Casi 2.500 toneladas de oro yacen bajo esta ciudad europea: podría solucionar grandes problemas pero es intocable
Podría ser el último escudo del país si el sistema que conocemos hoy en día colapsa.

A unos veinte metros bajo las calles de París se esconde uno de los secretos mejor guardados de Europa: “La Souterraine”, la cámara acorazada del Banco de Francia. Allí descansan 2.436 toneladas de oro, apiladas en una superficie del tamaño de dos campos de fútbol. Su valor actual ronda los 177.000 millones de euros, más del doble que en 2018, reflejo directo de un mundo cada vez más inestable.
El oro, considerado un refugio en tiempos de incertidumbre, ha multiplicado su cotización mientras Francia lidia con una deuda pública que supera los tres billones de euros. Sin embargo, ni esa presión ha hecho que el Estado se plantee vender una parte del tesoro: el oro sigue siendo “intocable”.
La idea de convertir esos lingotes en liquidez suena tentadora, pero el coste simbólico y estratégico sería enorme. Muchos países que vendieron sus reservas en los años 90 o 2000 lo lamentan hoy: el oro perdido no vuelve, y en un contexto geopolítico volátil, su ausencia puede ser más cara que la deuda misma.
Desde 2009, el Banco de Francia mantiene una política inamovible: no comprar, no vender, solo conservar. Cada lingote está auditado y controlado con precisión, en una estrategia que transmite un mensaje claro a los mercados: Francia apuesta por la estabilidad a largo plazo frente al cortoplacismo financiero.
Más que un valor de mercado, estas toneladas representan una reserva de soberanía y una garantía frente a posibles crisis monetarias. En un sistema global basado en deuda y emisión de dinero, conservar ese oro es casi un gesto político: discreto, pero profundamente revelador.
El oro del Banco de Francia no resolverá su deuda, pero puede ser el último escudo si el sistema financiero tambalea.
