Luminoso encuentro con el desterrado José Ricardo Morales

Luminoso encuentro con el desterrado José Ricardo Morales

El haber ganado el Premio Internacional de Periodismo Cultural Paco Rabal ha supuesto una alegría muy especial, porque el galardón se ha concedido por una entrevista que realicé a José Ricardo Morales (JRM), un ser excepcional con el que todos los españoles deberíamos sentirnos en deuda.

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El haber ganado el Premio Internacional de Periodismo Cultural Paco Rabal, de este año, ha supuesto una alegría muy especial, porque el galardón se ha concedido por una entrevista reportajeada que realicé hace unos meses a José Ricardo Morales (JRM), un ser excepcional con el que todos los españoles deberíamos sentirnos en deuda.

Le conocí fugazmente en los años ochenta en una de sus escasísimas visitas a España. Me fijé mucho en él porque JRM me recordó que había sido actor en el grupo El Búho, que Max Aub creó en la Valencia republicana, y al que también perteneció mi madre, la plusmarquista Juana Reinés, a la que Morales recordaba perfectamente. Pero he de confesar que también me fijé mucho en él por su seductora y maravillosa voz.

Pasaron los años y en 2009 se publicaron sus obras completas. Lo hizo Manuel Aznar, profundo conocedor de su dramaturgia e impulsor y responsable de la edición de esas obras en dos grandes tomos, Teatro (2009), con 42 obras, y Ensayos (acaba de salir), publicados por la Institució Alfons el Magnànim, de Valencia. Con tal motivo la Asociación de Autores de Teatro, a través de su secretario general, el dramaturgo Jesús Campos, me pidió que hiciera una reseña sobre la obra de JRM para la revista de la Asociación. Sumergirme de manera más profunda en el teatro de JRM fue una revelación. Descubrí obras inteligentes, llenas de ironía, profundas, alguna incluso es todo un clarísimo precedente del teatro del absurdo, ya que son anteriores en el tiempo, pero pertenecientes a esa tendencia. Unas obras que no hablan de la guerra, ni del destierro, ni del dolor. Unas obras que él me dijo, con su finísimo humor, que "habían sido condenadas a la postumidad".

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JRM y Rosana Torres.

Tras la lectura de su dramaturgia nació en mí, junto a la admiración, casi una obsesión. Mi empeño era dar a conocer a JRM y devolverle una mínima parte de todo lo que se le había robado desde España, país del que salió exiliado en 1939. Cuando tuvo la oportunidad de volver ni se lo planteó: "Chile me había dado todo, la vida; aquí estaba bien", dijo en más de una ocasión.

Siendo jurado del Premio Nacional de Literatura Dramática, en 2009, le propuse por una de sus obras. Pero no había sido publicada en el año que correspondía. El año siguiente tampoco se le pudo presentar porque si bien tenía obra nueva e inédita el ISBN de sus obras completas no era de 2010. Le propusimos un grupo de personas para que se le concediera la Medalla de Oro de las Bellas Artes, concedida por el Rey a petición del Ministerio de Cultura, pero esta es la hora que no se le ha concedido.

Yo también era consciente de que tenía un medio importante en el que darle a conocer, ya que trabajo en El País. Propuse ir a entrevistarle y contar quién era. Desde el principio el redactor jefe de la sección de Cultura, Borja Hermoso, mostró un gran interés por JRM y me dijo que publicaría la entrevista. Pero la crisis ya se había instalado en el periódico y no me podían pagar el viaje a Chile. Mis honorarios de redactora base tampoco daban para gastos de esa cuantía.

Pergeñé posibles fórmulas y me enteré de que en la SGAE se me podía ayudar y a cambio traería material audiovisual para su departamento Memoria viva. Me ayudaron y el resto lo puse yo.

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Rosana Torres y JRM en chile, en abril de 2012.

Llegué a Chile y tuve un maravilloso encuentro con un joven de 97 años que vive en una pequeña casa con jardín, encajada entre rascacielos de un lujoso barrio de Santiago de Chile. Cuando la compró hace varias décadas tan sólo era una casita con jardín a las afueras de la ciudad y no imaginó que terminaría siendo objeto de deseo de inmobiliarias y constructoras a las que no les ha dado el gusto de vendérsela.

Nació en Málaga, pero su familia era valenciana y a Valencia se trasladó siendo muy pequeño. Y allí tuvo una maravillosa y activísima juventud. A los 23 años ya era waterpolista (participó en la Olimpiada Popular de 1936 en Barcelona, frustrada por el golpe de estado franquista), había estudiado Magisterio y Filosofía y Letras, llevaba años en la FUE (Federación Universitaria Escolar), asociación universitaria progresista, pertenecía al grupo teatral El búho, dirigido por Max Aub, para el que actuaba y escribió sus primeras tres obras teatrales. Llegó la guerra civil y fue redactor jefe de Frente Universitario, así como comisario de brigada del Ejército Popular Republicano, responsable de división en el frente de Ripoll (Cataluña) (donde salvó manuscritos y códices miniados que logró enviar a Suiza) y estuvo en el campo de concentración de Saint-Cyprien en Francia. Finalmente huyó a Chile en el Winnipeg, el barco que logró fletar Pablo Neruda, siendo cónsul honorario de Chile en Francia.

No fui recibida en Chile, en su casa, como una periodista. Me recibió como a una amiga. Como a la hija de su amiga Juana Reinés; como a la sobrina de su íntimo amigo Jorge Reinés, el hermano de mi madre, también waterpolista y muerto trágicamente en la Guerra Civil, hecho del que tuve que informar a JRM.

Fue un encuentro mágico en ese oasis que es su casita con jardín, encajada entre bloques de alto standing. Él, que no tuvo hijos, me invitó a comer con su nieta Graziella Copetta, a la que está claro que adora. JRM estuvo casado con la pintora y poetisa Simone Chambelland, que acababa de fallecer cuando llegué a Chile y fue ella la que aportó dos hijos al matrimonio. Y fue Graziella la que me llevó en su coche a conocer la casa que JRM tiene en Isla Negra (que ni es una isla, ni es negra), a escasos metros de la que tenía Pablo Neruda. En su sobrio y sencillo jardín robé unas semillas de una especie de jacaranda. Las he plantado en un pequeñísimo semillero y me está saliendo una rama, algo chuchurría, que espero poder trasplantar cuando pase este invierno, con la esperanza de que esa suerte de acacia prospere y así poder recordar permanentemente a JRM, al que iré a ver en su 100 cumpleaños, porque se lo he prometido, que será el 3 de noviembre de 2015.

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JRM y su nieta Graziella.

Un hombre que siempre habla de destierro y no de exilio. "El exilio es una palabra culta, a utilizar con el que está fuera de sí, pero el destierro es quien ha salido de su tierra forzosamente, es una idea más profunda y real; en su día clasifiqué a los españoles en tres categorías: los aterrados, que se quedaron allí sufriendo el régimen de Franco, los enterrados como Federico y tantos otros y los desterrados, como mi familia".

En mis casi cuarenta años de oficio JRM me ha proporcionado una de mis mayores alegrías y uno de los trabajos de los que me siento más orgullosa. Por eso este premio tiene un valor muy muy especial para mí.

Este es el link de la entrevista publicada en El País, tanto en su edición digital como en la de papel: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/04/25/actualidad/1335377711_373639.html.