El calentamiento global no nos va a dejar dormir

El calentamiento global no nos va a dejar dormir

"Cuando la temperatura es inusualmente alta puede provocar alteraciones en el sueño", afirma un estudio.

Nick Obradovich no podía dormir. Era octubre de 2015 y San Diego (California, Estados Unidos) sufría una ola de calor, culpable de que los termómetros marcaran unos cuatro grados centígrados más de lo habitual. El aparato de aire acondicionado de la sala de estar no tenía la suficiente potencia para enfriar la habitación. En ese momento, tumbado sobre las sábanas, el investigador se obsesionó con la idea de que el calentamiento global auguraría muchas más noches como esa.

Resulta que esa hipótesis iba por buen camino. El aumento de las temperaturas nocturnas se corresponde con un aumento de las noches de falta de sueño, de acuerdo con un estudio que publicó Obradovich el pasado viernes 26 de mayo en la revista Science Advances.

"En los seres humanos, el sueño depende de la temperatura ambiente para regularse", explica al HuffPost EEUU Obradovich, que ahora es investigador posdoctoral en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. "Cuando la temperatura ambiente es inusualmente alta, y no se esperaba que lo fuera, puede provocar alteraciones en los patrones del sueño".

En los seres humanos, el sueño depende de la temperatura ambiente para regularse.

Para demostrar su teoría, ha comparado junto a otros tres investigadores las respuestas de 765.000 ciudadanos estadounidenses encuestados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades entre 2002 y 2011 con los datos meteorológicos locales. En las noches más cálidas de lo normal, se aprecia un aumento en el número de personas que dicen haber tenido dificultades para quedarse dormidas o para dormir del tirón.

Mal presagio de cara al futuro: se prevé que, para finales de siglo, las temperaturas aumenten en unos dos grados centígrados sobre los niveles de la era preindustrial, ya que el uso de combustibles fósiles, las explotaciones agrícolas y la deforestación emiten a la atmósfera más gases que contribuyen al calentamiento del planeta. Según revela un estudio publicado en marzo de 2016, tal aumento tendría consecuencias catastróficas, ya que los casquetes polares se derriten y los glaciares van retrocediendo. Si se derritiera únicamente el casquete polar antártico, el nivel del mar podría haber subido hasta 15 metros para el año 2500.

La falta de sueño está relacionada con las enfermedades cardiovasculares, la obesidady los trastornos de salud mental. A corto plazo, la falta de sueño afecta negativamente a las funciones motoras y cognitivas, lo que provoca irritabilidad (así que tiene sentido que también afecte al rendimiento en el trabajo), y, además, tiene un precio. Por ejemplo, a la economía estadounidense le cuesta alrededor de 411.000 millones de dólares (unos 360.000 millones de euros) al año, de acuerdo con una investigación que publicó el año pasado la Corporación RAND.

  59286c061600002100ddd143
Christopher Aluka Berry/Reuters

El cambio climático ya afecta de manera desproporcionada a las familias con menos ingresos, ya que la subida del nivel del mar destroza las casas más cercanas a la costa, la contaminación empeora ciertas afecciones que requieren tratamientos costosos y la sequía hace que el agua y los alimentos escaseen y, por lo tanto, sean más caros. Ahora, añadamos a esa lista el sueño de mala calidad.

"Las personas con menos recursos tienen más probabilidades de dormir peor, ya sea porque no cuenten con aparatos de aire acondicionado o porque, si los tienen, no se puedan permitir tenerlos encendidos toda la noche durante el verano", explica Obradovich, que también es investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

"No es solo el sueño", añade. "Es el sueño como uno de los muchos aspectos a los que es probable que afecte el cambio climático".

Las personas con menos recursos tienen más probabilidades de dormir peor.

En palabras de Obradovich, le gustaría repetir el estudio con datos de países más cercanos al Ecuador, más pobres y con temperaturas más altas. "Si tuviéramos datos de la India o de Brasil para poder analizar la calidad del sueño en noches inusualmente cálidas, posiblemente veríamos que los efectos son bastante más intensos", asegura. "Si comprobáramos que esos países sufren más los efectos de la temperatura, tendríamos un ejemplo más de cómo va a afectar el cambio climático al planeta".

Una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero podría ser la solución para limitar el aumento de las temperaturas a lo largo y ancho del mundo. Pero, aunque las emisiones de carbono se estabilizaron en los últimos 24 meses, no parece muy probable que vaya a pasar lo mismo en los próximos años. Donald Trump ya ha anunciado que Estados Unidos se retira del Acuerdo de París, el primer convenio climático que incluía a China y a Estados Unidos, los principales emisores. Sin la participación de Estados Unidos, el acuerdo —un simbólico primer paso en el recorte de emisiones, pero no suficiente para detener el aumento de temperatura previsto por los climatólogos— podría desmoronarse.

Las mejoras en los aparatos de aire acondicionado que hacen que la tecnología sea más barata y más accesible podrían contribuir a mantener a raya algunos efectos del aumento de las temperaturas. Pero dichos aparatos consumen mucha electricidad y los servicios públicos —que dependen del carbón y del gas natural— siguen siendo los mayores emisores de gases de efecto invernadero, al menos en Estados Unidos. Así que puede que esta solución sea la pescadilla que se muerde la cola.

"El sueño es uno más de los muchos factores que conforman la visión general del bienestar humano", explica Obradovich. "Tengamos en cuenta que la temperatura también puede afectar a los patrones de ejercicio y al estado de ánimo; por lo tanto, si combinamos todos los factores, nos damos cuenta de que el clima acabará afectando al comportamiento humano".

Este artículo fue publicado originalmente en 'The World Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.