Blanca García-Orea, nutricionista, sobre la diferencia entre el atún y el atún claro: "Cuanto mayor tamaño, más cantidad de mercurio"
También ofrece consejos sobre la frecuencia con la que comer este producto.
El pescado es uno de los pilares de la dieta mediterránea. Rico en proteínas de alta calidad, grasas saludables y micronutrientes esenciales, su consumo regular está asociado a numerosos beneficios para la salud. Sin embargo, no todas las especies son iguales ni resultan igual de recomendables si hablamos de un aspecto clave: el mercurio.
Este metal pesado, presente de forma natural en la corteza terrestre, llega a mares y ríos tanto por procesos naturales como por actividades humanas. Una vez en el agua, puede acumularse en los peces en diferentes concentraciones. Los más problemáticos son los grandes depredadores situados al final de la cadena alimentaria: pez espada, tiburón (cazón, marrajo, pintarroja, mielgas o tintorera), atún o lucio, todos ellos capaces de acumular cantidades mayores de mercurio.
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) advierte que "el mercurio puede afectar al sistema nervioso central en desarrollo, por exposición directa tras el consumo de ciertos alimentos o indirectamente al poder atravesar la placenta. También puede estar presente en la leche materna". Por ello, las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, así como los niños pequeños, constituyen la población más vulnerable.
No obstante, la AESAN asegura que "comer pescado es seguro y saludable". La legislación alimentaria europea establece límites máximos de mercurio "de obligado cumplimiento y que, controlados por las autoridades sanitarias, garantizan un consumo seguro de alimentos por la población".
La importancia de saber elegir
Una de las claves para comer pescado con seguridad, es saber elegir bien el producto que se consume para mantener un equilibrio. La nutricionista Blanca García-Orea Haro, autora del libro 5 semanas para desinflamarte, comparte esta información en su Instagram relacionada con el atún, uno de los alimentos más populares.
"Cuando vas al supermercado, ¿sabes diferenciar qué tipo de atún tiene menor contenido en mercurio?", plantea la experta García-Orea al comienzo de su vídeo, antes de aclarar que en las estanterías conviven principalmente dos tipos: el que se etiqueta como atún claro y el que aparece simplemente como atún.
La diferencia no es trivial. "El que se llama atún claro, por su tamaño, es el atún de mayor contenido en mercurio de los que encontramos enlatados", señala. Este pez puede alcanzar hasta 200 kilos, y la relación entre tamaño y acumulación de mercurio está más que demostrada: cuanto más grande y longevo es el animal, más metal pesado puede almacenar.
En cambio, las latas rotuladas únicamente como atún suelen proceder de especies más pequeñas. "El más frecuente es el listado, que se denomina pelamis, y tiene un peso medio de unos 35 kilos", explica la nutricionista. Esto lo convierte en una alternativa más segura para un consumo habitual.
Frecuencia ideal y opciones más saludables
Respecto a la frecuencia, García-Orea ofrece una recomendación clara: "Lo ideal sería no consumir más de una o dos latas de atún a la semana". También insta a optar por formatos más seguros: "El atún envasado en vidrio es preferible porque evita los metales pesados asociados al proceso de enlatado".
En cuanto al líquido de cobertura, no hay grandes diferencias. "Natural, en escabeche o en aceite de oliva virgen, los tres están bien", sostiene. Si bien reconoce que el escabeche puede incluir algo de aceite de girasol, matiza que "es poca cantidad".
Finalmente, la experta señala alternativas aún mejores para quienes quieran reducir al máximo la exposición al mercurio: "Otras opciones mejores que el atún son la melva y la caballa", dos especies de pequeño tamaño, 1,5 kg y 2 kg respectivamente, que apenas acumulan metales pesados.