Techo de deuda: el límite que amenaza a EEUU con la recesión

Techo de deuda: el límite que amenaza a EEUU con la recesión

Republicanos y demócratas tratan de pactar una subida antes del 1 de junio, cuando acaba el plazo. La derecha reclama recortes milmillonarios y Biden, por ahora, se niega.

Joe Biden, el pasado 19 de abril, en un discurso sobre economía en un acto con trabajadores, en Accokeek, Maryland.NATHAN HOWARD / Getty

Estados Unidos siempre ha pagado sus deudas en hora, pero a lo mejor ese tiempo está a punto de acabar. El actual techo de deuda, esto es, el tope que tenía de hasta 31,4 billones de dólares, se alcanzó el 19 de enero. Desde entonces, se ha ido trampeando este tiempo con soluciones que no son más que parches, pero ese margen de maniobra excepcional acaba el 1 de junio. Si para entonces no hay un acuerdo entre demócratas y republicanos, el país se enfrenta al abismo: bancarrota o rescate. Es lo que hay. 

No es nada extraño que se llegue a acuerdos in extremis sobre este asunto. Siempre es un arma arrojadiza, esté quien esté en el Gobierno y en la oposición, pero también siempre se ha resuelto a tiempo. Es habitual que los países tengan déficit, que gasten más de lo que ingresan, y por eso es recurrente buscar más fondos. Hasta la primera economía del mundo, también. Lo que pasa es que esta vez no está tan claro que se supere la división entre los dos partidos, tan enconado está el debate, ejemplo de la radicalización de la propia sociedad norteamericana tras el paso del huracán Donald Trump. 

El martes pasado, Joe Biden, el presidente, tuvo personalmente un encuentro con sus correligionarios y sus adversarios, en busca de la paz, pero las partes salieron del encuentro más enfadadas que nunca. Se citaron de nuevo para el viernes, pero la reunión se anuló antes, dejando más tiempo a los técnicos para trabajar. "Políticamente, no teníamos nada que decirnos", explicó una fuente republicana a The New York Times

Biden insiste: "todo se puede resolver con voluntad política" y aún hay margen hasta junio. Lo que sucede es que, entre que se toma una decisión en los partidos, se lleva al Congreso -la Cámara de Representantes está desde noviembre en manos republicanas y eso lo complica todo- y sale publicado, el proceso puede tardar unos diez días, con lo que la línea roja se acerca. La situación es desesperada y lleva al propio Tesoro norteamericano a hablar de momento "catastrófico".   

¿Qué es el techo de gasto y de dónde viene?

El Congreso de los Estados Unidos introdujo por primera vez el techo de la deuda, esto es, el límite extremo de dinero que el Gobierno puede pedir prestado, en 1917. Con esta medida, el Gobierno ya no necesitaba la aprobación de los legisladores para cada deuda emitida. Las Leyes de Deuda Pública se aprobaron posteriormente en 1939 y 1941 y sigue rigiendo.

Aunque originalmente se diseñó para facilitar el endeudamiento del Gobierno federal, el límite se ha convertido en una forma en que el Congreso restringe el aumento de la deuda, convirtiéndolo en un asunto político en las últimas décadas. Durante las últimas siete décadas, el techo de la deuda se elevó 78 veces, con más o menos debate o contratiempos. En 2011, siendo presidente el demócrata Barack Obama (Biden era su segundo), las cosas estuvieron realmente feas y la demora en acordar un nuevo límite hizo que el país perdiera su calificación crediticia AAA, la más alta de una compañía o país, la que garantiza que es fiable y estable. Aquello provocó un aumento en los costos de endeudamiento que lastró la economía nacional.

No supone la autorización de nuevos gastos, simplemente permite al gobierno federal endeudarse para sufragar los programas de gasto aprobados por el Congreso. Es decir, la elevación del techo de la deuda no equivale a incurrir en nuevo gasto público. El límite de deuda actual está, como decíamos, en 31,4 billones de dólares, 28,6 mareantes billones de euros al cambio. El Departamento del Tesoro, al ver que estaba sobrepasado en enero, tomó "medidas extraordinarias" para poder seguir financiando las actividades del Ejecutivo, como la suspensión temporal de emisión de deuda para fondos de veteranos, discapacitados o exfuncionarios. Si en junio no hay acuerdo, el Gobierno podría comenzar a quedarse sin dinero y dejar de pagar su deuda.

No es una cuestión de que EEUU no tenga dinero. Es una cuestión de límites. "No se trata de un problema económico. Con una economía sólida, pleno empleo y un extraordinario dinamismo innovador, el país tiene sobrada capacidad económica y financiera para hacer frente a sus deudas. Sin embargo, una obtusa norma (el llamado “techo de deuda”) junto con un nivel de polarización política sin precedentes (que permitiría a la mayoría Republicana que controla el Congreso alargar la negociación y en última instancia, impedir el alza de dicho techo) constituyen un tóxico cóctel que podría desestabilizar seriamente los mercados financieros internacionales, generar una recesión global y cuestionar el papel hegemónico del dólar", explican en un análisis del Real Instituto Elcano los investigadores Judith ArnalFederico Steinberg. Su conclusión no

EEUU es hoy el 12º país con mayor nivel de deuda (datos de 2021, aún no disponibles los de 2022) En aquel momento suponía el 107,4% de su PIB.

Dónde está la pelea ahora

Las expectativas de avance en las conversaciones entre Biden y los principales líderes republicanos y demócratas son bajas, es una baza electoral de primer orden a un año y medio de unas nuevas presidenciales. El presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, y su formación, la republicana, se niegan a aumentar el techo de la deuda sin grandes recortes presupuestarios. Grandes quiere decir muy grandes: quieren un tijeretazo de 4,8 billones de dólares. 

La Cámara de Representantes, que desde las elecciones de mitad de mandato de noviembre pasado, está liderada por los republicanos -mientras que el Senado sigue en manos demócratas-, votó a finales de abril a favor de estos recortes. Y lo quieren, sorpresa, sobre todo en políticas progresistas. Todo lo que les parece superfluo. En su proyecto de ley de presupuesto eliminarían las exenciones fiscales para las inversiones en energía limpia y revertirían el plan de Biden de perdonar la deuda de préstamos estudiantiles o reducirían las inversiones en sanidad para los más desfavorecidos. Sin embargo, esta legislación no tiene posibilidades de ser aprobada en el Senado. Rojos y azules. O se ponen de acuerdo o nadie avanza. 

Biden, hasta ahora, se había negado a negociar, alegando que el techo de la deuda debe elevarse sin condiciones. Luego ha ido cediendo y viéndose con sus opositores, hasta el punto de mostrarse flexible en un recorte de no más de 40.000 millones. Así que bajada de gastos sí, pero no masiva, no en el 27% del presupuesto nacional y no en partidas sensibles. El plan presupuestario de Biden, avanzado en marzo, reduciría los déficits en casi tres billones de dólares durante una década, principalmente a través de aumentos de impuestos a los más ricos, una medida que, de partida, es poco probable que los republicanos acepten.

En la reunión del martes pasado, el mandatario también reclamó a los republicanos que se comprometan públicamente a que el país pueda seguir pagando todas sus facturas, porque es una cuestión de Estado, no de partido. 

McCarthy, al informar el viernes de que los contactos no seguían, dijo que de todas formas no ha percibido por parte de la Administración la voluntad de alcanzar un acuerdo. "Parece que quieren un impago más que un pacto", apuntó señalando que su partido sí quiere ser "responsable". Las espadas siguen en todo lo alto y el tiempo corre. Ya hay quien ve como imposible de soslayar una crisis como la de 2011, pero al menos, que no vaya a más. 

Lo que le queda a Biden por hacer

¿Y qué puede hacer Biden si las negociaciones no avanzan un ápice, como hasta ahora? En teoría, podría invocar la Enmienda 14 de la Constitución estadounidense que establece que la "validez de la deuda pública de los Estados Unidos, autorizada por ley (...) no será cuestionada". El economista sevillano Martín Recio explica es posible "argumentar que tiene el deber constitucional de evitar el incumplimiento y, por lo tanto, puede superar el límite de deuda para continuar con el gasto que el Congreso ya aprobó". 

"Poder, puede", asume, pero no cree que sea la vía que elija, porque es impopular que se emplee el ordeno y mando. "Los republicanos han advertido que no puede actuar de forma unilateral, que la solución tiene que pasar por el Congreso. Así que es casi seguro que ese movimiento conduciría a disputas legales prolongadas, lo que podría desestabilizar los mercados financieros", augura.

Biden puede, también, "priorizar gastos", para empezar, elaborando un plan de contingencia de qué es lo prioritario que hay que abonar. Pero eso "puede generarle una enorme pelea interna, a quién pones primero es un debate serio". También puede emitoir bonos con prima o una moneda de platino de 1 billón de dólares que aumente la capacidad de gasto del Tesoro, que se depositaría en la Reserva Federal y se emplearía para ir haciendo frente a los gastos del Gobierno.

Esta semana, un sindicato de trabajadores del sector público demandó a la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, y a Biden, argumentando que están obligados constitucionalmente a ignorar el límite de la deuda. La demanda intenta garantizar que los trabajadores no sean perjudicados mientras se prioricen los pagos de la deuda en caso de incumplimiento. Son el eslabón más débil de una cadena, una serie de catastróficas desdichas, que pueden llegar si no hay más dinero. 

Las consecuencias, allí y aquí

La secretaria del Tesoro de EEUU, Yellen, advirtió el domingo pasado que el enfrentamiento era efectivamente un "pistola en la cabeza del pueblo y la economía estadounidenses". Más gráfica no pudo ser. Según dijo, si no se elevara el techo de la deuda, "se produciría un caos financiero y económico". El grupo de banca de inversión Goldman Sachs ha llegado a hablar de escenario "terrorífico". El Fondo Monetario Internacional (FMI) reiteró la necesidad urgente de que el Congreso eleve el techo de deuda ya que, de no hacerlo, habrá "graves repercusiones" tanto para la economía estadounidense como a nivel global.

La falta de fondos obligaría al Tesoro de EEUU a priorizar el gasto, de modo que los pagos de la deuda y los pagos de intereses se realicen primero. Eso podría significar retrasos en el pago de salarios de decenas de millones de trabajadores del sector público, incluidos los docentes. Por eso son los que se están movilizando más anticipadamente. Los pagos de seguridad social y los subsidios de atención médica para estadounidenses mayores y vulnerables, incluidos los veteranos militares, también podrían suspenderse.

Aunque cualquier incumplimiento de pago de la deuda probablemente sería temporal, un análisis realizado por los asesores económicos de Biden advirtió que incluso un incumplimiento "breve" le costaría a la economía estadounidense 500.000 empleos. Hasta tres millones avanzan los informes menos optimistas. Estos asesores creen también que un incumplimiento "prolongado" provocaría una caída del PIB del 6%, con la pérdida de decenas de miles de empresas. Cada hipoteca subiría 130.000 dólares en el país, al multiplicarse los tipos para prestar dinero. Habría que dedicar un 2,6% del PIB sólo a pagar deuda si ese escenario se cumple. 

En el peor de los casos, EEUU tendría que dejar de pedir prestado todo en julio o agosto, lo que impactaría fuertemente a los mercados financieros mundiales: "los inversores cuestionarían el valor de los bonos estadounidenses, que se consideran entre las inversiones más seguras y sirven como elementos básicos al sistema financiero mundial", indica el experto. Un incumplimiento "podría debilitar gravemente el comercio mundial y llevar al resto del mundo a una profunda recesión. Incluso, provocaría una fuerte caída del dólar estadounidense, lo que derivaría en fluctuaciones caóticas en los tipos de cambio y dispararía los precios del petróleo y otras materias primas".

Es posible que la inflación mundial vuelva a aumentar y los problemas de la cadena de suministros, que afectaron el comercio tras la pandemia de coronavirus, podrían empeorar debido a la falta de confianza en el sistema financiero. "Sin afán catastrofista, podemos ponernos al nivel de la crisis de 2008", indica Recio. "Habría contracción del consumo y de la inversión, caída del crédito... Lo que probablemente es que esta situación llevaría a EEUU a una recesión forzada". La temida palabra, sobre la mesa. 

Se espera que en esta semana se aceleren los contactos entre los grupos, porque el tiempo apremia, no sólo por los plazos, sino porque Biden necesita salir del país para acudir a la reunión del G-7 en Japón, lo que le resta capacidad de atender este flanco. Pocos presidentes lo han pasado tan mal en este trance como él.