Los vuelos comerciales no solo enfrentan turbulencias en el aire. Uno de los retos más frecuentes para las tripulaciones es lidiar con pasajeros que han bebido de más. Su comportamiento puede poner en riesgo la seguridad a bordo, y el personal está entrenado para intervenir antes de que la situación se descontrole.

Así lo recoge un reportaje publicado este domingo por el Daily Mirror, donde una auxiliar de vuelo —que prefiere mantener el anonimato— detalla algunas de las técnicas que utilizan cuando un pasajero comienza a mostrar signos de embriaguez. Entre ellas, diluir discretamente las bebidas alcohólicas que se sirven durante el vuelo. “Si notamos que alguien está pasándose, rebajamos las copas antes de entregárselas”, explica.

Esta táctica no es aislada. Una encuesta realizada a 119 miembros de tripulación reveló que más del 35% ha diluido alguna vez las bebidas de los pasajeros. Y la gran mayoría —un 74,8 %— reconoció haber negado el servicio a pasajeros en estado de embriaguez, una decisión que la normativa les ampara a tomar.

En efecto, la legislación es clara. La Orden de Navegación Aérea de 2016 prohíbe tanto embarcar como permanecer en una aeronave bajo los efectos del alcohol. Las aerolíneas, además, tienen derecho a negar el acceso a quien ya llegue en un estado inconveniente al aeropuerto.

Algunas compañías han endurecido aún más sus políticas. Ryanair, por ejemplo, anunció el pasado 12 de junio que multará con 500 libras (unos 585 euros) a los pasajeros expulsados por comportamiento disruptivo a bordo, especialmente si está relacionado con el consumo de alcohol.

La advertencia está clara: volar y emborracharse no son compatibles, y la tripulación sabe cómo actuar para garantizar que, en el aire, la seguridad siga siendo la prioridad.