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Andrea Herranz, profesora española en Finlandia: "Estoy ganando 2.700 euros brutos, que netos se quedan en 2.400"

Andrea Herranz, profesora española en Finlandia: "Estoy ganando 2.700 euros brutos, que netos se quedan en 2.400"

La joven explica en Y Ahora Sonsoles cómo la diferencia de sueldo y el precio de la vivienda la empujaron a dejar España para empezar de cero en el norte de Europa.

Una profesora imparte clase en un aula de primaria en Finlandia.
Una profesora imparte clase en un aula de primaria en Finlandia.Robert B. Fishman

Andrea Herranz, una joven española licenciada en Magisterio, no se fue a vivir a Finlandia por capricho ni por una pasión desmedida por las auroras boreales. Se marchó porque la vida en España se le puso cuesta arriba y las cuentas a final de mes no cuadraban. Lo explicó hace unos días en Y Ahora Sonsoles (Antena 3), donde, con una sinceridad aplastante que no necesita de subrayados ni rótulos explicativos, dejó muy claros los motivos que la llevaron a hacer las maletas: "Un sueldo muy bajo para poder mantenerme sola y un nivel de vida alto, con el precio de la vivienda difícil de asumir". Su caso forma parte de un fenómeno que lleva muchos años repitiéndose —jóvenes cualificados que abandonan su país porque les resulta imposible consolidar un proyecto de vida— y que persiste porque las condiciones, simplemente, no mejoran.

Tras ese arranque, Sonsoles Ónega quiso ir a lo esencial: comparar su sueldo en Finlandia con cuánto ganaba en España. Andrea no se anduvo con rodeos y puso las cifras sobre la mesa sin dramatismo: "En Finlandia mi sueldo como profesora es de 2.700 euros brutos, que suele quedarse en unos 2.400, y en España el salario es de 1.100 euros, por lo que la diferencia era grande". La sentencia dejó muy poco espacio para las interpretaciones. Lo que subyacía en su explicación, aunque no lo dijera de forma explícita, era que con esas cifras, la decisión de emigrar dejaba de ser una aventura para convertirse en algo lógico.

De ahí, la conversación avanzó hacia otro gran mito que existe de Finlandia: el supuesto coste de la vida. Ónega quiso comprobar si los precios nórdicos justifican o no la marcha, y la respuesta de Andrea desmontó varias ideas preconcebidas. "Pues la gente cree que esto es súper caro pero es muy similar. Por ejemplo, la comida. Al ir al supermercado ves que están los precios casi igual o incluso más bajos", señalaba la emigrante española, que lo explicaba con total naturalidad, hasta el punto de contar que llevó a sus padres al súper para que lo comprobaran por sí mismos. Aunque el argumento de peso llegó al final de su discurso que, como el resto, llegó con contundencia: "Aun estando al mismo nivel ya me sale a cuenta porque cobro más del doble que en España. De hecho, me da para ahorrar".

Esas cifras de ahorro abrieron un debate más amplio en el plató porque Andrea no era un caso aislado. También estaba el testimonio de Rafael Zafra, un médico que ha dejado su profesión para irse a Alemania a trabajar de camarero: "Gano 3.200 euros y en España por ser residente eran 1.400". La comparación dejó a la cantante María del Monte con gesto de rabia y resignación: "Es una pena", dijo después de escucharlos a ambos y compartir una reflexión que describe una realidad que muchos jóvenes conocen bien: "Es triste que personas tan jóvenes que completan sus estudios y que después no pueden ejercer esa vocación, tengan que irse fuera para plantearse un futuro".

Sin embargo, entre tanta paz, hubo tiempo para que se tensase un poco el ambiente en plató. Sobre todo tras la intervención de la periodista y abogada, Isabel Rábago, que optó por eliminar cualquier tipos de barniz amable en sus palabras: "Lástima no. Esto es una vergüenza". En ese punto, Sonsoles Ónega introdujo tema que en toda la conversación había sido un elefante en la habitación: la vivienda. Un asunto que calificó de "obsesión" capaz de condicionar cada decisión vital, desde quedarse en España hasta buscar trabajo en el extranjero.

Mientras tanto, Andrea sigue con su vida en Finlandia. Con un sueldo que duplica al que cobraba en España, con un supermercado que no rompe un presupuesto y la posibilidad, casi exótica para muchos jóvenes españoles, de ahorrar a final de mes. No se marchó por capricho. Se marchó porque las cuentas, simplemente, cuadran a cuatro horas de vuelo.