¿Qué pasaría en una democracia 'normal' con gente como Rajoy y Soria?

¿Qué pasaría en una democracia 'normal' con gente como Rajoy y Soria?

El caso Soria es, en el fondo, una cuestión muy simple, aunque aparente complejidad: se trata de conocer o no conocer, de respetar o no respetar, las reglas del juego - fair play- que rigen la democracia. Es tan sencillo como eso. En un país de la Europa normal, ¿se podría negar y frivolizar públicamente desde el Gobierno o las instituciones sobre la gravedad de un escándalo como este? Por mucho menos han dimitido ministros, primeros ministros e incluso presidentes.

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Foto: EFE

El caso Soria es, en el fondo, una cuestión muy simple, aunque aparente complejidad: se trata de conocer o no conocer, de respetar o no respetar, las reglas del juego - fair play- que rigen la democracia. Es tan sencillo como eso. En un país de la Europa normal -no incluyo a algunos llegados del Este que han basculado del comunismo al populismo-, ¿se podría negar y frivolizar públicamente desde el Gobierno o las instituciones sobre la gravedad de un escándalo como este? Por mucho menos han dimitido ministros, primeros ministros e incluso presidentes.

Una jueza del Tribunal Superior de Justicia de Canarias no vio relación causa-efecto entre el viaje de José Manuel Soria, a la sazón presidente del Cabildo, y señora, para pescar salmones en Noruega como invitados en el jet de un empresario que, casualmente, esperaba la resolución de un expediente en la corporación que presidía su acompañante, y la magistrada Varona archivó el caso el 21 de mayo de 2009; pero en Alemania tuvo que dimitir en febrero de 2012 el presidente de la RFA, Christian Wulff por recibir créditos ventajosos y dejarse pagar las vacaciones por un industrial amigo. Primer ministro de Sajonia en 2007, el Gobierno del land concedió a David Groenewold un aval de cuatro millones de euros; y ese mismo año le regaló un viaje a Wulff y esposa a un hotel en el Mar del Norte. El presidente adujo, naturalmente, que había pagado en efectivo. Todos dicen lo mismo cuando son pillados.

El fiscal de Hannover no tuvo necesidad de ver la relación entre causa y efecto, lo mismo que nadie que no sea tonto necesita ver las ondas hertzianas llevando en volandas a Iñaki Gabilondo, Carlos Herrera o Evaristo Quintana para saber que sus voces son las que van desde el estudio al transistor. Nadie ha visto jamás una onda hertziana al lado de un Airbus en el trayecto de Canarias a Madrid.

El ex ministro de Industria dijo en su carta de renuncia a la nominación que el problema fue "sobredimensionado". O sea, una conjura de la oposición embrujada. Rajoy dio la cara -para eso la tiene, pensará- por su amigo. "No lo vamos a echar de España", un comentario que, además de retórico, es estúpido. No se trata de eso: se trata de que mintió en varias ocasiones, y en todas ellas con igual solemnidad. Pudieron verlo en directo millones de españoles. Se fue acercando a la verdad con remoloneos, a empujones de la opinión pública.

A alguien al que se echa del Gobierno, la costumbre en Europa es que no se le premia con un cargo de relumbrón.

Ese fue el hecho que lo inhabilitó como político: mentir. No sólo porque tuviera relación con empresas en paraísos fiscales, algo incompatible con su oficio temporal, sino porque no lo declaró y lo ocultó. Y a alguien al que se echa del Gobierno, la costumbre en Europa es que no se le premia con un cargo de relumbrón. Además, no es la primera vez que no dice la verdad: a la propia instructora le dijo que no votó en el Parlamento de Canarias la ley que aprobó la declaración de interés general del proyecto de su amigo el inversor nórdico. Pero sí lo hizo: el momento fue inmortalizado por la grabación de vídeo oficial de la Cámara. Ni se inmutó. Quizás un ligero tic en el bigote. Y tampoco dijo toda la verdad sobre su estancia en verano de 2015 en un hotel de otro amigo, Enrique Martinón, en Punta Cana... En octubre, por cierto, se verá en Madrid el juicio a los periodistas Ignacio Escolar y el canario Carlos Sosa, que lo descubrieron. Genio y figura...

El Gobierno lleva desde el 21 de diciembre literalmente incontrolado. No se somete a control porque, dice, como está en funciones, no tiene que hacerlo. Menos el PP, todos los grupos han recurrido al Constitucional, y el Constitucional imprudentemente se ha sumado al celtiberia show, que habría dicho mi siempre admirado Luis Carandell, mientras vamos hacia las terceras elecciones. Y Moncloa arguye, para no dar explicaciones en un Pleno, que hasta que no se pronuncie el TC el Ejecutivo no comparecerá en una sesión de control en el hemiciclo, y que, donde único hablará Guindos del tema es en la Comisión de Economía.

Pero es que no estamos ante un tema económico, ni macroeconómico, ni microeconómico, ni del medio: es un asunto político que si tiene relación con algo es con la ética. Bueno, sí puede haber una derivada económica, y es que Soria suelto en el Banco Mundial podría haber hecho lo mismo que hizo con la energía eólica en España, con el petróleo fantasma en aguas cercanas a Canarias, con la biblioteca del Estado que los tribunales ordenaron tirar por su soberbia, con su "valentía" autoadjudicada al "enfrentarse" con las eléctricas... y que ha tenido el resultado de que Endesa repartiera en octubre de 2014 unos dividendos extraordinarios, ¡y tanto!, de 14.600 millones de euros.... Esto los españoles lo saben por el recibo. El órgano más sensible del hombre y de la mujer es el bolsillo, decía alguien.

Y ahí están, tan asombrados de ser unos incomprendidos; tan convencidos -parece- de que no hay nada de qué avergonzarse. De que todo se ha manipulado. Y ése, y no otro, es el problema. La ceguera de unos, sin embargo, le está abriendo los ojos a otros del propio partido que se niegan a amarrarse, como hizo el capitán Ahab, a Moby Dick.

A veces, Rajoy, Soria, Guindos, el beato Fernández, Cospedal y otros... me recuerdan la trágica equivocación que tuvieron los soldados rusos -narra André Maurois en su biografía de Turgueniev (Editorial José Janés 1951)- que a la muerte del zar Alejandro se sumaron sin saberlo a una conspiración y gritaban "¡Viva la Constitución!", creyendo que era la mujer del Gran Duque Constantino".

¿Qué creerá esta tropa que es en realidad la Constitución de 1978?

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.