Cuatro turistas piden un almuerzo y cuando llega la cuenta sobrevuela el comodín de llamar a la policía
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Cuatro turistas piden un almuerzo y cuando llega la cuenta sobrevuela el comodín de llamar a la policía

El importe parece una broma de mal gusto.

LangostaSOL STOCK LTD

Las redes sociales han vuelto a arder este verano por culpa de una cuenta desorbitada. Esta vez, el escenario fue la isla italiana de Ponza, donde un grupo de turistas denunció haber pagado 923 euros en un restaurante. El caso llegó incluso a la Guardia di Finanza, aunque por ahora no hay confirmación oficial de que intervinieran.

La polémica se desató el sábado 5 de julio en Il Rifugio dei Naviganti, un conocido restaurante de la zona de Sant’Antonio. Según trascendió, los clientes —procedentes de fuera de la isla— pidieron un aperitivo, cuatro primeros platos, vino y agua. La sorpresa llegó al ver el ticket: 923 euros, es decir, más de 225 por cabeza.

¿El motivo? La estrella del menú fueron los scialatielli con langosta, cuya preparación para cuatro personas alcanzó los 759 euros. El precio del vino —una botella de biancolella de las bodegas Migliaccio— sumó otros 120. En total, solo el primer plato costó cerca de 190 euros por persona.

Corrieron rumores de que los turistas, indignados, llamaron a la Guardia di Finanza para denunciar la cuenta. Sin embargo, ni la comandancia provincial de Latina ni el propio alcalde de Ponza, Franco Ambrosino, han confirmado que se haya presentado una queja formal por el caso. Tampoco constan reclamaciones previas por precios abusivos en restaurantes de la isla.

Mario Coppa, responsable del establecimiento, defendió públicamente la factura. En declaraciones a La Repubblica, aseguró que no había nada fuera de lo común en los precios y que los clientes habían elegido una langosta de 825 gramos, a 230 euros el kilo. “Todo se muestra con etiquetas y los precios son visibles. Nadie es engañado”, afirmó.

Coppa admitió que hubo un desencuentro con una mesa de clientes de Latina, a quienes ofreció un descuento para rebajar tensiones. También subrayó que su carta incluye platos mucho más económicos, entre 15 y 20 euros, pero que su especialidad —la langosta— es un producto caro, bien conocido por su exclusividad.

El restaurador fue más allá y lanzó una queja hacia cierto tipo de clientela estacional: “Si pudiera, cerraría en agosto. A veces vienen turistas que quieren probar la langosta sin poder permitírselo”, lamentó, aludiendo a las recurrentes críticas que recibe cada verano por los precios.

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