Un medio británico advierte por qué el mundo se está quedando sin incienso
Las proyecciones son que en 20 años la producción mundial de incienso podría reducirse a la mitad si no cambian las prácticas actuales.

El incienso está presente en estas Navidades como símbolo, ya que era uno de los regalos que los Reyes Magos llevaban al Niño Jesús, y realidad en Semana Santa, presente en ritos y procesiones. Imagina que los hechos que describe la Biblia se hubieran producido en estos días o en un futuro próximo; pues igual el rey mago que llevaba incienso tendría que haber optado por otro regalo.
Y es que saltó la noticia: no nos quedamos sin petróleo u oro, sino sin incienso. Y aunque no lo parezca, importa, y mucho. No solo como símbolo en tantos rituales y actos, sino también como bien en sí. Hoy en día todo es negocio y todo se comercia, y la región de donde sale casi todo este incienso pasa por momentos críticos. No es sorpresa: está en África, concretamente en el cuerno de África.
La BBC publicó un reportaje extenso sobre el problema focalizado en Dayaha, una pequeña localidad de la región de Sanaag, en Somalilandia (Somalia). Allí, Salad Muse vive durante meses en una cueva para proteger y cuidar los árboles de los que depende su sustento.
Es recolector de incienso, una actividad heredada de generaciones anteriores, y cada año pasa entre tres y seis meses acampado cerca de las tierras familiares donde crecen los árboles de Boswellia, de cuya corteza se extrae una de las resinas aromáticas más codiciadas del mundo.
Su rutina es dura y meticulosa. Su rutina es dura y meticulosa. Recorre el terreno árbol por árbol, inspecciona la corteza en busca de plagas, limpia la arena acumulada y protege las plántulas que él mismo plantó al inicio de la temporada. Pero el futuro de estos bosques —y el de miles de recolectores como él— pende de un hilo.
Un producto sagrado convertido en negocio global
El incienso no solo está ligado a la tradición religiosa. Mucho antes, ya se utilizaba en la medicina india y china, y es uno de los productos más antiguos del comercio internacional.
Hoy, su uso se ha disparado gracias a la industria del bienestar, valorada en 5,6 billones de dólares (4.770 millones de euros), donde se emplea en rituales de meditación, terapias alternativas y productos aromáticos. También sigue siendo esencial en ceremonias religiosas, incluido el culto católico.
El Cuerno de África, epicentro de la producción
La combinación de tensiones locales en esta región, pagos muy bajos, falta de regulación y una demanda global creciente está empujando a muchos recolectores a explotar los árboles a niveles insostenibles.
La resina se obtiene mediante la llamada sangría, un proceso similar al del jarabe de arce: se realizan incisiones en la corteza para que la savia fluya y, tras semanas de secado, se recolecta en forma de pequeñas "lágrimas".
Tradicionalmente, estas incisiones eran pocas y cuidadosas. Hoy, en muchos lugares, los árboles se sangran en exceso, lo que provoca daños a largo plazo. Un informe de 2022 advierte de que un solo árbol puede tardar más de 10 años en recuperarse de una explotación intensiva.
Pero la presión no viene solo de su recolección y del mercado. El cambio climático, las plagas de escarabajos barrenadores, el pastoreo intensivo y las quemas frecuentes están agravando la situación.
Un estudio publicado en Nature en 2019 alertó de que las poblaciones de Boswellia papyrifera —clave en Etiopía y Sudán— están colapsando. Más del 75 % de los bosques estudiados carecen de árboles jóvenes, y la regeneración natural lleva décadas ausente.
Un mercado "quemado" en muchos sentidos
La cadena de valor sigue siendo profundamente injusta. Según Andy Thornton, socio de Silvan Ingredient Ecosystem, los recolectores de Somalilandia trabajan en un sistema de pagos al contado, con múltiples intermediarios que se benefician de la falta de control estatal.
El resultado es demoledor: cuando la resina llega a los mercados occidentales, puede venderse por 60 a 100 dólares por kilo. El recolector original recibe entre 2 y 5 dólares, apenas un 3% del valor final.
