Tala los 16 árboles de más de 50 años de su vecina por capricho y llaman a su puerta con una demanda millonaria
Fue un capricho con grandes consecuencias legales.

Buscaba una “vista despejada al mar” y terminó visitando los tribunales. Un hombre de Massachusetts se enfrenta a una demanda por 1,4 millones de dólares tras talar sin permiso 16 árboles de más de 50 años en la propiedad de su vecina.
Los hechos ocurrieron en la exclusiva isla de Nantucket, en Massachusetts, conocida por sus paisajes costeros y residencias de alto nivel. Según informa el Nantucket Current, Jonathan Jacoby decidió tomar estas medidas drásticas con el objetivo de mejorar la vista desde su mansión y aumentar su valor de mercado.
“Las acciones del acusado pretendían mejorar la vista desde su propia residencia y se llevaron a cabo a sabiendas, a pesar de no tener derecho legal a hacerlo”, sostiene la demanda.
Árboles con 50 años de historia
Los árboles —una combinación de cedros, cerezos y cipreses de Leyland— habían sido plantados por la familia Belford en los años 70 y alcanzaban más de 9 metros de altura. Además de su valor estético, ofrecían sombra, privacidad y protección acústica, según la propietaria. El coste de reponerlos se estima en al menos 486.000 dólares, pero los daños emocionales y patrimoniales multiplican esa cifra.
La polémica creció aún más cuando se supo que Jacoby puso su casa a la venta por 10 millones de dólares, destacando en el anuncio una característica clave: "impresionante vista al mar". Para los demandantes, esto revela una clara intención de enriquecimiento personal a costa de una invasión ilegal de propiedad privada.
Además, uno de los testimonios más importantes es la del exjardinero del acusado, que testificó a favor de la víctima, confirmando que Jacoby le pidió personalmente ayuda para limpiar el terreno tras la tala.
Investigación policial en marcha
La policía local de Nantucket ha abierto una investigación para esclarecer lo ocurrido, en una isla de apenas 15.000 habitantes, muchos de ellos propietarios de segundas residencias. El caso ha generado indignación en la comunidad, donde la conservación del paisaje natural y el respeto vecinal son claves.
