Llámenlo antipolítica o populismo, sólo es decencia
Las políticas de la UE sobre el sur de Europa han pulverizado ya dos sistemas electorales, el siguiente será el español. Esto no son conjeturas, en las elecciones europeas del 2014, si no antes, visualizaremos una altísima abstención y la fragmentación del sistema con la irrupción de candidaturas que ahora desconocemos.
Cabría preguntarse qué esperan las personas de sus representantes en las Cortes españolas, qué esperaban del debate del estado de la nación y cómo podría influir su desenlace en las convicciones de los electores, como ejercicio previo a la valoración de sus resultados objetivos. Decimos esto porque la respuesta a estas preguntas determina el posicionamiento estratégico de la intervención, que se dirigirá a todos los ciudadanos o a algunos, con argumentos generales o específicos, con un lenguaje u otro. Sin este análisis previo es difícil obtener rendimiento electoral de la intervención, o éste se produce por casualidad, lo que viene a ser lo mismo.
Toda la información demoscópica previa al debate nos decía que las personas esperan que sus representantes que se entiendan entre ellos con independencia del partido al que pertenecen, para alcanzar políticas que defiendan juntos; la gente quiere grandes acuerdos o pactos para afrontar la crisis múltiple en la que nos encontramos. La experiencia nos dice que la forma de relacionarse que tienen el PSOE y el PP es la de siempre, la teoría de la confrontación, esto es, lo contrario de lo que se espera de ellos. Otros datos nos dicen que los líderes más importantes del debate, Rajoy y Rubalcaba, son desaprobados por al menos el 80% de los electores, lo que incluye a 5 y 6 de cada 10 de sus propios votantes. Esta disociación entre la voluntad popular y el desenlace probable remite a esclerosis orgánica, inmovilismo y en definitiva, a autorepresentación: la gente lo pasa mal y estos sólo saben pelearse, están a lo suyo y les da todo lo mismo. Si a esto añadimos otras convicciones como que se financian ilegalmente y lo niegan o que protegen a sus presuntos corruptos, las personas no podían esperar gran cosa de este debate de la nación. Como además el PP domina las votaciones con sus 186 escaños, todo lo que sucede ahí dentro no sirve para nada o es irrelevante para la mayoría social.
Todo apuntaba a que el debate sería un fracaso, se celebraría de espaldas a la calle, por lo que habría que acercar la calle al Parlamento para ejercer la función de representar a las personas. Esto es lo que hizo Joan Baldoví, subió a la tribuna de oradores para cantarle las cuarenta a Rajoy y a Rubalcaba, a quienes trató como a jefes mafiosos de castas políticas al servicio de los bancos y de las grandes empresas. Baldoví se situó en definitiva enfrente del sistema y no de la derecha, que es donde se defiende a los ciudadanos, como Syriza en Grecia, Anova en Galicia o el movimiento Cinco Estrellas en Italia. Las políticas de la Unión Europea sobre el sur de Europa han pulverizado ya dos sistemas electorales, el siguiente será el español. Esto no son conjeturas, en las elecciones europeas del 2014, si no antes, visualizaremos una altísima abstención y la fragmentación del sistema con la irrupción de candidaturas que ahora desconocemos, como un arrollador Compromiso por Europa, pongamos por caso. Ya se concretará, porque Compromís lidera ya la ruptura en España, con eso que llaman los medios del sistema populismo, anti política, populismo o radicalismo izquierdista, no se asusten tanto porque sólo es decencia.