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Santiago Martín, directivo español en Alemania: "A las 4 de la tarde se cae el boli en Berlín. La mayoría está fuera de la oficina"

Santiago Martín, directivo español en Alemania: "A las 4 de la tarde se cae el boli en Berlín. La mayoría está fuera de la oficina"

Las diferencias entre Alemania y España son muy notables.

Un trabajador en la oficina
Un trabajador en la oficinaFranziska & Tom Werner

Cada vez más jóvenes españoles cualificados se marchan al extranjero en busca de oportunidades que, aseguran, no encuentran en su propio país. La tendencia no es menor: en 2022 salieron más de 426.000 personas, casi la mitad con estudios superiores. Para muchos, la imagen de ingenieros, sanitarios o científicos instalados en Berlín, Ámsterdam o Dublín se ha convertido en parte del paisaje laboral europeo.

La fuga de talento no solo implica perder profesionales, sino también una inversión que España no llega a recuperar. Estudios de la Fundación BBVA y el Ivie estiman que el capital humano que se marchó ese año equivale a 155.000 millones de euros. ¿Qué empuja a estos jóvenes a rehacer su vida fuera? La respuesta suele ser la misma: mejores salarios, menos horas y más estabilidad.

Las comparaciones laborales son elocuentes. En España se trabajan de media 1.632 horas anuales; en Alemania, apenas 1.343. Y aun así, el coste por hora es mucho mayor fuera. “En España parece que importa más fichar de sol a sol”, comenta el directivo español Santiago Martín, instalado en Berlín. “Aquí, a las cuatro de la tarde se cae el boli. La mayoría ya está fuera de la oficina”. Su observación resume una cultura laboral que muchos emigrantes encuentran más equilibrada.

A esa diferencia de horarios se suma otra aún más determinante: el sueldo por hora. Mientras en España se pagan 25 euros, en Alemania superan los 43 y en Países Bajos rondan los 45. No es solo cuestión de cobrar más: la productividad por hora trabajada, mucho más baja en España, limita las mejoras salariales y erosiona el bienestar económico de los trabajadores.

Ese desfase salarial se traduce en calidad de vida. Jóvenes profesionales como Miguel González aseguran que fuera consiguen algo impensable en España: ahorrar. “Puedo guardar más de la mitad de mi sueldo sin renunciar a ocio o viajes”, explica. Incluso en países donde los precios son más altos, la diferencia de ingresos compensa sobradamente. Lo que queda a fin de mes —insisten muchos— es incomparable.

Los impuestos y el coste de la vida completan el quebradero de cabeza. Aunque España tiene una cuña fiscal similar o incluso menor que la de otros países europeos, los ingresos netos siguen siendo más bajos. Y el precio de la vivienda, especialmente en Madrid y Barcelona, ahoga a quienes empiezan su vida profesional. En muchas ciudades europeas donde viven emigrantes españoles, el alquiler no es barato, pero la oferta es mayor y el salario lo soporta mejor.

El debate no va solo de números. Dirigentes empresariales y expertos en talento alertan de que España necesita modernizar su mercado laboral si quiere frenar la sangría. Menos temporalidad, más estabilidad y sueldos acordes a la productividad real. Mientras eso no llegue, advierten, muchos jóvenes harán lo que consideran lógico: irse donde el trabajo les permita vivir mejor, no solo trabajar más.

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