Lieke, de 43 años, la "pobre hija" de la familia: "Gano 6.500 euros al mes, pero mis padres ricos no lo saben"
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Lieke, de 43 años, la "pobre hija" de la familia: "Gano 6.500 euros al mes, pero mis padres ricos no lo saben"

La mujer afirma que al principio se sintía culpable, pero reconoce que disfruta mucho de la ayuda que le dan sus padres y no piensa decirles la verdad.

Una mujer recibe dinero de su madre.Getty Images

En apariencia, Lieke lleva una vida sencilla. Sus padres creen que, tras su divorcio y su regreso del extranjero, apenas logra llegar a fin de mes. Sin embargo, en un testimonio publicado en la revista Libelle, la mujer confiesa vivir una realidad muy distinta: "Sé que no está bien, pero finjo ser mucho más pobre de lo que realmente soy".

Su historia, tan cotidiana como incómoda, abre un debate sobre la culpa, la dependencia familiar y el papel del dinero en las relaciones entre padres e hijos adultos.

La mujer de 43 años, que trabaja en una gran empresa, explica que sus padres "viven en una gran mansión, poseen varias propiedades tanto en su país como en el extranjero y llevan años jubilados". Su padre fue dueño de una compañía exitosa en la que también trabajó su madre. Gracias a ello, la familia goza de una situación económica muy holgada.

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Sin embargo, cuando Lieke se separó y volvió a su país, les permitió creer que su situación financiera era precaria. "Mis padres creen que trabajo en una gran empresa donde gano lo justo para cubrir la hipoteca y otros gastos fijos", relata. 

Lo que no saben es que fue ascendida poco después y que desde hace cinco años recibe "bonos importantes cada mes". "Con los bonos gano entre 6.000 y 6.500 euros al mes. Estoy bastante contenta con eso", asegura.

Dinero que no necesita, pero acepta para sus caprichos

Aun así, mantiene la farsa. Su padre le pregunta con frecuencia: "¿Todo bien este mes?". Lieke sabe perfectamente que, si lee dice que va justa de dinero él le mandará dinero: "Normalmente tarda menos de un día en llegarme un Tikkie o una transferencia bancaria".

Las ayudas varían entre 1.000 y 2.000 euros, siempre acompañadas de un mensaje reconfortante: "No te preocupes, cariño. Tus padres están aquí para ti".

Al principio, la situación le generaba cierta culpa. "Sabía que no lo necesitaba y que debería haber sido honesta", admite. Pero siguió aceptando el dinero y, poco a poco, se fue justificando: "Casi siento que los hago sentir bien: ayudan a su 'pobre hija' y yo no tengo que preocuparme por el dinero".

Este dinero que recibe de sus padres no lo destina a pagar facturas precisamente. "Para eso tengo mi propio sueldo. No, ese dinero extra lo uso para darme algún capricho", reconoce. Así, disfruta de cenas con amigas, días de spa o bolsos de lujo. Incluso ha financiado vacaciones completas: "Siempre digo que viajo por trabajo. Así, nadie se dará cuenta si me subo a un avión y envío una foto preciosa de una puesta de sol".

Aun así, procura mantener la fachada. Cuando sus padres la visitan, "guarda los bolsos caros en el armario y evita usar sus joyas más valiosas". También se viste de forma sencilla para no levantar sospechas. "No quiero que vean que su 'pobre hija' tiene un armario lleno de cosas compradas con su dinero", apostilla.

Entre la culpa y la comodidad

Aunque reconoce que su comportamiento puede parecer inmaduro, Lieke no planea parar por ahora. "A veces me parece un poco infantil seguir aceptando dinero de mis padres, pero así es la vida. Y la verdad es que lo disfruto mucho", escribe.

Sabe que, si confesara su verdadera situación, sus padres podrían sentirse heridos. "Incluso pensaría que mi padre se ofendería un poco porque ya no los necesito". Por eso, prefiere mantener su secreto: "Por ahora, lo dejaré así y no diré nada más. Gracias a su ayuda, puedo darme algún capricho de vez en cuando. Les gusta ayudar, y yo me aprovecho de ello".

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