Ni compañía ni redactar: esto es lo que más le pide la gente a ChatGPT
OpenAI revela que su criatura procesa 2.600 millones de mensajes diarios. Y no, la mayoría no son para escribir novelas o discursos, son para resolver marrones del día a día.
ChatGPT prometía dejarnos sin trabajo, hacer los deberes por nosotros y hasta ligarse a nuestra pareja. Pero la realidad, como siempre, es muy diferente porque para lo que más usamos la inteligencia artificial es para pedirle ayuda. El primer gran estudio que ha hecho OpenAI sobre el uso de su criatura, un trabajo firmado por académicos de la universidad de Harvard y Duke, basado en más de millón y medio de consultas realizadas entre mayo de 2024 y junio de 2025, demostraría que la humanidad no habría cambia tanto después de la aparición del chatbot en nuestras vidas: seguimos necesitando a alguien que nos diga qué cocinar con lo que hay en la nevera o cómo salir vivos de un examen sorpresa.
Según el informe, el 29% de las conversaciones entrarían en la categoría de "orientación práctica": que abarca desde clases particulares, explicaciones sobre matemáticas, rutinas de entrenamiento o, incluso, consejos sobre salud. Vamos, el típico “oye, ¿esto es malo para la piel?” que antes le preguntabas a tu prima, la que estudió dos años de farmacia.
A la categoría reina le sigue la de la búsqueda de información que, con un 24% de su uso, convierte a ChatGPT en una especie de Google, pero con más salero y paciencia a quien se le pregunta desde quién ganó la Champions hasta pedir una receta para hacer lasaña. En tercer queda la escritura (24%): que pueden ir desde la edición de textos, la redacción de correos electrónicos, resúmenes, traducciones y hasta esa publicación de Instagram que no quieres que parece que ha escrito un becario. Eso sí, dos tercios de esas consultas no piden inventar nada sino para retocar algo que el usuario ya traía escrito.
Y ojo con los mitos sobre cómo se usa la inteligencia artificial porque apenas un 4,2% de los mensajes que se envía son sobre programación y solo un 1,9% están relacionados con las consultas sobre relaciones personales o para llorarle las penas a ChatGPT. O sea, nada de novia virtual ni terapeuta de guardia: el chatbot es, sobre todo, un colega disponible a cualquier hora del día que explica cómo freir un huevo sin dejar la cocina hecha un cristo.
Un copiloto, no un sustituto
Los datos del estudio hablan por sí solos: en junio de 2024, la mitad de las consultas no tenían nada que ver con el trabajo; un año después, ya eran el 73%. Mientras, el volumen total de consultas pasó de los 451 millones de mensajes diarios a los 2.627 millones. O lo que es lo mismo: 29.000 mensajes por segundo. A este paso, el servidor de OpenAI va a necesitar vacaciones pagadas.
El perfil del usuario de ChatGPT también ha cambiado. Al principio, la mayor parte de los que usaban el chatbot eran sobre todo hombres, pero hoy las mujeres son mayoría. Casi la mitad de los mensajes llegan de menores de 26 años, confirmando que la Generación Z ya no busca en Google, directamente se lo suelta a la IA. Y, para sorpresa de muchos, el crecimiento de uso más fuerte no viene ni de Silicon Valley ni de Europa, sino de países de renta baja y media, donde se usa como un flotador low cost para resolver el día a día.
En la oficina, ChatGPT tampoco es tan Terminator como lo pintaban. Cuando se usa para trabajar, casi la mitad de las consultas son puro papeleo: correos que necesitan un poco de maquillaje, hacer informes con prisas y documentos que hay que adecentar antes de enviárselos al jefe. Nada de genialidades creativas, más bien de becario aplicado.
Si se mira el uso general, la foto es distinta: el 49% de los mensajes son para preguntar cosas (desde “cómo hago una dieta keto” hasta “qué pongo en la reunión de mañana”), el 40% son para que haga algo concreto (escribir, programar, montar una tabla) y solo el 11% son de puro desahogo.
Los investigadores lo resumen fácil: ChatGPT funciona como un copiloto. No te quita el curro, pero te sopla la respuesta, te ordena las ideas y te evita un marrón. Menos robot que roba empleos y más becario digital dispuesto a salvarte el culo en el último minuto