Alcalá la Real, el pueblo de Jaén que lucha por salir de las tinieblas del suicidio: "No es culpa de nadie, sí responsabilidad de todos"
La localidad duplica la media nacional de suicidios y triplica la de Andalucía. Vecinos, asociaciones e instituciones se han unido para fomentar la prevención y ayuda en un lugar que lleva inmerso desde hace generaciones en la oscuridad de aquellos que no encuentran una salida.

Estar inmerso en la oscuridad es una de las peores sensaciones que puede experimentar el ser humano. Que no haya nada por lo que salir de la cama, nada que te ilusione ahí fuera, nada que te diga que merece la pena vivir. La sensación de que nada ni nadie podrá ser capaz de llenar un vacío que protagoniza el interior del alma y el de cada uno de los días. Hasta que cae la pregunta que pone en peligro la existencia: ¿merece la pena seguir? Alcalá la Real sabe perfectamente de qué tratan estas líneas. Un pueblo de Jaén que consta de 21.587 habitantes y que dobla la tasa de suicidios nacionales. Mientras que en España la media es de 13 casos por cada 100.000 personas, en este pequeño lugar alcanza hasta los 25 casos.
En total, la cifra supera los 300 suicidios en las últimas décadas, un dato que preocupa tanto a la ciudadanía como a las instituciones que trabajan en la prevención y ayuda. El silencio y el estigma ante el suicidio sigue siendo uno de los principales escollos para aplicar acciones ante la problemática. En los entornos más íntimos de los amigos y familiares, la noticia es acogida de forma tímida y, con la sucesión de casos, el peligro de la normalización del suceso se duplica hasta que las probabilidades de que se pueda correr la misma suerte aumentan. "He estado en diferentes pueblos en los que doy charlas a la gente de tercero y cuarto de la ESO. Cuando llegué a Alcalá hice la pregunta que hago siempre: ¿Quién conoce de cerca algún caso de suicidio?. Mientras que en otras localidades solo unos pocos levantaban la mano, aquí lo hizo la mayoría", comenta a este periódico Manuel Calvillo, psicólogo de la Unidad de Salud Mental Comunitaria Alcalá la Real.
Las razones por las que sucede esta anomalía son inciertas, pero asociaciones e instituciones que trabajan sobre el terreno destacan dos posibles causas: la soledad y la normalización. "Es una población muy dispersa. Esto ha dificultado mucho la comunicación con otros territorios y ha llevado a la población a mucha soledad, lo que ha agravado los casos hasta que esta salida se perciba como normal", decía el alcalde del pueblo, Marino Aguilera, en la Jornada de Prevención Integral del Suicidio celebrada el pasado mes de septiembre en el ministerio de Sanidad.
"No sabemos por qué hay esta incidencia en Alcalá la Real. Hay diversos lugares en el mundo donde también ocurre esta cantidad de suicidios, pero no tenemos una idea clara ni evidencia científica alguna. Lo que nosotros sospechamos es que son factores socioculturales de la zona. Estamos trabajando para ver si hay una actitud diferente frente al suicidio en la población que también abarca la zona de sur de Córdoba y la norte de Granada", asegura a El HuffPost Ventura Olea Peralta, director de la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital Universitario de Jaén que cuenta con un equipo en el pueblo y que, además, participa en un programa pionero de prevención. "Es una forma de solucionar problemas, una mala forma, pero que algunas personas la ven como viable", comenta sobre el suicidio.
La prevención, el derrumbe del estigma y acabar con el ocultismo ha sido el desempeño de todos los implicados en tratar de sacar de las tinieblas a Alcalá la Real. Raquel Ortega es la presidenta de la Asociación GAMA, un grupo de personas que empezaron siendo tres en 2024 para ofrecer su ayuda y que hoy cuentan con más de 150 socios. "Es un problema que se arrastra generación tras generación. La prevención juega un papel clave y derribar el estigma también. Para muchos está mal visto tener esa etiqueta, ir al psicólogo o pedir ayuda, pero sí que estamos viendo un cambio. Ahora la gente se interesa, quiere hablar de salud mental, venir a las formaciones y participar", explica a este periódico pese a que es consciente del arduo camino que queda por recorrer. "Todavía nos cuesta muchísimo que los sobrevivientes tomen la palabra, que cuenten su camino. Muchos nos dicen que es una etapa que ya pasaron y que no quieren volver a revivirla, lógicamente", detalla. Los sobrevivientes son aquellas personas que han tenido intento de suicidio pero no han fallecido, mientras que los supervivientes son los familiares de los fallecidos por suicidio.

"Tengo 50 años y trabajo aquí desde hace 15. Nunca había oído hablar del suicidio como se habla en Alcalá y en la sierra sur. Es verlo como una forma más de afrontar la vida. Decir: Oye, yo tengo un problema y si mi abuelo, mi padre y un amigo lo hicieron... Eso en otros pueblos no pasa", retrata para contextualizar cómo se vive la situación en la localidad andaluza donde afirma que "es muy duro que una persona te cuente una situación tan difícil. Ni siquiera como asociación estamos preparados todavía para esas situaciones". Manuel Calvillo advierte, de todas formas, que hay que saber cómo y de qué forma derribar el estigma: "Hay que tener cuidado porque hablar del suicidio también puede provocar una especie de contagio. Si eres conocedor de una salida es más probable que la tomes que si no. El ocultismo en cierta forma también le ha salvado la vida a gente, pero hay que derribarlo para que la gente sepa que hay salida, que pueden pedir ayuda y que no están solos".
Fomentar la prevención del suicidio es un cálculo muy preciso, un largo proceso donde hay que saber qué palabras decir y cuándo decirlas. "Aunque el suicidio y la salud mental están relacionados, no es exactamente lo mismo. El primer caso es un problema de salud pública. Nadie tiene la culpa, pero sí es responsabilidad de todos. Yo rechazo los mensajes positivistas que se han puesto tan de moda porque, aunque te esfuerces, a veces las cosas no saldrán, pasarás por situaciones difíciles y hay amores no correspondidos, pero siempre hay una forma de salir adelante", afirma Calvillo recordando que los entornos son importantes, que el comportamiento de la sociedad influye. "Las circunstancias de la gente también son clave, por eso hay que estar atentos ante el bullying, el acoso o la soledad y fomentar la empatía y la solidaridad". Ahora, Manuel empezará un curso de formación para familiares de supervivientes en la Asociación GAMA. "El desempeño de vecinos y asociaciones es más importante en muchas ocasiones que la labor de los profesionales", dice.
"Hay que tener en cuenta que el proyecto —EAAD-Best, iniciativa de la Alianza Europea contra la Depresión— con el que hemos empezado a actuar comenzó el 20 de octubre de 2022. Echamos valentía al tener temor de que hablar de esto pudiera producir un rebote de incidencia más alta, pero nos atrevimos a hablar. La población estaba muy sensibilizada con el tema y está acudiendo a todos los eventos, a todas las actuaciones que hemos hecho, de una forma masiva", explica Ventura Olea para poner encima de la mesa el trabajo en común que están haciendo vecinos, asociaciones e instituciones. "El año pasado tuvimos una incidencia bastante alta en relación a la media, unos 14. Tengo las estadísticas de los últimos ocho años y empezamos a ver que se acumulaban en meses concretos. Es decir, aparecía un caso y luego, de rebote o contagio, había como otros tres más a continuación", analiza señalando la importancia de la manera de abordar el suicidio.
Este proyecto está fundamentado en cuatro líneas. La primera es fomentar la Atención Primaria. "Se sabe que la persona que se suicida, en el mes previo, visita con frecuencia algún centro de salud. No siempre con la idea de 'tengo pensamientos suicidas', sino que acude por diversos motivos: malestar, quejas somáticas...", dice Ventura. La segunda es comprometer a la ciudadanía. "Formar a farmacéuticos, trabajadores sociales, policías y vecinos para que puedan colaborar en detectar la depresión y que ellos puedan ser canalizadores de esas personas para llevarlos a ponerse en tratamiento. Generamos una asociación para ello —la Asociación GAMA—", respalda.
La tercera es realizar eventos públicos para concienciar a la población. "Llevamos figuras destacadas y convocamos a la población. Se habla de distintos aspectos del suicidio y de cómo prevenirlo. Hacemos uno cada tres meses y la verdad que están funcionando bien", asegura. Finalmente, la última línea es el seguimiento de personas en riesgo, un equipo de 8 personas en el que precisamente trabaja Manuel Cavillo. "Contamos con cuatro facultativos, enfermeras... Y es fundamental. Una vez detectada la persona en riesgo hay que saber qué hacer con ella y cómo proceder. Todo es un proceso lento, pero con el que poco a poco vamos mejorando", afirma.
Las cifras de los suicidios anuales son difíciles de variar. En 2024, Alcalá la Real tuvo 14 suicidios, lo que aumentó la incidencia en 38 de 100.000. Es decir, el triple que la media andaluza. "Antes del proyecto nadie se atrevía a hablar de ello y ahora por lo menos se habla y se sensibiliza", comenta Ventura. Este año, tres años después del inicio de la iniciativa, por el momento van cuatro suicidios, lo que reduce significativamente los datos desde el inicio de la pandemia. "En vez de echar las campanas al vuelo y decir 'bueno, nuestro proyecto está siendo tremendamente exitoso', prefiero ser cautos y esperar a ver la tendencia que necesitamos años para comprobarla", concluye.
Manual de prevención del suicidio
Yolanda Sánchez Carro es psicóloga y forma parte de la Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio, además de estar afiliada en UDIMA. Atiende a El HuffPost para señalar las claves de la prevención. Reconocer las señales de alerta es el primer paso para prevenir una conducta suicida. Para ello es fundamental prestar atención no solo a su presencia, sino también a su reciente aparición, aumento de intensidad o concurrencia de varias a la vez. Las señales verbales pueden incluir frases como "no puedo más" o "sería mejor no estar", así como despedidas inusuales o la percepción de ser una carga. Estos mensajes, explícitos o velados, indican sufrimiento profundo y una posible ideación suicida. Asimismo, gestos como regalar objetos de valor, cerrar trámites personales o despedirse de personas distantes deben encender las alarmas.
Las señales conductuales también son determinantes. Sánchez subraya que la búsqueda de métodos letales —como acumular fármacos—, el abandono de rutinas, la falta de higiene, el ausentismo laboral o académico, y el aumento en el consumo de alcohol o drogas son signos que no deben pasarse por alto. Además, los cambios emocionales —como la desesperanza, la culpa intensa, la irritabilidad o la ansiedad— pueden reflejar un sufrimiento que la persona no logra expresar abiertamente. En estos casos, la empatía y la escucha activa son herramientas clave: preguntar sin juzgar y ofrecer apoyo inmediato puede salvar una vida.
Además, Sánchez recuerda que el suicidio no distingue edad ni condición social. En adolescentes, las caídas en el rendimiento escolar, el aislamiento o el ciberacoso pueden ser detonantes; mientras que en personas mayores, la soledad, el duelo o las enfermedades crónicas aumentan la vulnerabilidad. Por ello, cada evaluación debe ser individualizada, considerando tanto el contexto interno como el externo de la persona. Detectar un plan concreto, una intención declarada o el acceso a medios letales requiere una intervención urgente. La prevención del suicidio es tarea de todos: reconocer, escuchar y acompañar puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
