Un profesor no se corta al señalar las causas que están llevando al colapso de la economía rusa
La situación de Moscú es mucho más crítica de lo que se puede pensar.

La invasión rusa de Ucrania está suponiendo un desgaste casi incuantificable para el Kremlin. Las pérdidas humanas, el increíble derroche económico y el mantenimiento de una campaña militar que está dejando exhausta a la población y suponiendo un desgaste moral para la población, está derivando en graves problemas para Rusia.
En este contexto, El Dr. Jason Smart y el economista Volodymyr Lugovskyy coinciden en una conclusión contundente: la economía de guerra rusa muestra síntomas de agotamiento estructural. En una conversación exclusiva, ambos expertos detallan cómo la falta de mano de obra, la fuga de profesionales cualificados, el debilitamiento del poder energético y el peso acumulado de las sanciones están empujando al sistema hacia un punto crítico.
Smart entrevistó recientemente a Lugovskyy, presidente del Departamento de Economía de la Universidad de Indiana y una de las voces más respetadas en teoría de juegos y economía internacional. Desde esa perspectiva analítica, el economista explica que los desequilibrios rusos no responden solo al coste financiero de la guerra, sino a factores que erosionan silenciosamente su sostenibilidad.
Entre ellos, subraya, destaca la escasez de trabajadores provocada por la movilización militar y la emigración masiva de jóvenes cualificados. A esto se suma una fuga de cerebros acelerada que ha vaciado sectores claves como la ingeniería, la tecnología y la medicina, debilitando la capacidad productiva del país.
Otro pilar que se desmorona es el apalancamiento energético, durante años la herramienta más poderosa del Kremlin para influir en terceros países. La pérdida de mercados, la caída de ingresos y la necesidad de vender a descuentos crecientes han reducido su margen de maniobra. Según Lugovskyy, esta pérdida de influencia está reconfigurando la balanza geopolítica.
El economista recurre a la teoría de juegos para explicar por qué las sanciones occidentales —muchas veces percibidas como ineficaces— están empezando a surtir efecto. Las empresas rusas enfrentan costes crecientes, restricciones tecnológicas y una dependencia cada vez mayor de proveedores de menor calidad. “El modelo ruso no puede sostener una guerra prolongada”, advierte, señalando que los datos internos ya muestran grietas profundas.
Smart y Lugovskyy coinciden en que las señales estadísticas más relevantes no son las cifras oficiales, sino los indicadores subterráneos: caída en la productividad, distorsiones en el mercado laboral y un gasto militar que asfixia al resto de la economía. Todo ello apunta, aseguran, hacia un punto de quiebre que el Kremlin intenta ocultar.
Lugovskyy, economista ucraniano con amplia trayectoria académica —incluidas publicaciones en American Economic Review y Journal of Financial Economics— concluye con una advertencia: Rusia está jugando con fuego. Y entender estas dinámicas, afirma, es clave para anticipar lo que puede venir después.
