El millonario exprés: tres meses de juerga, un millón gastado y un viaje en ambulancia
“Fue divertido, hasta que mi salud se deterioró”, reconoció al BBC.

Ganar la lotería puede cambiarte la vida o reventártela en el intento. Que se lo digan a Adam López, un británico de 39 años que pasó de tener 12,40 libras en el banco a ver siete cifras en su cuenta, y de ahí, directo al hospital. En julio, compró un rasca y gana en una tienda de Norwich y se convirtió en millonario al instante. Tres meses después, en septiembre, ingresó de urgencia con una doble embolia pulmonar. “Fue divertido, hasta que mi salud se deterioró”, ha contado a la BBC con la serenidad de quien ha sobrevivido a su propia fiesta.
Durante semanas, López fue el alma de su propio after. Lo celebró “sin parar durante tres meses”, según sus propias palabras. “Estos meses han sido una auténtica montaña rusa. El dinero me permitió vivir una vida que nunca había tenido, pero creo que me pasé de la raya”, explicó. La bonanza le duró lo justo para descubrir que el cuerpo, a diferencia del saldo, tiene un límite. “Sabía que esto acabaría en algún momento, y casi termina de la peor forma posible. Ha sido una lección de vida enorme”, confesó.
A principios de septiembre, empezó a notar un dolor en la pierna: un coágulo que acabó extendiéndose a los pulmones. “No podía caminar, no podía respirar. Llamé a una ambulancia y me llevaron en camilla. Lo más impactante fue estar tumbado atrás, escuchando las sirenas”, relató. Pasó ocho días ingresado y, según dice, no encuentra palabras para agradecer al personal sanitario. “No importa si tienes un millón, cien millones o mil millones: cuando estás en una camilla, nada de eso importa”.
El susto lo ha devuelto al suelo, literalmente. Reconoce que dejar su trabajo de carretillero fue otro error. “Perdí mi estructura diaria, mi rutina. Fue una desconexión total de mi vida”. Ahora asegura que dedicará entre seis y nueve meses a recuperar su salud y su equilibrio.
Al final, el millonario exprés ha aprendido que hay premios que cuestan más de lo que pagan. El suyo le dio un millón y una advertencia: que el dinero compra fiestas, pero no un cuerpo nuevo después.
