Le roban toda la cosecha de avellanas y su reacción es de las que no se olvidan: "Son ladrones, pero valientes"
"Era nuestra primera cosecha pequeña. No tendremos nada. Esperábamos poder disfrutar al menos de una segunda recogida".

Lo que debía ser el inicio de una nueva etapa en su negocio terminó en un golpe amargo. Eric Lamy, maestro chocolatero de Brive, descubrió hace unos días que casi 600 de sus avellanos habían sido saqueados, justo cuando estaba a punto de recoger su primera cosecha.
El hallazgo fue desolador: ramas rotas, árboles dañados y los frutos desaparecidos. "¡Nos robaron todas las avellanas!", lamentó Lamy al recorrer la plantación, donde había invertido tiempo, esfuerzo e ilusión.
Los árboles, de la variedad Tonda, tenían apenas cuatro años y se encontraban en plena etapa de producción. Cada uno contenía entre 200 y 300 gramos de fruto, lo que suponía un total de entre 150 y 200 kilos de avellanas. "Era nuestra primera cosecha pequeña. No tendremos nada. Esperábamos poder disfrutar al menos de una segunda recogida", explicó con resignación.
El robo fue meticuloso. Según Lamy, los ladrones actuaron con organización y rapidez: "Hay que ser valiente para sacudir y vaciar 650 árboles. Todo está limpio y ordenado. Son ladrones, pero aun así… valientes", ironizó, intentando encontrar un resquicio de humor en medio del desastre.
El daño, sin embargo, va más allá de la pérdida de la fruta. Los árboles quedaron maltrechos, con ramas desgajadas que ahora tendrán que ser podadas, lo que retrasará su recuperación y afectará a la producción futura.
El chocolatero no oculta su sorpresa por un robo tan inusual. "Somos los precursores del robo de avellanas", bromeó, consciente de que este tipo de incidentes podrían multiplicarse en el futuro. Y es que el precio de las avellanas ha subido en los últimos años, lo que aumenta el interés (y la codicia) en torno a este fruto.
En total, los ladrones se llevaron lo que hubiera sido la primera gran satisfacción de Lamy tras años de espera. La cosecha estaba lista: bastaba con sacudir los árboles y recoger los frutos que caían al suelo. Un trabajo agotador, pero que en manos de los delincuentes se convirtió en un botín fácil.
El chocolatero ya ha presentado una denuncia y espera que las autoridades puedan esclarecer lo ocurrido. Mientras tanto, observa sus avellanos con una mezcla de rabia y tristeza, decidido a seguir adelante pese al revés.
"Ha sido una mala experiencia, pero hay que continuar", concluyó, convencido de que la próxima cosecha (si la Diosa de la Fortuna acompaña) no acabará en manos ajenas.
