemos no es más que la consecuencia de una clase política acomodada en las estructuras de un poder carcomido en buena parte por una corrupción que indigna a millones de ciudadanos.

Pablo Iglesias ha llegado con el mismo idealismo que llegó la izquierda al poder en 1982. Luego el tiempo hizo el resto. Quien fuera el primer presidente socialista de la democracia española se permitió en alguna ocasión alquilar un avión privado para volar de Madrid a Ibiza. Un capricho que ni él mismo habría imaginado cuando criticaba con rotundidad a la oligarquía española en sus mítines de los ochenta. Y es que es fácil acostumbrarse al lujo cuando se acaricia. Simple cuestión de tiempo. Aunque mientras tanto, está bien que se produzca una catarsis para que todos se pongan las pilas; los jueces ya lo están haciendo. Falta que los partidos lo hagan desde dentro. Es lo que ahora toca. Así que nada de echar balones fuera y la culpa al adversario, que en esto Euskadi no es tan diferente. O al menos, eso parece, a juzgar por los datos que arroja el Euskobarómetro.