Un obrero de la construcción engorda su cuenta en más de 1 millón de euros: "Después de trabajar tan duro, no quiero desperdiciarlo"
Pese al dinero, su vida no ha cambiado.

Un día normal de trabajo terminó convirtiéndose en un giro inesperado para Nauris Petriks, un trabajador de la construcción nacido en Letonia y afincado en Finlandia. Tras casi dos décadas levantando su vida a base de hormigón, madrugones y frío nórdico, Petriks vio en su cuenta bancaria más de un millón de euros, una cifra que jamás imaginó.
“En ese momento se me quitó un gran peso de encima”, confiesa. Después de 18 años trabajando por todo el país, aquel ingreso multimillonario fue un antes y un después. Según los registros fiscales, Petriks acumuló el año pasado 1,4 millones de euros, de los cuales 1,3 millones procedían de ganancias de capital derivadas de una importante operación empresarial.
De obrero a empresario
Petriks llegó a Finlandia en 2007 junto a su esposa y comenzó a trabajar en la empresa Betomix, propiedad entonces de Kimmo Takalo. Allí aprendió el oficio con rigor y también el idioma finlandés, mientras trabajaba en obras repartidas por todo el país. “Yo mismo hacía los suelos, extendía el hormigón y reforzaba las paredes. Si es necesario, aún puedo hacerlo”, cuenta con orgullo el ahora capataz.
En Betomix también conoció a quienes se convertirían en sus futuros socios: Teemu Hämäläinen, Teemu Ristola, Teemu Takalo y el propio Kimmo Takalo. En una entrevista con un medio finlandés recordó con humor cómo distinguían a los tres Teemu: “Uno era Teemu el Grande, otro Teemu el Pequeño y otro Teme”.
En 2016, tras la venta de Betomix, el grupo decidió fundar Kuratek, una empresa especializada en pavimentos de hormigón. Cada uno aportó 10.000 euros de capital inicial, una inversión que, visto lo visto, resultó extraordinaria. A finales de 2024, Kuratek fue adquirida por Kotera Group, operación que convirtió a sus fundadores en millonarios.
Una vida sin lujos
Pese al dinero, Petriks confiesa que su vida no ha cambiado. Continúa despertándose a las cuatro de la mañana, conduciendo desde su casa en Kouvola hasta la obra, y trabajando hasta bien entrada la noche.
“Llevo 18 años con este ritmo y no me molesta. Es muy agradable”, asegura. Sus vacaciones, admite entre risas, son complicadas: “Veo obras antiguas por todas partes y me vuelven recuerdos del trabajo”.
El dinero de la venta de Kuratek lo ha invertido principalmente en bosques, un activo habitual entre los finlandeses con visión a largo plazo. “Trabajé tan duro para conseguirlo que no quiero desperdiciarlo. Sería diferente si me hubiera tocado la lotería”, afirma.
