Aragón tiene mar y está en el embalse más grande de la comunidad
Con más de 500 kilómetros de costa interior, el embalse de Mequinenza no solo es el más grande de Aragón, sino también uno de los más extensos de España.
En el imaginario colectivo, Aragón es tierra de montañas, ríos y desiertos, pero nunca de mar. Sin embargo, esta percepción empieza a cambiar gracias a un fenómeno geográfico y turístico que ha ganado fuerza en los últimos años: el embalse de Mequinenza, también conocido como el "Mar de Aragón". Situado en la confluencia de los ríos Ebro, Segre y Cinca, este gigantesco cuerpo de agua ha transformado la región en un enclave acuático de referencia, tanto por su tamaño como por las actividades que alberga.
Con más de 500 kilómetros de costa interior, el embalse de Mequinenza no solo es el más grande de Aragón, sino también uno de los más extensos de España. Su superficie, que supera los 7.500 hectáreas, ha dado lugar a un ecosistema acuático que recuerda más a un entorno marítimo que fluvial. Esta singularidad ha convertido al embalse en un punto de encuentro para amantes de la navegación, la pesca deportiva y el turismo náutico, consolidando la idea de que Aragón, contra todo pronóstico, tiene mar.
El embalse de Mequinenza fue construido en la década de 1960 como parte de un ambicioso proyecto hidroeléctrico. Desde entonces, su impacto ha sido mucho más que energético. La presa, ubicada en el municipio zaragozano de Mequinenza, retiene las aguas del Ebro y ha creado un entorno lacustre que se extiende por las comarcas del Bajo Cinca y el Bajo Aragón-Caspe. Su capacidad de almacenamiento supera los 1.500 hectómetros cúbicos, lo que lo convierte en un auténtico mar interior.
A diferencia de otros embalses que cumplen funciones meramente técnicas, Mequinenza ha evolucionado hacia un modelo de aprovechamiento turístico y deportivo. Las aguas tranquilas y extensas permiten la práctica de deportes náuticos como el piragüismo, el esquí acuático y la vela. Además, su riqueza piscícola lo ha posicionado como uno de los destinos más codiciados para la pesca de lucioperca, siluro y black bass, atrayendo a aficionados de toda Europa.
La denominación "Mar de Aragón" no es solo una estrategia de marketing. Los habitantes de la zona han adoptado esta expresión con orgullo, conscientes de que el embalse ha redefinido la identidad territorial. En localidades como Caspe, Chiprana o Fayón, el turismo vinculado al agua ha revitalizado la economía local, generando empleo y fomentando la creación de infraestructuras como puertos deportivos, alojamientos rurales y centros de interpretación ambiental.
El paisaje que rodea el embalse también contribuye a esta sensación marítima. Las orillas, salpicadas de playas fluviales, acantilados y zonas boscosas, ofrecen una experiencia visual que recuerda a los entornos costeros. En verano, la afluencia de visitantes transforma la zona en un auténtico destino vacacional, con actividades que van desde excursiones en barco hasta festivales junto al agua.
Uno de los aspectos más singulares del embalse es su biodiversidad. A pesar de tratarse de un entorno artificial, el ecosistema acuático ha evolucionado de forma sorprendente. Aves acuáticas como garzas, cormoranes y águilas pescadoras encuentran en Mequinenza un hábitat ideal. La calidad del agua y la regulación de caudales han permitido la proliferación de especies que antes eran raras en la región, consolidando al embalse como un enclave de interés ecológico.
La percepción de que Aragón tiene mar ha calado incluso en el ámbito educativo y cultural. Centros escolares de la comunidad organizan visitas al embalse como parte de sus programas de conocimiento del medio, y cada vez son más los proyectos artísticos y literarios que se inspiran en este paisaje acuático. El "Mar de Aragón" ha dejado de ser una curiosidad geográfica para convertirse en un símbolo de transformación territorial.