Un agente inmobiliario revoluciona el sector: "Por el precio de un coche pequeño puedo venderte una isla"
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Un agente inmobiliario revoluciona el sector: "Por el precio de un coche pequeño puedo venderte una isla"

Pese a ello, asegura que sus clientes no buscan el "lujo".

Isla en el océanoGetty Images

Farhad Vladi, uno de los nombres más veteranos y singulares del mercado inmobiliario internacional, lleva medio siglo dedicado a vender algo que para muchos es un sueño inalcanzable: islas privadas. A sus 80 años y con más de 3.000 operaciones cerradas, sostiene que hacerse con una de estas joyas naturales no es solo cosa de millonarios. “Por el precio de un coche de gama media puedo venderte una isla”, asegura.

Su agencia, con sede en Hamburgo, gestiona actualmente alrededor de un centenar de islas en todo el mundo. Entre ellas, destinos exclusivos como Vawa, en Fiyi, valorada en 15 millones de dólares. Pero también pequeñas propiedades accesibles para presupuestos mucho más modestos. Vladi insiste en que muchos de sus clientes no buscan lujo, sino la sensación de aislamiento y contacto con la naturaleza que solo ofrece un territorio propio rodeado de agua.

El veterano agente explica que el proceso de búsqueda siempre empieza con dos preguntas básicas: dónde quiere el comprador su isla y cuánto está dispuesto a invertir. Aconseja incluso alquilar antes de dar el paso definitivo, porque adquirir una isla implica asumir su entorno natural y social, y no todos los compradores están preparados para ello.

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En su cartera no todo vale. Vladi descarta vender islas protegidas, inaccesibles o sin permisos de construcción. Tampoco ofrece simples rocas en mitad del océano. “Una isla privada debe ser habitable, con árboles, atractivo y cierto potencial”, resume. Su misión, dice, es encontrar un equilibrio entre la fantasía del cliente y la realidad del terreno.

A lo largo de su carrera ha acompañado a figuras conocidas —como Johnny Depp, Cristiano Ronaldo o Nicolas Cage— en la búsqueda de su refugio perfecto. De Cage recuerda una visita especialmente peligrosa en Bahamas, marcada por un fallo de motor en pleno vuelo en helicóptero: un susto que, según cuenta, acabó sellando la compra de la isla.

El negocio, sin embargo, no está libre de influencias externas. Las tensiones geopolíticas y la búsqueda de seguridad han disparado el interés por territorios remotos en los últimos años. Aun así, Vladi admite que evita trabajar en países donde la legislación impide la compra a extranjeros o en regiones con mala reputación política.

Para él, comprar una isla es tanto una inversión como una forma de vida. La escasez —afirma— garantiza una revalorización constante, aunque la decisión de vender casi siempre llega por motivos personales: herencias, deudas o divorcios. “Las islas son arte de la naturaleza”, concluye, “y quien compra una, compra también una filosofía de libertad”.

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