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Lleva siete años viviendo en España, pero sigue alucinando por lo que dice que la gente hace aquí a las 11 de la mañana

Lleva siete años viviendo en España, pero sigue alucinando por lo que dice que la gente hace aquí a las 11 de la mañana

“Emigrar no es un drama, pero tampoco es un viaje de fin de curso”

La psicóloga argentina, Juliana Bereny, en su vídeo de TikTok
La psicóloga argentina, Juliana Bereny, en su vídeo de TikTokTIKTOK

La psicóloga argentina Juliana Bereny vive desde hace siete años en España, pero aún así hay cosas que todavía le hacen levantar las cejas, perpleja, como quien está viendo una película de ciencia ficción sin entender nada. Lo cuenta con desparpajo —también con un punto de ironía— en un vídeo publicado en TikTok que ha grabado mientras paseaba por el centro de Madrid, en plena ola de calor, desafiando los termómetros como si en la capital no se estuviera derritiendo hasta el asfalto. 

En apenas 42 segundos, mientras deja atrás el Teatro Real o la Plaza de Oriente, Juliana Bereny va soltando con guasa pero sin condescendencia algunas de las costumbres —así es como las define ella— que, tras más de un lustro en España, le siguen provocando un cortocircuito mental. Son pequeñas escenas del día a día que, vistas desde fuera, parecen escritas por un guionista enamorado de los contrastes y del surrealismo: como el silencio sepulcral que hay en el transporte público, la prisa con la que se sirve en los bares o esa manía tan nuestra de creer que las diez de la noche es una hora razonable para cenar.

Aunque esas costumbres españolas no le sacan de quicio, hay tres escenas cotidianas que todavía le siguen chocando, pese a llevar en España desde 2018. Como ese afán de los bares españoles por despachar lo antes posible. “Ni siquiera te estás sentando y ya te dicen ¿qué te pongo? Pará, ni siquiera apoyé el abrigo”, suelta con una sonrisa. 

Tampoco termina de encajar ese silencio de biblioteca que se apodera de la gente en el transporte público, como si cualquier conversación violara un acuerdo tácito de mutismo colectivo: "En Argentina te enteraste de tres divorcios, del clima y de algún que otro chisme de la farándula”, ironiza. Y luego está la hora de la cena, ese gesto perfectamente integrado que aquí nadie discute: sentarse a la mesa a las 22:00 horas para comer "como si fuese un asado, pero no, es la cena de todos los días”, añade como quien no se lo cree.

Pero si hay algo que a Juliana Bereny le sigue pareciendo de película de ciencia ficción es esa devoción nacional que parece que hay por almorzar una cervecita, “como si fuese un café con tostadas”, en cuanto las manillas del reloj marcan las 11:00 horas. Algo que, por mucho que lo vea no termina de encajarle, hasta el punto de pensar que el mundo pueda ver como lo más natural que un día le pregunten si quiere la caña con o sin leche.

“A las 11, tarde me parece”

Como siempre ocurre en los vídeos de TikTok, los usuarios de la red social china que han visto el vídeo han hecho de las suyas en la sección de comentarios, donde han decidido abrir las puertas de una especie de terapia colectiva en la que tiene cabida cualquier tipo de reflexión, confesión y alguna que otra reivindicación cañera.

Los hay que comparten la perplejidad de Juliana, incluso desde este lado del charco. “Soy española y a mí también me sorprende la cerveza antes de las 12 del mediodía (a no ser que todavía se siga con la fiesta del día anterior)”, confiesa una usuaria, aunque otro zanja el asunto con una lógica implacable: "A partir de las 10 de la mañana ya se puede beber”. Hay, incluso, quien se pregunta con ironía cuál es la razón para esperar a esa hora: “¿A las 11:00? ¿Por qué tan tarde?”. 

Tampoco faltan los que sacan a relucir su librillo de maestrillo para recordar el capítulo de las justificaciones sociolaborales. “A las diez está bien para los currantes con su bocata, algo normal”, apunta uno. Mientras otro, haciendo gala de un buen grado de sarcasmo, lo resume así: “La cerveza es el refresco de los que no nos gustan los refrescos”.

Como en cualquier bar con tertulia, la conversación acaba yéndose por otros derroteros. “En Málaga subís al autobús y no te bajas para terminar de enterarte del culebrón de la que está sentada frente tuyo, que por supuesto habla muy muy fuerte”, apunta Edu. Hay quien también, tirando de memoria, suelta lo suyo: "A mí me chocó en Buenos Aires lo que tardan en ponerte un café. ¡Un café!". 

Si a Juliana le sigue pareciendo cosa de ciencia ficción eso de tomarse una cerveza a las once de la mañana, siempre habrá quien lo tenga más claro que el agua: “A las 11, tarde me parece”. Porque en este país, cuando llega esa hora, la caña no se discute: se sirve.