Del 'queerbaiting' a las bromas homófobas: dos caras del daño al colectivo LGTBI
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Del 'queerbaiting' a las bromas homófobas: dos caras del daño al colectivo LGTBI

El ejemplo de Iker Casillas, a pesar de sus disculpas, perjudica a los homosexuales, al igual que las personas que no pertenecen al colectivo, pero mercantilizan con él.

Iker Casillas, en el centro de la polémica por su tuit en el que decía "soy gay", y Harry Styles, acusado de 'queerbaiting'.Getty Images/El HuffPost

Mientras la visibilidad del colectivo LGTBI sigue incrementándose con famosos que hacen cada vez más pública su orientación sexual o que reivindican los derechos de las personas que forman parte de él, a la vez aumentan las agresiones y delitos de odio. En este contexto, en el que la protección sigue siendo necesaria, continúan escuchándose bromas “de mariquitas”, se sigue haciendo humor con si una persona trans tiene o no passing (si encaja o no en la expresión de género esperada) y no solo en el bar de la esquina, también entre rostros conocidos.

Basta con ver el revuelo que ha generado Iker Casillas este domingo al escribir un tuit en el que ponía “Espero que me respeten: soy gay #felizdomingo”. La declaración pilló por sorpresa a muchos, pero otros como su excompañero de la Selección Española de Fútbol, Carles Puyol, decidieron bromear con el tema contestando: “Es el momento de contar lo nuestro, Iker”.

Poco después el exguardameta se apresuraba a rectificar y decir que le habían hackeado su cuenta y el segundo, también pidiendo perdón por una “broma torpe sin ninguna mala intención y absolutamente fuera de lugar” y disculpándose con el colectivo LGTBI.

Sin embargo, por muchas disculpas que se hayan dado, esta broma se suma a otras muchas que dejan patentes un machismo y una homofobia estructural que está en toda la sociedad en la que los chistes sobre homosexuales y los comentarios “sin maldad” entre amigos, rozando la homofobia, están presentes en el día a día.

Esto, además, en un mundo como el del fútbol donde el primer jugador que salió del armario en 1990, Justin Fashanu, acabó quitándose la vida tras el acoso recibido por compañeros y por equipo técnico, y donde se celebran eventos como el Mundial de Qatar, país donde se pena la homosexualidad. A pesar de esto, a Fashanu le han seguido otros, que han corrido más suerte como el delantero del Blackpool, Jake Daniels, o Josh Cavallo, del Adelaide United, de la primera división australiana.

De hecho, Cavallo cargó contra los futbolistas españoles diciendo que era “decepcionante” su comportamiento y recordó las dificultades del colectivo LGTBI en el deporte. “Ver a mis referentes y leyendas del deporte burlarse de salir del armario y de mi comunidad es más que una falta de respeto”, zanjó el deportista.

En estos últimos días, al calor de este y otros casos, ha resurgido además el término queerbaiting. Este concepto no es más que una estrategia de marketing que siguen tanto artistas o marcas que busca ganar dinero, público o reputación con una insinuación velada de pertenencia al colectivo LGTBI.

Harry Styles, Bad Bunny o Chanel, algunos de casos de queerbaiting

El caso de Casillas, calificado como queerbaiting por algunos y de broma homófoba por otros, no es el único entre famosos que han jugado a la ambigüedad para lucrarse del colectivo LGTBI y sin tener en cuenta las dificultades a las que se enfrenta.

El caso más sonado y más criticado es el de Harry Styles. El exmiembro de One Direction y autor de temas como As it was ha sido acusado en varias ocasiones de tratar de jugar su ambigüedad sexual, a pesar de declararse heterosexual y estar con Olivia Wilde. También de lucrarse de ello como cuando protagonizó la portada masculina de Vogue con ropa no binaria o cuando besó al actor Nick Kroll en la premiere de Don’t Worry Darling en el Festival de Venecia. Sin embargo, las críticas de artistas queer como el actor Billy Porter recaen en que solo hace eso en actos públicos y lo utiliza como herramienta de marketing.

Precisamente por un beso, en este caso a un bailarín en el escenario, también se acusó a Bad Bunny de insinuar formar parte del colectivo LGTBI, a pesar de declararse heterosexual. Durante su actuación en los MTV VMA besó a uno de sus bailarines, aunque para muchos también fue una reivindicación después de los insultos y amenazas homófobas que recibieron Villano Antillano y Tokischa tras una actuación en Puerto Rico esa misma semana.

Otra que ha copado titulares recientemente ha sido Madonna, quien después de besarse con Britney Spears y Christina Aguilera en los míticos VMA o de protagonizar un videoclip subido de tono con Tokischa, ha protagonizado este lunes un polémico juego en TikTok. Si encestaba unas bragas rosas no era gay y si fallaba, sí. Sin embargo, Madonna ya había mostrado interés sexual por mujeres, tanto que se “obsesionó” con una de las modelos que trabajaba en el videoclip de Justify my love (1990) y la acosó con cartas de amor durante años.

En España, los ejemplos de queerbaiting no son menos. Los más recientes se encuentran en dos mujeres presentes en el Orgullo que, sin embargo, no pertenecen al colectivo o, al menos, no se han hecho visibles: Chanel e Isabel Pantoja.

La representante de España en Eurovisión 2023 fue la pregonera del Orgullo y allí dijo una frase suficientemente ambigua para algunos: “Gracias a todos los hombres y mujeres a los que he querido por haberme enseñado a amar sin prejuicios”. Este fragmento en el que deja entrever que es bisexual no fue suficientemente claro para muchos, que criticaron también que la pregonera no fuese del colectivo ni fuese visible.

Isabel Pantoja, por su parte, y seguida de cerca por la estela de la aplaudida salida del armario de María del Monte, también fue acusada de ello al decir: “Soy una más de vosotros”. Sin embargo, la tonadillera incluso se ha molestado con quienes han insinuado su pertenencia al colectivo y la ha negado en rotundo en más de una ocasión.

El colectivo LGTBI como estrategia de marketing en Hollywood

Esto también sucede en las series y películas, Urban Dictionary lo define como “una estrategia de mercadotecnia para atraer a audiencias queer al crear tensión sexual o escenarios románticos entre personajes del mismo sexo sin hacerlo canon o desarrollar la historia”.

De ahí que se hable de este concepto cuando se presenta a algunas películas de Disney como “trama LGTBI” sin que llegue a cuajar ninguna relación homoafectiva muchas veces por ceder a la censura en ciertos países y otras por no perder al público más tradicional.

Esto ha ocurrido con Luca, donde la historia de amor con sus protagonistas no se llegó a mostrar pese a que los creadores hablaron de ella previamente al estreno. También sucedió, tal y como recoge Newtral, con el sirviente LeFou de la última adaptación La Bella y La Bestia al que prometieron un final feliz con un amante, pero cuya trama coartaron al recibir amenazas de censura en Alabama (EEUU) y Malasia. Durante la promoción se jugó con un “cebo” que finalmente resultó ser eso al no mostrar la diversidad realmente.

También ha sucedido en otras producciones como Stranger Things, con el personaje de Will, Jurassic Park o en la serie Sherlock con el flirteo entre Sherlock Holmes y Watson o las “amigas” Xena y Gabrielle de Xena, la princesa guerrera.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

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Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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