Por qué se sigue pintando a Baltasar de negro

Por qué se sigue pintando a Baltasar de negro

Numerosos colectivos llevan años denunciando el racismo en la celebración de los Reyes Magos.

Jesulín de Ubrique como Baltasar en la cabalgata de Arcos de la Frontera (Cádiz).Europa Press Entertainment via Europa Press via Getty Images

¡Ya llegan sus majestades los reyes! Melchor, con su barba blanca, Gaspar, con la suya castaña, y Baltasar... pintado de negro y con labios rojos. Esta escena se repite cada 5 de enero en muchas localidades españolas con las cabalgatas de los Reyes Magos.

El encargado de representar a Baltasar es en casi todas ellas blanco, con una capa de maquillaje negro. A diferencia de Melchor y Gaspar, que sí se corresponden con su raza.

Este debate, como el turrón o los polvorones, vuelve cada año, y sigue sin tomarse en serio. Por este motivo, cada vez más colectivos antirracistas y personalidades reivindican que esta tradición racista se acabe.

Son muchos los ayuntamientos que señalan que no encuentran a personas negras que quieran ser Baltasar o que no disponen de presupuesto para contratar a alguien negro así que optan por el blackface. Otros esgrimen que se trata de una tradición inofensiva para los niños y que no se hace con ánimo de ridiculizar.

Tal y como cuentan desde el medio antirracista Afroféminas, el blackface —pintarse la cara de negro— tiene su origen en el minstrel, un género musical y teatral de finales del siglo XIX en el que personas blancas se disfrazaban de esclavos negros para ridiculizarlos.

Esto se ve aún más claro cuando las representaciones de las personas negras en las cabalgatas son personas blancas pintadas. Así lo recuerda el periodista Moha Gerehou en un vídeo en eldiario.es, “muy negros y con labios rojos muy grandes”, un claro rasgo de exageración y caricaturización.

Con el fin de denunciar esta práctica, el humorista Omar Pretinho publica  desde 2019 un vídeo cada Navidad para mostrar con humor cómo sería una cabalgata en África si el racismo fuese hacia los blancos, en un mundo paralelo.

Más allá de Baltasar, la Navidad propicia otras tradiciones locales donde los participantes, todos blancos, también se pintan la cara bien negra y los labios rojos para “tratar de asemejarse” a un negro en una visión claramente esterotipada.

La cabalgata de Alcoy (Alicante) es considerada como la más antigua de España y desde hace años se enfrenta a la polémica racista. En esta tradición, unos pajes pintados de negro muy oscuro, con labios rojos e indumentaria africana suben por una escalera para dar regalos a los niños.

Lo cierto es que, como se documenta en los archivos de la época, esta tradición tiene su origen en la esclavitud, ya que estos pajes eran descritos en la prensa de entonces como esclavos y la cabalgata era una forma de ridiculizarlos y mostrarlos de modo grotesco.

Tal y como cuenta la periodista Elvira Swartch Lorenzo en un artículo publicado en Afroféminas, “los pajes responden a una historia dolorosa y no asumida por este país, la de la esclavitud. Los pajes negros de Alcoy hunden sus raíces en la trata de seres humanos”.

Lejos de querer ser algo feliz para los niños, señala Swartch, es una “violencia” que muestra a las personas negras deshumanizadas.

Esta figura recuerda a la del Zwarte Piet, o paje negro, que se representa en Holanda. En 2015 la ONU pidió que se modificase esta tradición en la que se representa a un esclavo negro liberado por San Nicolás por ser considerada racista.

Otra figura controvertida es el paje Faruk de Igualada, también negro, y ridiculizado hasta el punto de cubrirse de un color negro totalmente irreal y de una forma esterotipada.

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Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
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Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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