La estrategia del "precio señuelo" presente en todas las cartas de restaurantes y que los camareros no suelen mencionar
Según revelan estudios del sector, nuestro cerebro interpreta de manera menos crítica un “14,90” que un “15”, aunque la diferencia real sea mínima.
A veces elegir un plato en un restaurante puede ser casi tan complicado como cocinarlo. Las cartas están llenas de detalles que pasan desapercibidos y que, según explica Chip en un análisis reciente, pueden influir directamente en lo que pedimos y en cuánto acabamos pagando. Comprender estas tácticas ayuda a disfrutar de una experiencia más consciente y, sobre todo, a evitar caer en ofertas que suenan mejor de lo que realmente son.
Una de las estrategias más extendidas es la colocación de los precios más altos al inicio de cada sección del menú. Esta técnica responde al llamado efecto de primacía, ya que lo primero que vemos condiciona la percepción de todo lo que viene después. De este modo, platos que no son baratos pueden parecernos razonables en comparación. Para evitarlo, la recomendación es clara: mirar toda la carta antes de decidir. Como apuntan los especialistas citados por el medio, los restaurantes buscan crear un “precio señuelo” que sirva de referencia y modifique nuestro juicio sin que nos demos cuenta.
Otra táctica habitual consiste en eliminar el símbolo del euro o redondear precios para suavizar el impacto visual. Según revelan estudios del sector, nuestro cerebro interpreta de manera menos crítica un “14,90” que un “15”, aunque la diferencia real sea mínima. Por eso conviene fijarse más en el tamaño de la ración que en la cifra y comparar platos parecidos. La misma lógica se aplica a los menús que indican precios por 100 gramos o por ración, especialmente cuando se trata de carne o pescado. Estas especificaciones permiten calcular si realmente compensa.
Las descripciones poéticas también merecen atención. Palabras como “casero”, “del día” o “de la huerta” pueden ser sugerentes pero no siempre precisas. El experto Thorsten Schwab recuerda que el lenguaje se usa a menudo para elevar la percepción del plato, de modo que conviene preguntar por ingredientes concretos, origen o forma de preparación si algo no está claro. Un camarero bien formado debería poder explicar estos detalles sin problema.
En el caso de los vinos, la psicología del precio se acentúa todavía más. Las cartas suelen incluir opciones muy costosas cuya función principal es servir de ancla para que el resto parezca más asequible. Por eso es útil revisar toda la lista, comprobar la añada y el origen, y pedir recomendaciones al personal si se duda. A menudo hay vinos con buena relación calidad-precio que pasan desapercibidos para la mayoría.
Incluso las fotos del menú dan pistas: imágenes excesivamente editadas o desproporcionadas pueden indicar un nivel de calidad inferior al que se quiere transmitir. En contraste, muchos restaurantes de alta categoría evitan por completo las fotografías para centrarse en la descripción técnica del plato.