El pueblo de España alejado del mar que ha aportado más marineros a la Armada Española
Una historia poco conocida sobre cómo la necesidad, el ejemplo y el orgullo tejieron un lazo duradero entre un pueblo castellano y la vida en la mar.

En plena provincia de León, donde no huele a salitre ni por equivocación y lo que más se puede parecer a una ola es el efecto del viento en los trigales, hay un pueblo que, contra todo pronóstico, tiene una larguísima relación con la Armada Española. Se llama Alija del Infantado, no llega a 800 habitantes y está a más de 400 kilómetros del mar, pero desde hace más de un siglo ha mandado marineros a punta pala a servir en la Armada. Y no es una exageración: es el municipio de interior que más marineros ha aportado a la Marina, según cuenta Confidencial Autonómico.
La historia arranca en el siglo XIX, en un contexto de escasez y falta de oportunidades para la juventud en el interior peninsular. Mientras muchos optaban por emigrar a América o buscarse la vida en ciudades industriales, en Alija del Infantado surgió otra opción: el servicio en la Marina. El pionero fue Juan Antonio Rodríguez, nacido en 1842, que ingresó joven en la Armada y sirvió en la fragata blindada Numancia, el primer buque acorazado en dar la vuelta al mundo. Su ejemplo inspiró a familiares y vecinos, iniciando una tradición que terminaría por consolidarse.
Durante más de cien años, numerosas familias del municipio han enviado a sus hijos a la Armada, y en muchas casas, el uniforme blanco ha sido una constante generacional. El fenómeno ha sido reconocido por la propia institución naval: en 1991, el almirante Gonzalo Rodríguez Martín-Granizo, natural de León, donó al pueblo un ancla de tonelada y media procedente del crucero Canarias como muestra de agradecimiento por su contribución.
Hoy en día, Alija del Infantado sigue manteniendo una relación estrecha con la Armada Española. El municipio celebra actos conmemorativos y conserva vivo un legado que ha marcado su identidad colectiva. Además, su patrimonio histórico, como el Castillo de los Pimentel y su arquitectura tradicional, atrae a quienes buscan una historia singular en plena meseta castellana.