La inflación más allá del 'efecto escalón': la nueva normalidad de los precios altos

La inflación más allá del 'efecto escalón': la nueva normalidad de los precios altos

Todo apunta a que los aumentos han tocado techo y, aunque todo es más caro que en 2022, las subidas y bajadas sufren cambios muy pequeños desde el verano pasado.

Un puesto de productos frescos en un mercado de alicante el cinco de abril de 2023.Marcos del Mazo

La inflación se "desploma" o "hunde". Esos son algunos de los adjetivos que se han usado para calificar la bajada de la tasa interanual que se ha experimentado en el mes de marzo. Sin embargo, también se ha señalado que el descenso, del 6,5% al 3,3%, se debe en buena medida al efecto 'escalón' o 'efecto Ucrania'.

Hace un año, los precios se dispararon con el inicio de la invasión rusa y ahora, en contraste a los vertiginosos aumentos que se vivieron, al no ser tan alta la diferencia, la bajada se traduce en los datos que se han confirmado este viernes. ¿Significa que los precios han bajado? No, supone que moderan su ritmo de subida en comparación anual.

De hecho, en lo que respecta a la variación mensual, ascendieron un 0,4% en el tercer mes de este año con respecto a febrero. Los expertos en economía han avisado ya en varias ocasiones que utilizar las escalas anuales en un contexto tan volátil como el que ha alumbrado el conflicto bélico o la pandemia puede desembocar en una distorsión.

Pero el tiro puede afinarse más. El Instituto Nacional de Estadística (INE), además de la escala mensual y anual, también mide la evolución inflacionaria por medio de otro parámetro: el Índice General Base 2021. Este sondea los precios tomando como base los que predominaban en el año 2021, que marcarían la base 100. De esa manera, se puede dibujar un paisaje más amplio, y que en este caso otorga algunas claves más profundas.

La inflación general media, desde el verano del año pasado, se ha mantenido en unas horquillas relativamente estables, con variaciones negativas y positivas que oscilan entre el 110,25% y el 111,11%. Pero antes de la guerra era del 104,4%. Esto viene a concluir que, aunque la inflación sufrió una fuerte subida, después se estabilizó. 

Por tanto, los precios han subido mucho en general, pero hace meses que experimentan variaciones relativamente pequeñas. La historia cambia si se desglosa esta evolución por grupos de productos, pero conviene ir por partes. Lo que queda más o menos claro, si se miran los datos y según las opiniones de los expertos consultados es que la nueva normalidad es la de los precios altos.

"No podemos decir en ningún momento que esto está controlado y que ya no hay un problema"
Manuel Hidalgo, profesor de Economía Aplicada en la Universidad Pablo de Olavide

El "cambio en los precios relativos"

Manuel Hidalgo es profesor de Economía Aplicada en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (UPO), y advierte del cambio de paradigma que supone el nuevo panorama que dibuja el Índice General Base 2021: "Hemos sufrido un cambio en los precios relativos, una transición que nos ha colocado en otro nivel".

Observando los datos, Hidalgo sostiene que el índice general de la inflación habría tocado techo y que "mucho tendría que torcerse" la situación económica actual para que no sea así. Sin embargo, no pone la mano en el fuego. "Las cosas van mucho mejor, no estamos en una situación como la de hace varios meses, pero todavía hay tensiones en los precios que a ver en qué desembocan", matiza el economista.

José García Montalvo, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (UPF), apunta a que el aumento de la inflación no se debía solo a la guerra: "Empezó antes, en el segundo o tercer trimestre de 2021, ahora estamos viendo cómo se va aplanando". Pasado 2020, la repentina reactivación económica tras la pandemia tensionó mucho las cadenas de suministros, elevando sus precios, y tres cuartos de lo mismo ocurrió con la producción, que hizo subir el precio de la energía al aumentar la demanda. La guerra fue la chispa que hizo estallar el polvorín.

Pero si los precios de la energía han bajado, la cadena de suministro ya está engrasada y las consecuencias económicas de la guerra en buena medida asumidas, ¿está controlada la inflación? Hidalgo advierte de que no: "No podemos decir en ningún momento que esto está controlado y que ya no hay un problema". El Índice General es una media, por lo que representa una tendencia generalizada, si se va a los grupos de productos, empiezan las curvas. La más pronunciada, la de los alimentos.

Si bien la energía se ha reducido, y con ella el precio de los transportes por la caída de la gasolina y de las facturas de la luz y el gas, los alimentos se siguen tirando al monte. "Vivienda y transporte, que es donde los productos energéticos tienen un peso más alto es lo que está tirando la inflación hacia abajo", explica García Montalvo. Los datos del INE a este respecto son inequívocos.

Tras el inicio del conflicto, entre febrero y junio los gastos asociados a la vivienda y los transportes se dispararon. Los alimentos también subieron, pero a un ritmo mucho más lento. Con el inicio del verano, sin embargo, las tornas cambiaron, y mientras que llenar la cesta de la compra iba costando cada vez más, la bajada de los precios de la energía y de los carburantes tiraron poco a poco hacia abajo el IPC. El resultado: dos evoluciones opuestas y constantes que dibujan una media estable.

Si baja la energía, ¿por qué los alimentos no?

La lógica invita a pensar que si los costes de producción son más bajos, los alimentos deberían reducir sus precios en el supermercado. Sin embargo, las dinámicas de la producción son más complejas. "La gente dice que baja la energía y que por qué no bajan los tomates. Pues porque ese tomate se empezó a producir cuando los costes estaban disparados", incide Hidalgo. 

La misma dinámica que se ve en el gráfico anterior, en el que los alimentos tardaron más en subir que los combustibles, sirve también para explicar el retraso en sus bajadas. Los grandes aumentos del aceite de girasol y otros productos en 2022 ocurrieron en buena medida dos meses después del inicio de la guerra, no fueron inmediatos. A vueltas con los tomates y otras frutas y productos agrícolas, los fertilizantes, que también se dispararon, son una de las claves para desgranar este fenómeno.

"[Los fertilizantes] los usas para una cosecha que vas a recoger en cinco o seis meses. Ahí hay un retardo. Por eso hay retardos en [la bajada de precios de] los alimentos", expone García Montalvo. Con todo esto en mente, por contra, las bajadas en los productos alimenticios no deberían tardar mucho más en apreciarse. 

Habrá que esperar a que lleguen a los supermercados los productos derivados de materias primas como el trigo, que en la actualidad cotiza a prácticamente la mitad del precio que tenía hace un año. "En los alimentos hay mas inercia y tarda más en bajar, pero sin duda lo vamos a ver trasladado", zanja el economista dela UPF. Hidalgo, por su parte, indica que estas dinámicas no se dan igual en todos los productos, ya que cada línea de producción responde a un mercado propio.

"La inflación controlable no es un concepto definido, depende de lo que se quiera conseguir"
José García Montalvo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pompeu Fabra

Qué esperar

Las bolas de cristal raramente sirven para visualizar el futuro, y de hecho pocas personas han visto una en la vida real. Pero más allá de lo que pudiera pronosticar la Bruja Avería, sí se pueden sacar algunas conclusiones sobre lo que podría ocurrir en los próximos meses. Hay varias opciones y factores a tener en cuenta.

La inflación "no se va a quedar quieta", aclara Hidalgo, que apunta a que si no hay "tensiones" ni "efectos de segunda ronda", podría moverse en valores que oscilarían en torno al 2% y 3% este año. "Si los precios de los alimentos siguen subiendo, seguramente veamos subidas salariales que estarán este año por encima del 3%", cree Hidalgo.

El economista sevillano señala que muchas empresas han aumentado sus márgenes debido a que tuvieron que aumentar precios para afrontar los costes de la energía y la producción en general. Pero ahora, con la bajada de la energía y los combustibles, esos factores han desaparecido y ha quedado un "hueco": "¿Lo van a rellenar con subidas salariales? ¿O con márgenes [de beneficio]? La cosa es cómo se va a repartir este relleno, quién va a recuperar poder adquisitivo y si algunas empresas van a aprovechar para no solo recuperarlo sino para ganar márgenes".

Para García Montalvo, el contexto de los mercados internacionales, donde se ven bajadas de materias primas y costes "del 20% o el 40%" apuntan a que más pronto que tarde la inflación seguirá dando más muestras de moderación y hasta de bajadas. ¿Y hasta dónde debería bajar? 

"La inflación controlable no es un concepto definido, depende de lo que quieras conseguir. El Banco Central Europeo y otros organismos se han fijado un objetivo del 2%, que sería algo razonable", comenta el economista de la UPF. Sin embargo, la "desglobalización", que acorta y encarece las cadenas de suministros, explica este experto, aleja la idea de que vayan a verse tasas como las que se veían antes de la pandemia, de entre el 1% y 2%, abunda García Montalvo.

Otro factor que ya asoma por el horizonte es la guerra de precios entre las grandes cadenas de distribución. Para Montalvo esto supone una demostración de que el sector es competitivo y que no hace falta intervenirlo. "Era algo que se sabía que iba a terminar ocurriendo, lo que no se podía aventurar era cuándo iba a pasar exactamente". Pero ya ha empezado, a las bajadas anunciadas por la cadena de supermercados Eroski ya se ha sumado Mercadona, que esta semana ha anunciado la bajada de 500 productos hasta final de año.

Para Hidalgo, sin embargo, estas bajadas no tendrán un gran efecto en la inflación: "Bienvenidas sean, pero los aumentos venían de eslabones anteriores en la cadena, en el origen. Que Mercadona baje dos céntimos el pan de molde no supondrá mucho, lo importante es que baje el trigo".

Aun con todo, alimentos aparte, habrá precios que no bajarán nunca más. Hidalgo pone de ejemplo la tasa que cobra un abogado, lo que trae a colación, nuevamente, la necesidad final que habrá de subir los salarios, algo para lo que también habrá que ser razonable, opina: "Si yo veo subidas salariales del 5% en un contexto inflacionario del 3%, no me preocuparía, no tiene porque motivar una retroalimentación". 

Esa retroalimentación serían los efectos de segunda ronda, es decir, que los salarios subieran demasiado y las empresas se vieran obligadas a subir precios para poder cubrir las alzas en las retribuciones a sus trabajadores. "Si viera subidas del generalizadas del 10% ya sería más complicado, estas cuestiones serán las que marquen la senda de la inflación para el año que viene". La nueva normalidad, por el momento, es la de los precios altos.