El fenómeno cohousing para jubilados: “No es una residencia. Somos amigos que van a vivir juntos”

El fenómeno cohousing para jubilados: “No es una residencia. Somos amigos que van a vivir juntos”

Crecen las iniciativas de “viviendas colaborativas” para mayores. Hablamos con los impulsores de una en Tres Cantos (Madrid): “Este es un proyecto antisoledad”.

Juan de Dios, Paloma, Asun y Carmen.SERGI GONZÁLEZ

“Si nos hablas de usted, te echamos”, advierte Asun, entre bromas, antes de que comience la entrevista. Paloma, por su parte, recomienda a El HuffPost que publiquemos el reportaje en Instagram. “Me ha dicho mi hijo que si no, no se lee”, razona la mujer, antes incluso de que hayamos encendido la grabadora.

Asun (71 años), Paloma (64), Juan de Dios (69) y Carmen (74) se han reunido una mañana de enero en casa de esta última, en Madrid, para hablar de un proyecto que les apasiona y al que dedican buena parte de su tiempo desde hace meses o años. Se trata de un “cohousing cooperativo”, una “vivienda colaborativa” –en este caso para personas mayores– a la que esperan entrar a vivir en 2024, después de años trabajando para ello.

Hablan de estatutos, de autogestión, de los socios, de su filosofía… Pero, ¿en qué consiste en realidad un cohousing? ¿Y un cohousing senior? El grupo tarda menos aclarando lo que no es su proyecto: “Esto no es una residencia. Somos un grupo de amigos que vamos a vivir juntos”, explica Paloma. Concretamente, son 46 ‘amigos’ que entrarán a vivir a 35 apartamentos dentro de un complejo levantado en Tres Cantos, bautizado por ahora como Centro de Convivencia Cooperativo Tres Cantos, que incluirá espacios comunes donde los residentes compartirán parte de su tiempo.

Las iniciativas de cohousing nacieron en Noruega en los años 60, y desde entonces se han extendido por los países nórdicos y por Estados Unidos. En España es algo relativamente nuevo todavía; existen diferentes modelos, pero el que interesa a Asun, Paloma, Juan de Dios y Carmen es particular. La idea general es entrar a una vivienda individual (o en pareja) pero compartir tiempo, actividades y espacio con el resto; el trasfondo es combatir la soledad, lograr una “convivencia activa” los últimos años de su vida.

— Pero si tú estás muy bien, ¿por qué te vas a ir a un sitio así? 

— Porque cuando esté muy mal, ya no me admiten 

Por la edad de los miembros y el modelo extendido de las residencias de ancianos, cuando los socios cuentan a familiares y amigos que se van a vivir a un cohousing, el principal comentario que reciben es: “Pero si tú estás muy bien, ¿por qué te vas a ir a un sitio así?”. Asun siempre está lista para responder: “Porque cuando esté muy mal, ya no me admiten”.

“Este es un proyecto antisoledad”

Tener entre 50 y 70 años y ser totalmente independiente son unos de los requisitos para ser admitido en el cohousing, un proyecto autogestionado por los socios y sin ánimo de lucro, pero privado al fin y al cabo.

“Quiero pasármelo bien, estar con amigos”, defiende Carmen, economista jubilada con cuatro hijos y 14 nietos, a los que ve a menudo y a los que quiere mucho, pero lo cual no le impide sentir soledad. “Madrid es enorme, muy impersonal. Y pasas muchas horas del día solo. Si quedas con amigas, una está en un sitio, otra en otro, llega el frío y te da pereza salir por las tardes… sientes mucha soledad en tu casa”, afirma.

Quiero pasármelo bien, estar con amigos

En el cohousing, dice Carmen, “no vas a sentir soledad”. “Tienes al amigo en la puerta de al lado, que si estás malo te viene con el caldito, que si vamos a jugar a las cartas, que si vamos a ver una peli juntas. Si una se rompe la cadera, la otra te baja al comedor con la silla de ruedas. No es lo mismo que que te pongan una persona en casa para cuidarte y estéis viendo la televisión. Este es un proyecto antisoledad”, sostiene la mujer.

Lo que lo diferencia principalmente de una residencia es “la individualidad”, tanto en la vivienda como en la gestión del tiempo. “Tienes tu apartamento y puedes estar ahí escuchando música, si te apetece, pero sabiendo que puedes bajar y te vas a encontrar a un montón de gente, incluso a amigos y familiares que vendrán”, explica Juan de Dios. “Queremos que vengan nuestros hijos, nuestros nietos, y que convivan, que interactúen”, añade.

Tienes tu apartamento y puedes estar ahí escuchando música si te apetece, pero sabiendo que puedes bajar y te vas a encontrar a un montón de gente

Aunque la mayoría de los socios no se conocían inicialmente, aseguran los entrevistados que en el grupo han encontrado “una joya”, con diferencias de pensamiento entre los miembros, claro, pero con un estilo de vida e inquietudes en común.

“Tiene que haber un feeling

Paloma reconoce que al principio le sedujo la “forma de vida” que planteaba el proyecto, pero se preguntaba: “¿Y quiénes son [los miembros]? ¿Encajaré o no?”. “Juan de Dios me entrevistó con otro compañero y me encantó. Dije: ‘Son como yo’”, confiesa.

“Tiene que haber un feeling, claro”, apunta Paloma. Ahora los socios quedan para comer y salir juntos, se reúnen en comisiones para decidir los últimos flecos del proyecto, y han llegado al punto de completarse las frases mientras hablan:

Asun: “No somos tontos, sabemos que en un grupo no todo es maravilloso, pero…”

Paloma: “Para ser miembro tienes que tener un espíritu colaborativo”.

Asun: “Y democrático”.

Carmen: “En el grupo hay gente de ideas políticas muy distintas, pero este es un modelo maravilloso: si tú eres demócrata y crees en la convivencia, puedes ser de derechas o de izquierdas, pero sabes colaborar, tienes principios mucho más importantes que las ideas políticas, y es la idea del bien común”.

Paloma: “El bien común y respetar los derechos humanos”, zanja.

En el chat de WhatsApp que comparten, los socios tienen prohibido sacar temas religiosos o políticos –porque por escrito todo es más “frío” y susceptible de ser malentendido–, pero cuando vivan en el cohousing tienen previsto montar tertulias para ahí “poder hablar de todo”. “Lograr un grupo cohesionado es lo más importante, y lo más difícil de conseguir junto con el suelo [para construir]”, sostiene Asun.

La “filosofía” del proyecto

En todo esto consiste, más o menos, la “filosofía” que comparten, y que ha atraído a decenas de personas que ya han dado el paso y se han convertido en socios. Por el camino se han quedado otros tantos: la idea del proyecto inicial surgió en 2014, y entretanto ha habido miembros que se han visto sin fuerzas para levantar la iniciativa y estrenar vivienda –y vida– en 2024.

El grupo cuenta ya los días para irse a vivir a Tres Cantos, aunque mientras tanto tienen tarea por delante. El suyo es el “único proyecto en España” de este tipo, dicen, “que no ha tenido un gestor intermediando con el equipo de arquitectura y la constructora”, afirma Asun: “Nosotros somos técnicamente promotores de nuestro proyecto”. El edificio empezará a levantarse este mes de febrero.

En ese proyecto, ellos han decidido que el espacio habitacional tendrá 50 metros cuadrados, “con 18 metros de terraza, con una plaza de aparcamiento y con unos maleteros bastante grandes”. Las viviendas constituyen la mitad del terreno construido; la otra mitad la conforman los espacios comunes. El edificio es de calificación energética A, con geotermia, suelo radiante y “mucha luz”.

Si en el futuro, estando más mayores, necesitamos algún tipo de asistencia, decidiremos en colectivo si queremos contratar a una enfermera o a un médico… pero, de entrada, no

Para decidir qué actividades llevarán a cabo en las salas compartidas, ya hay una comisión en marcha y una serie de cuestionarios distribuidos entre todos los socios: gimnasia, coro, ajedrez, astronomía, jardinería… ideas no faltan. Además, tendrán un servicio de comedor a mediodía, comida que los residentes se comprometen a hacer “en comunidad”. “El desayuno y la cena cada uno lo hace por su cuenta”, explican.

Lo que no contemplan, en principio, es tener un médico en el complejo. “Los médicos están para los hospitales y para las residencias, y esto no es ninguna de las dos cosas”, recalca Juan de Dios. “Si en el futuro, estando más mayores, necesitamos algún tipo de asistencia, decidiremos en colectivo si queremos contratar a una enfermera o a un médico… pero, de entrada, no”, aclara.

Requisitos para entrar

Para entrar a formar parte del grupo –ya con apenas 3 o 4 apartamentos disponibles–, hay que tener menos de 70 años, ser activo, compartir la filosofía colaborativa y disponer de 260.000 euros “IVA incluido” que cuesta acceder a la vivienda. Ese dinero es recuperable si la persona debe abandonar el cohousing o si fallece, en cuyo caso la suma pasaría a los herederos. “Este proyecto no es lucrativo. Somos propietarios de una cooperativa, y usuarios de por vida de un apartamento que en realidad no es nuestro”, puntualiza Asun.

¿Qué pasa si alguno de los residentes pasa a ser dependiente? “Nos hacemos cargo”, responde Juan de Dios. “Ahora mismo el edificio es accesible para personas sin movilidad –añade Asun–; hay dos ascensores y cada planta tiene un baño terapéutico en el que se puede entrar con una cama”.

Vas a que te cuiden y a cuidar. Si sólo vas a que te cuiden, no entres. Vete a una residencia

El edificio está “pensado para que, si nos quedamos inválidos o dependientes, podamos estar ahí hasta que nos muramos”, asegura Carmen: “Se irán contratando los servicios que vayamos necesitando”. De momento ya tienen una “comisión de dependencia” para trabajar este tema, y los socios cuentan con que, para esos momentos de fragilidad, sus amigos –del cohousing– les echen una mano.

“La idea es entrar bien. Pero si mañana nos ponemos mal, ya nuestros amigos nos van a cuidar”, sostiene Carmen. “Se trata primero de aportar y luego de recibir”, dice Paloma. “No vas a que te cuiden”, puntualiza, por su parte, Asun. “Vas a que te cuiden y a cuidar. Si sólo vas a que te cuiden, no entres. Vete a una residencia”, advierte.

El ‘boom’ de los ‘cohousing’

Proyectos como el suyo hay pocos en España, pero el grupo cuenta con un referente cercano de éxito: el pionero Trabensol, un Centro Social de Convivencia para mayores situado en Torremocha de Jarama (Madrid) que echó a andar en torno a 2012. Desde entonces, han surgido muchas iniciativas parecidas y, aunque pocas han llegado a término hoy, el interés crece.

Con 9 millones de personas mayores de 65 años en España, y con el modelo de las residencias en entredicho desde la pandemia, el modelo de cohousing “es una tendencia que va a más”, asegura a ABC Félix Martín Galicia, secretario general de la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios (Hispacoop), según el cual en España hay unas diez viviendas colaborativas funcionando, y otras en desarrollo y construcción.

Nos llama mucha gente que quiere invertir. Pero somos una entidad sin ánimo de lucro, esto es para convivir

Este interés social conlleva también un interés económico. “Nos llama mucha gente que quiere invertir”, reconoce Juan de Dios. “Los grandes grupos financieros están buscando negocio”, sostiene Asun, que señala que ya existen “lugares a los que se les llama cohousing” que en realidad tienen poco que ver con el concepto que ellos mantienen.

“Somos una entidad sin ánimo de lucro; esto es para convivir”, recuerda Juan de Dios. De hecho, para Paloma, el “problema” del enfoque de las residencias de ancianos es que muchas son “con ánimo de lucro” –en Madrid, cuatro de cada cinco son centros privados– y se convierten en “una oportunidad de negocio” para los empresarios. “En el momento en que hay una gestión privada, se saca dinero de la comida o de donde sea. Al hacer negocio, la atención no es buena”, considera la mujer. En su opinión, “la solución es que el modelo sea autogestionado y sin ánimo de lucro, pero las instituciones ahora mismo no están apostando por esto”, lamenta.

En su caso, la autogestión llega hasta el punto de que los socios no cuentan con “financiación de ningún tipo ni deudas con bancos, sólo las aportaciones que ponemos los socios”, explica Juan de Dios. De momento, tampoco han recibido ayudas públicas o algún tipo de exención en los permisos o las tasas, recalcan. 

Ya estamos pensando cómo vamos a colaborar con el pueblo. No queremos quedarnos encerrados en nuestro edificio, queremos ser activos socialmente

Aunque se han encontrado con obstáculos en el camino, y pese al tiempo y al trabajo empleados, los socios son tenaces, y ya se preguntan qué pueden aportar al municipio de Tres Cantos cuando se muden allí. “Ya estamos pensando cómo vamos a colaborar con el pueblo, qué cosas vamos a hacer, para dentro y para fuera”, cuenta Carmen. Incluso se plantean ofrecer su centro para cualquier actividad popular. “No queremos quedarnos encerrados en nuestro edificio; queremos ser activos socialmente, solidarios con el entorno”, dice.

Por lo pronto, tienen garantizada la sostenibilidad del proyecto a medio plazo. “¡Ya hay lista de espera!”, celebran. De hecho, disponen de tres listas de espera, una para la entrada inmediata tras la apertura del centro, y otras dos para quien quiera reservar una plaza para más adelante. Aunque insisten en que para entrar hay que conocer muy bien el proyecto y asumir lo bueno y lo menos bueno, los socios tienen claro que la iniciativa será exitosa. “¡Apúntate a la lista!”, animan a la periodista.  

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es