Burgos da un sonoro golpe en la mesa y activa su plan para situarse en el mapa europeo como referente en robótica aérea
En este entorno se están desarrollando prototipos avanzados que ya han tenido presencia en foros internacionales, incluida la OTAN.
Resulta imposible entender el nuevo impulso tecnológico de Castilla y León sin fijarse en el proyecto que más expectativas ha generado en los últimos meses: el laboratorio de drones de la Universidad de Burgos. Tal y como ha destacado recientemente el medio especializado Hardware Libre, este espacio no es un simple taller universitario, sino una infraestructura estratégica diseñada para situar a Burgos en el mapa europeo de la robótica aérea. Desde su concepción, el objetivo ha sido claro: atraer talento, generar empleo cualificado y convertir la investigación en soluciones reales para sectores tan diversos como la energía, la agricultura, la defensa o la logística.
Buena parte de esta ambición se explica por la apuesta de la Junta de Castilla y León, que ha destinado más de 700.000 euros entre aportaciones ejecutadas y fondos comprometidos, con una proyección que podría superar 1,2 millones según la Consejería de Industria. La idea no es solo equipar un laboratorio, sino crear un ecosistema capaz de retener perfiles altamente cualificados y favorecer la llegada de empresas tecnológicas que quieran desarrollar o testar prototipos en un entorno académico e industrial coordinado.
La UBU subraya que se trata de un centro único en el sistema universitario español. Su integración en la Escuela Politécnica Superior y su convivencia con laboratorios de Hidrógeno Verde y Robots Terrestres ha permitido consolidar un espacio multidisciplinar donde convergen ingeniería aeronáutica, inteligencia artificial, nuevos materiales y energías renovables. Todo ello se articula alrededor de la JRU Drones, una unidad de investigación conjunta que conecta a los grupos de la UBU con otros centros de Castilla y León y con empresas del sector.
En este entorno se están desarrollando prototipos avanzados que ya han tenido presencia en foros internacionales, incluida la OTAN. Algunos de los modelos están orientados a vigilancia e inspección industrial, mientras que otros buscan mejorar la seguridad en infraestructuras críticas o agilizar tareas de mantenimiento mediante sensores de alta precisión. Especial relevancia está adquiriendo la investigación con hidrógeno verde, que promete multiplicar la autonomía de vuelo y reducir la huella medioambiental de los drones.
Otra de las líneas más destacadas es la lucha contra incendios forestales. Se trabaja en aeronaves capaces de detectar focos tempranos, elaborar mapas térmicos en tiempo real y guiar equipos de extinción durante los primeros minutos, una fase decisiva para evitar incendios de quinta y sexta generación. Estas aplicaciones demuestran que la robótica aérea no solo tiene impacto económico, sino también ambiental y social.
Además, el laboratorio se ha diseñado como un motor de formación y emprendimiento. La UBU quiere que estudiantes y profesionales puedan especializarse en diseño, operación y mantenimiento de drones bajo la normativa europea, y que las startups vinculadas a la robótica aérea encuentren allí un espacio donde validar ideas y conectarse con la industria.