Luis de Guindos, gris 'deluxe'

Luis de Guindos, gris 'deluxe'

La persona más autorizada para opinar sobre economía no está a todas horas en televisión, no se lo rifan para entrevistarlo ni le invitan a las tertulias. ¿Por qué? Porque es aburrido. Tiene datos, argumentos y razones. Es culto y tiene mundo, pero aburre. No vende, no impacta, no emociona.

5c8bad1f2500001304cadfb1

  5c8bad202400006b054dafe1

El ministro de Economía en el World Economic Forum. Foto: commons.wikimedia.org.

Se habla de economía. Está en la calle, en los mercados -los de los barrios-, en los colegios. Hablamos como expertos, la austeridad no crea empleo, los datos macroeconómicos, la crisis de las preferentes... La cosa interesa. Pero la persona más autorizada para opinar, el ministro de Economía y Competitividad, no está a todas horas en televisión, no se lo rifan para entrevistarlo ni le invitan a las tertulias. ¿Por qué? Porque es aburrido. Tiene datos, argumentos y razones. Es culto y tiene mundo, pero aburre. No vende, no impacta, no emociona. Y no convence. ¿O sí? ¿Qué comunica mejor: un dato contrastado o una buena frase? ¿un argumento sólido o una vocalización firme?, ¿una razón de peso o una prosodia enfática? Ambas patas son necesarias, se sabe. Luis de Guindos es el tecnócrata por excelencia: el académico, el especialista que piensa, estudia, analiza, y no lo sabe contar. Su mensaje es pertinente pero no accesible.

Hipoarticulación

La actitud comunicativa configura la fonética. El hablante que desea por encima de todo que se le entienda bien exagera la articulación cuando habla en público: mueve lengua, mandíbula y labios con vigor, haciendo cambiar su forma según la vocal pronunciada, hace inflexiones con la voz, habla a intensidad más alta de la habitual, enfatiza. En una palabra, hiperarticula. Al contrario, el hablante que magnifica la importancia semántica de su mensaje tiende a una articulación relajada, a la hipoarticulación: la vocalización es imprecisa -lengua, mandíbula y labios apenas se mueven-, y la voz, monótona. Además, la hipoarticulación provoca cierta inseguridad en el hablante porque le es más difícil monitorizar el curso de su habla ¿qué iba diciendo? Por eso se dan más errores, tanto gramaticales como de pronunciación. El ministro de Economía es de esos hablantes que creen que la pertinencia del mensaje, que consiguen a base de inteligencia -3,7 palabras por segundo- y erudición -enunciados de más de 9 segundos, con 36 palabras ¡sin pausas!-, es suficiente para que el oyente se adhiera a su causa. ¿Será por eso que repite tanto?

Chasquidos y perfeccionismo

Lo que más valora de su comunicación es el contenido, así que su mayor empeño es intelectual. De Guindos, como buen perfeccionista, hace sonar la lengua contra el paladar mientras intenta explicarse. Es como si colocara hitos en su razonamiento, marcando escalas en su exposición como única ayuda al oyente. Típico de un tecnócrata. Lobo Antunes dice que cada libro tiene su propia llave y que el autor no debe guiar al lector más allá de lo necesario. En literatura vale, pero los medios calientes no dan tiempo ¿qué llave? antes de que llegue la siguiente pieza del informativo. O es ya, o no es. El que da una rueda de prensa para televisión tiene que guiar al oyente hacia el interior de su mensaje. Y si no lo hace, es ruido de fondo.

Deluxe

Otra característica que llama la atención en la voz del ministro -aparte de su bonito timbre- es de tipo socio-fonético: resulta fácil imaginarlo paseando por una calle elegante, el Financial Times bajo el brazo, entrando en una tienda de amplios escaparates brillantes. Sí, la pronunciación de De Guindos es de gama alta. Suaviza todas las consonantes sonoras entre vocales con un acento puro barrio de Salamanca: pronuncia ab.su.ta.en.te por absolutamente, mo.di.fi.cao por modificado, pr.a.mas.ta.ili.ad por programa de estabilidad. Y sin embargo, esas otras consonantes que la mayoría de españoles no pronuncian porque están en lugares poco naturales para la fonología del idioma, [b], [p], [d] o [k] en final de sílaba, se escuchan con extraordinaria nitidez -pib, actividad...-. Y lo más chic de todo, la nasalización de las vocales prenasales, todo un clásico de la fonética jet-set madrileña: ¿será porque habla idiomas, o simplemente porque es un ministro deluxe?

Estrategia en gris

El color gris no atrae, pasa sin pena ni gloria, no destaca, no molesta. Ni brilla, ni ensombrece, ni oculta. Al contrario, lo que hay alrededor de algo gris parece brillar más. Existen personas grises, junto a ellas uno parece más alto, más guapo, más listo. Las personas grises escuchan desde su rincón y solo hablan cuando les toca. Su hipoarticulación, esos enunciados con más información de la que podemos procesar, su voz plana y monocorde proyectan a Luis de Guindos como una persona gris. Expone con palabras técnicas -y digo exposición: un sujeto, el que habla; frente a comunicación: dos sujetos, el que habla y el que comprende- unas ideas complejas y muy académicas. Pero ¡cuidado!, no son ideas propias, ¡a mí que me registren!, son datos, datos contrastados y bien fundamentados.

El gris de Guindos es un gris elaborado y complejo, de gama alta, un tono elegante que no estorba pero que tampoco apasiona. Aporta un toque plomizo que combina bien con la estrategia de no-comunicación del Gobierno Rajoy: a él no es que no se le entienda, es que no se le escucha.

Algunos hablan de relato para traducir storytelling: mal. La traducción correcta es narración de la historia. El Gobierno sí tiene una historia, lo que le falta es contarla. Bien.