Un año de El Vestido (#TheDress), el viral que se convirtió en ciencia

Un año de El Vestido (#TheDress), el viral que se convirtió en ciencia

TUMBLR

Tal vez no pase a la historia de la humanidad, pero sí escribió una página propia en la de internet. Sus consecuencias aún colean en ámbitos impensables hace un año, cuando pocos habrían sospechado que se convertiría en materia de estudios científicos. Quien no conozca la historia tal vez vivía en otro planeta el 26 de febrero de 2015, cuando la imagen de un vestido, o mejor dicho El Vestido, #TheDress, se adueñó de la red.

La historia comienza cuando la escocesa Cecilia Bleasdale busca un vestido para lucir en la boda de su hija Grace y envía a ésta tres fotos de otras tantas opciones. Bleasdale se sorprende cuando Grace le responde: "Genial, mamá. El dorado y blanco". Porque Bleasdale no había fotografiado un vestido dorado y blanco, sino uno negro y azul. La pareja de Bleasdale, Paul Jinks, que había visto la prenda original, también se extrañó al comprobar que la foto mostraba para él un vestido dorado y blanco.

Grace publicó la imagen en su perfil de Facebook, pero fue su amiga Ceitlin McNeill, integrante de un grupo folk que amenizó la boda, la que llevó la controversia a su cuenta en la red social de microblogs Tumblr. La discusión sobre los colores del vestido comenzó entonces a crecer. Sin embargo, la explosión del fenómeno fue obra de la web de contenidos virales Buzzfeed, que recibió un mensaje de McNeill y decidió volcarse en la historia al comprobar que estaba atrayendo un tráfico inusual en Tumblr.

El artículo original de BuzzFeed sobre el vestido, publicado el 27 de febrero, recibió casi 39 millones de visitas. Twitter se inundó con millones de mensajes con hashtags relativos al vestido. Las celebrities de Hollywood aportaron sus opiniones. Todo bicho viviente hablaba de ello y ningún medio online pudo sustraerse a cubrir la discusión.

Los titulares de los medios (todos ellos verídicos) podrían contar el desarrollo de la historia como en ese recurso cinematográfico de los periódicos girando ante la pantalla: "El debate del color del vestido se hace global". "¿Por qué nos importa el color del vestido?". "El drama que dividió un planeta". "El vestido es azul y negro, dice la chica que lo vio en persona". "El vestido vuela de los estantes a causa de la sensación de internet: se agotó en 30 minutos". "El vestido vuelve en edición especial en dorado y blanco para una subasta benéfica". "Un hombre se tatúa el vestido en la pierna". "La pareja del vestido: nos dejaron completamente fuera de la historia". Y así, hasta hoy.

EXPERIMENTO ESPONTÁNEO

Aunque en internet los virales son siempre efímeros, hay quienes no han olvidado la historia: los científicos. El porqué lo resumía en Wired el neurocientífico Jay Neitz: "He estudiado las diferencias individuales en la visión de los colores durante 30 años y ésta es una de las mayores diferencias individuales que he visto jamás", decía. A neurocientíficos y psicólogos, el caso del vestido les había regalado de repente un experimento espontáneo con millones de participantes, una ocasión única para profundizar en los misterios de la percepción humana.

Los expertos explicaron rápidamente cuál era el problema con la imagen de Bleasdale: que era muy mala. Los colores auténticos del vestido, azul real y negro, no habrían confundido a nadie. Pero la fotografía de Bleasdale, sobreexpuesta, con mala iluminación y un balance de blancos desastroso, resultó en esos tonos alterados que dieron pie al gran debate. Pero ¿a qué se deben esas diferencias individuales que mencionaba Neitz?

Los primeros estudios científicos sobre el caso del vestido comenzaron a llegar en los meses posteriores. Uno de ellos, publicado en mayo de 2015, medía los colores del vestido con instrumentos científicos, concluyendo que "de este ejemplo aprendemos que los objetos no tienen colores específicos; el color es una percepción humana". En junio, la revista Current Biology publicaba tres estudios —éste, éste y éste— en los que se sometía la foto del vestido a varios experimentos con voluntarios, demostrando que las diferencias entre distintas personas eran reales y no una cuestión de capricho o un problema de calibración de pantallas.

Un comentario adjunto a los tres estudios explicaba la principal conclusión, basada en un concepto llamado constancia de color. Cuando somos bebés, nuestros ojos aprenden a ver, pero nuestro cerebro también aprende a interpretar lo que vemos. Para no tener la impresión de que un coche circulando de noche cambia de color al pasar por debajo de una farola, nuestra mente aprende a descontar la iluminación del entorno al apreciar los colores.

El espectro de la luz visible se extiende desde las longitudes de onda más largas en el rojo hasta las más cortas en el violeta, siguiendo el orden de los colores del arco iris que aprendemos de pequeños. La luz artificial suele tender hacia el extremo cálido, el de las ondas más largas. "Las personas que corrigen —inconscientemente— para una iluminación fría [más azul] ven el vestido de la imagen como blanco y por la misma razón ven el encaje como dorado", escribían los autores del comentario, David Brainard y Anya Hurlbert. "Las personas que corrigen —también inconscientemente— para una iluminación cálida [más amarilla o rojiza] ven el vestido como azul y negro".

¿POR QUÉ SOMOS DIFERENTES?

Los autores reconocían una incógnita: la mayoría de los humanos solemos responder del mismo modo ante las ilusiones ópticas. Y aunque se conoce que hay diferencias individuales en la percepción de los colores, los científicos se mostraban desconcertados por el hecho de que en el caso del vestido hubiera dos bandos distintos tan definidos, incluso en los experimentos de laboratorio. Uno de los estudios detectaba que las personas de mayor edad y las mujeres tendían con más frecuencia a ver el vestido blanco y dorado. Pero ¿por qué distintas personas asumen inconscientemente diferentes condiciones de iluminación?

Nuevos estudios han tratado de responder a la pregunta. Un trabajo reciente sugiere que los partidarios del blanco/dorado y los indecisos tienen pupilas más pequeñas que los azul/negro, lo que podría influir en su percepción del color. Otro estudio ha investigado por técnicas de neuroimagen la activación del cerebro en ambos bandos, descubriendo que "quienes perciben el vestido como blanco/dorado tienen una mayor activación en respuesta a la imagen del vestido en regiones del cerebro críticamente implicadas en la cognición superior (áreas frontal y parietal del cerebro)". Los autores sugieren que la diferencia depende de una regulación de la percepción "de arriba abajo", es decir, que existe un mecanismo cerebral que nos condiciona. Por otra parte, un estudio de la compañía 23andMe no ha encontrado diferencias genéticas entre los dos grupos.

Una de las aportaciones más interesantes es la del neuropsicólogo Pascal Wallisch, profesor de la Universidad de Nueva York y colaborador de la revista Slate. Una encuesta promovida por Wallisch a través de la web de la revista descubrió que, de una muestra de casi 8.000 participantes, el 28% veía el vestido azul y negro, frente a un 61% que se decantaba por el blanco y el dorado.

Wallisch incluyó en su encuesta otras preguntas sobre costumbres y estilos de vida y es aquí donde surgió la sorpresa: quienes tenían hábitos más diurnos tendían a ver el vestido blanco y dorado, mientras que el bando de los azul y negro era más propenso a la vida nocturna. Los resultados de Wallisch apuntan a una posible tendencia a descontar la luz natural o la artificial según la exposición habitual a una u otra.

LA HISTORIA CONTINÚA

El vestido no deja de ser una fuente inagotable para la ciencia. Será el protagonista exclusivo de un simposio durante el próximo congreso anual de la Sociedad de Ciencias de la Visión, que se celebrará del 13 al 18 de mayo de este año en St. Pete Beach, Florida (Estados Unidos). En julio, la revista Journal of Vision publicará un número especial dedicado al vestido que reunirá los últimos estudios sobre el singular fenómeno visual.

Mientras, al cumplirse un año de #TheDress, otro caso similar ha venido a tomar el relevo, aunque sin la virulencia del original. En este caso no se trata de El Vestido, sino de La Chaqueta (#TheJacket), un chándal que algunos ven blanco y azul, otros negro y marrón, o incluso otras opciones. Wallisch ha aprovechado la ocasión para organizar una nueva encuesta con el fin de determinar la posible correspondencia entre los bandos del vestido y de la chaqueta.

Y aún hay más: en un reciente debate electoral televisado en Estados Unidos surgió una discusión paralela sobre si el traje del candidato demócrata Bernie Sanders era azul, marrón o negro. Ya lo dijo el poeta asturiano Ramón de Campoamor: "En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira".