Así será el futuro (FOTOS)

Así será el futuro (FOTOS)

EPFL

Se cumplen 50 años de IEEE Spectrum, la revista de la mayor organización tecnológica responsable de muchos de los estándares que hacen funcionar internet o los ordenadores. Para celebrarlo no han echado la mirada atrás sino hacia adelante y, en un especial, nos presentan cómo será el mundo dentro de otros 50 años.

Sus proyecciones no son meros ejercicios de fantasía e imaginación. Están basadas en algunas de las tecnologías que están asomando en los últimos años que afectarán y ya lo están haciendo a todas las esferas de la vida humana. Según la IEEE Spectrum, así será el futuro.

Adiós a la discapacidad física. En 2064 se habrá acabado con las peores consecuencias de las discapacidades físicas. Las prótesis como las del ahora caído en desgracia Oscar Pistorius, que le llevaron a competir en unos Juegos Olímpicos, se venderán en cualquier tienda especializada.

Serán además mucho más sofisticadas, devolviendo no sólo la capacidad de caminar sino la sensibilidad a cualquier miembro amputado. Investigadores de la EPFL suiza ya han conseguido que una mano biónica sepa distinguir entre una pelota y un vaso de plástico.

Con la convergencia entre neurociencia, ingeniería e informática, los interfaces cerebro máquina están avanzando y mejorando a pasos agigantados. La mejor prueba la veremos en apenas unos días. Durante la inauguración del Mundial de fútbol, una chica parapléjica se levantará de su silla de ruedas y, enfundada en un exoesqueleto, hará el saque de honor.

La exploración espacial será cosa de robots. Dentro de 50 años hará 30 que los humanos habrán llegado a Marte en un viaje que, por ahora sólo de ida, habrá establecido la primera colonia humana fuera de la Tierra. Pero en el especial de IEEE Spectrum mantienen que los principales protagonistas de las aventuras espaciales serán los robots.

Elevar un sólo kilogramo de materia, ya sea de una nave o carga útil, hasta ponerlo en órbita cuesta entre 10.000 y 20.000 euros. Por eso, la tecnología busca las distintas maneras de llevar al espacio materiales básicos y con ellos montar estructuras más complejas en el exterior. Es la filosofía con la que se ensambló la Estación Espacial Internacional (ISS) pero llevada al extremo. Por ejemplo, La ISS contará a finales de este año con una impresora 3D fabricada por una empresa con un nombre muy apropiado: Made in Space.

Las colonias en Marte o en la Luna aplicarán la misma idea para obtener la energía y el sustento que necesitarán para ser autosuficientes. Este enfoque robótico servirá para construir la infraestructura espacial necesaria para que los humanos puedan ir más allá.

Impresoras 4D. La creación de objetos físicos, como casas, tráqueas o vestidos de alta costura con impresoras 3D que hoy asaltan las portadas de los periódicos es la prehistoria de la impresión. Aplicando nuevoes algoritmos a procesos observados en la naturaleza, el futuro será de la materia programable.

Investigadores de la Universidad Carnegie Mellon, por ejemplo, trabajan con materiales básicos que son capaces de autoorganizarse para crear estructuras más complejas. Se trata de sistemas modulares formados por moléculas que se autoensamblan siguiendo un patrón definido por los humanos, de ahí lo de materia programable.

El mismo enfoque se está investigando con material genético y organismos vivos que podrían ser convertidos en factorías de tejidos para la regeneración de los humanos.

Tecnología para llevar puesta. Los dispositivos wearables de hoy, como relojes o brazaletes inteligentes, se extenderán por todo el cuerpo. Por fuera, tejidos inteligentes bactericidas, que neutralizan el sudor o que apenas se manchan serán la base de nuestra ropa.

Por dentro, nanobot inoculados capaces de administrar la dosis exacta de medicina allí donde hace falta. Los implantes para reforzar el corazón o para aumentar la capacidad del cerebro dejarán de ser algo de las películas de terrorífica ciencia ficción.

DARPA, la agencia del Departamento de Defensa de Estados Unidos, por ejemplo está trabajando en un sistema para poder recuperar los recuerdos de los soldados heridos con lesiones cerebrales.

Prohibido conducir el coche en modo manual. Para los redactores de IEEE Spectrum, dentro de 10 años los coches no tripulados por humanos ya podrán circular por las carreteras y dentro de 50, casi bromean, estará prohibido que los humanos conduzcan.

Aunque Google y sus coches verdaderamente automáticos se llevan toda la atención, hay muchos proyectos, algunos españoles, que están avanzando en los ensayos con vehículos que se conducen solos. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, por ejemplo, tiene en marcha su proyecto Autopia desde mucho antes de que a Google se le ocurriera el suyo.

Aún quedan muchos obstáculos antes de que un guardia civil deje de multarnos por no llevar las manos al volante. Hay que cambiar la legislación, aclarar la responsabilidad en caso de siniestro, adaptar las carreteras, crear una gigantesca red de comunicación entre vehículos, sensores de tráfico y gestores de la red... Pero el camino a la conducción automatizada no tiene vuelta atrás.

El lado oscuro del futuro. Dentro de 50 años la vida puede ser como relatan en el especial. Pero también existen riesgos. Después de cada uno de los artículos del especial, los del IEEE dejan una posdata con los peligros que acompañan a cada tecnología.

Si, como dice el futurólogo Ray Kurzweil, la singularidad está cerca, los humanos serán cada vez más máquinas y las máquinas más humanas. Además de la cuestión filosófica de qué es ser humano, la mejora de las capacidades humanas gracias a la tecnología puede provocar nuevas desigualdades.

Lo plantea el profesor neozelandés Nicholas Agar: “Cuando introduces estas tecnologías en una sociedad donde hay enormes desigualdades de riqueza, ¿cuál será su efecto?”. Aunque él piensa en las implicaciones de los ciborg, su reflexión se puede aplicar a todas las tecnologías que prometen mejorar la vida humana. Si su desarrollo y, en especial, el acceso a ellas es desigual, el futuro también lo será.

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Soy subdirector en El HuffPost España. Junto a todo el equipo, trato de que el medio conserve la esencia que le caracteriza desde su fundación: escuchar a la gente, no importa desde donde nos lea, apostando siempre por nuevos formatos y por el contenido que demanda la calle, tratado siempre con la máxima rigurosidad.

 

Sobre qué temas escribo

Me centro en virales, cultura digital y tendencias sociales, con especial atención a cómo ciertos fenómenos aparentemente ligeros abren la puerta a debates más profundos. Por ejemplo, el reportaje con el que se dio a conocer Alfredo Corell: “La charla de un profesor de universidad que puso en pie a todo un auditorio”. En aquella época, Corell era un desconocido para el gran público, pero a partir de ese artículo, que tuvo cientos de miles de lectores, su popularidad fue creciendo hasta convertirse en uno de los científicos más respetados de España, con galardones como el I Premio CSIC-Fundación BBVA de Comunicación Científica.

 

Mi trayectoria

Nací en Valladolid, estudié Periodismo en la Universidad de esa misma ciudad y fui becario en 'El Día de Valladolid'. Luego dejé mi tierra para cursar el Máster de Periodismo de la Universidad Autónoma de Madrid y trabajé un año en 'El País' antes de entrar a formar parte en 2012 del equipo de 'El HuffPost España'. Aquí he sido redactor de hard news, responsable de fin de semana, jefe de la sección de virales y, ahora, subdirector. Entre medias, durante un año fui jefe de redes sociales y multidistribución de contenidos en 'Los40'.

 

Una de mis aficiones es escribir ficción y he sido finalista en dos concursos literarios: el I Concurso de Microrrelatos 5’ y el Premio Internacional de Microtextos Garzón Céspedes.

 


 

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