Desde el peligro

Desde el peligro

Decir que Mònica Bernabé trabaja en condiciones difíciles es una simplificación. Al terrible problema de la seguridad, se une el idioma y la escasez de infraestructuras en Afganistán. Todas esas dificultades agravadas por su empeño en mantener su independencia, por lo que trabaja como periodista freelance.

Tras varios años de crisis económica parece que en nuestro país se concentran todos los males, siendo el peor una tasa de paro espeluznante. En estas circunstancias corremos el riesgo de que el recuerdo del nivel de bienestar y riqueza que hemos tenido hasta épocas muy recientes nos haga olvidar el enorme capital que tiene España, su capital humano.

Uno de los sectores que ha sufrido la crisis más duramente, casi tanto como el de la construcción, es el del periodismo. Son muchos los medios que han cerrado sus redacciones o han reducido sus plantillas drásticamente, mientras que proliferan los personajes que haciéndose llamar periodistas llenan los platós de televisión de programas de cotilleo. No obstante, el auténtico periodismo es hoy más necesario que nunca: los medios de comunicación han tenido, y tienen, un papel preponderante a la hora de destapar escándalos de corrupción y son una de las principales vías para canalizar el descontento ciudadano. Pero las tareas que de forma irreemplazable tienen que realizar los periodistas no se limitan a las que realizan en el territorio nacional, los corresponsales y enviados especiales en el extranjero son también los encargados de acercarnos al resto del mundo. Por los relatos de algunas novelas se podría pensar que ese trabajo está lleno de aventuras y de emoción, pero la realidad suele ser mucho más prosaica, porque el trabajo en el extranjero, y no sólo el de los periodistas, suele implicar soledad y desarraigo. Además, para los que trabajan en países en los que la violencia está enquistada, la integridad física no está garantizada. La labor que realiza asiduamente este ejército silencioso de corresponsales en el extranjero es reconocida anualmente con el Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez, que en su XXIX edición ha ganado la periodista Mònica Bernabé por su trabajo como corresponsal en Afganistán.

Decir que Mònica trabaja en condiciones difíciles es una extraordinaria simplificación. Al terrible problema de la seguridad, se une la barrera del idioma y la escasez de todo tipo de infraestructuras en la mayor parte del país. Todas esas dificultades se han visto agravadas por su empeño en mantener su independencia, por lo que trabaja como periodista freelance, carente de sueldo fijo y de la protección de un medio de comunicación occidental.

En el país en el que vive y trabaja Mònica el analfabetismo es de los más altos del mundo, la esperanza de vida de las más bajas (apenas llega a los 45 años) y la mortalidad infantil superior al 20% (de cada cinco niños que nacen vivos, sólo cuatro llegan a los cinco años). Pero en ese país viven casi treinta millones de personas que se afanan en salir adelante, e incluso hay niñas que se empeñan en ir a la escuela, aunque con ello pongan en peligro sus vidas. Mònica llega hasta el último rincón del país para contarnos las historias terribles o tiernas de los afganos y, sobre todo, las afganas. También llega a los ministerios y nos cuenta que el gran problema de Afganistán es que sus dirigentes son los más corruptos del mundo, y que la comunidad internacional es en gran parte responsable de este problema, porque dio el poder y el dinero a los criminales de guerra que ayudaron a echar a los talibanes del Gobierno.

Las condiciones en las que Mònica realiza su trabajo son extraordinarias, ella nos informa desde el peligro. Pero el compromiso absoluto con su profesión no es un caso aislado. En España hay multitud de profesionales que, como ella, realizan su trabajo cada día de forma encomiable. Son los que hacen que nuestros hospitales y colegios sigan funcionando de forma eficiente, que haya seguridad en nuestras calles y en nuestras carreteras, que, a pesar de las dificultades para materializarse, la justicia sea el último garante de los derechos ciudadanos, que la luz y el agua lleguen puntualmente a nuestros hogares. Sanidad, educación, justicia, red de carreteras, luz y agua corriente de extraordinaria calidad y otros muchos servicios públicos son lujos de los que carecen los afganos y más de la mitad de la población mundial. Los profesionales anónimos que los hacen posibles, muchos de los cuales trabajan con sueldos miserables y en situaciones laborales precarias, son los que hacen que España siga siendo un gran país. Estos profesionales, infinitamente más numerosos que los indeseables que ocupan las portadas de los periódicos, son el principal capital que tenemos para salir de la crisis.