Juan Carlos I cumple 85 años con poco que celebrar: las razones que le amargan el aniversario

Juan Carlos I cumple 85 años con poco que celebrar: las razones que le amargan el aniversario

El rey emérito, en Abu Dabi desde hace tres años y medio, ha vivido una decadencia pública y personal desde su abdicación.

Juan Carlos I, en Londres, en los actos de homenaje a la reina Isabel II de Inglaterra tras su muerte. MARCO BERTORELLO via Getty Images

El 5 de enero es siempre una fecha importante para los reyes. Para los Magos, que tienen que entregar regalos por las casas de toda España, y para el emérito, Juan Carlos I, que celebra su cumpleaños.

Sin embargo, desde hace varios años, para el padre del actual rey Felipe VI en la fecha de su aniversario cada vez hay menos que celebrar.

Estos son los motivos que le amargan el cumpleaños a Juan Carlos I.

Desde el 3 de agosto de 2020, el emérito vive en Abu Dabi, donde se marchó acosado por las informaciones periodísticas que apuntaban a supuestos escándalos financieros y personales.

Tres años y medio lleva fuera del país quien fuera jefe de Estado hasta 2014, quien ha visto cómo desde su abdicación en ese año su imagen ha ido en declive.

En todo este tiempo lejos de España, Juan Carlos I sólo ha pisado suelo patrio una sola vez —que se sepa—. Fue en mayo de 2022, cuando el padre del actual rey viajó a Vigo para pasar unos días en Sanxenxo disfrutando de las regatas de la Copa de España de Vela.

Apenas estuvo cuatro días, en los que se dejó ver poco en público y en los que, eso sí, dejó una frase —otra más— para la posteridad: ″¿Explicaciones de qué? Jajaja”.

Su marcha de España tenía clara relación con las informaciones periodísticas que apuntaban a supuestos escándalos financieros, que terminaron convirtiéndose en problemas con Hacienda y en líos judiciales.

Sin embargo, y por suerte para él, la Fiscalía del Tribunal Supremo decidió en marzo archivar las tres diligencias abiertas en su contra: las supuestas comisiones por la obra del AVE a La Meca, los abonos del millonario mexicano Allen Sanginés-Krause y el trust de la isla de Jersey.

Eso sí, en su informe, el jefe de la Fiscalía Anticorrupción dejó claro que quien fuera jefe del Estado cometió numerosas irregularidades fiscales de las que, sin embargo, no responderá penalmente.

El fiscal concluyó en su escrito que algunas de las causas estaban prescritas y otras no podían ser perseguidas porque se cometieron antes del año 2014, cuando Juan Carlos I todavía era rey y, por tanto, contaba con la inviolabilidad que le otorga la Constitución española.

Lo que no pudo evitar el emérito es pagar a Hacienda lo que la Agencia Tributaria le reclamó para regularizar su situación fiscal, en las que llegó a pagar en algunos casos hasta cuatro millones de euros.

Que también han tenido implicaciones jurídicas, ya que la examante del emérito, Corinna Larsen, acusó a Juan Carlos I de haberla sometido a acoso entre 2012 y 2014.

Según la acusación de la aristócrata contra quien fuera su amante, el monarca, tras prestarle cien millones de euros, se los reclamó de vuelta. Ante la negativa de ella, siempre según su denuncia, el emérito aseguró que ella se los había robado e inició una campaña de acoso en la que, dice Corinna, participó también quien entonces era director del Centro Nacional de Inteligencia, Félix Sanz Roldán.

Larsen también afirmó que el dinero que le dio el emérito no fue por una cuestión sentimental, sino porque ella residía en Mónaco y la usó como testaferro.

Sin embargo, la justicia británica ha terminado reconociendo que el rey contaba con inmunidad durante la mayoría del período en el que sucedieron los hechos denunciados, sobre todo los más perjudiciales para el emérito.

Todos estos asuntos han repercutido en su mala imagen pública, que ya fue degradándose desde que en abril de 2012 sucediera el famoso episodio de Botsuana, donde el emérito se rompió la cadera durante un viaje de caza en un momento social y político muy complicado, con una enorme crisis económica en España.

Esto ha hecho que la valoración ciudadana del rey haya caído a mínimos desde su abdicación.

En el año 2020, una encuesta realizada por 40dB situaba a Juan Carlos I como el miembro de la Casa Real menos valorado con apenas un 3,3 por detrás de la reina Letizia (4,7), su hijo el rey Felipe VI (5,8) y su mujer, la reina emérita Sofía (5,9).

En 2021, otro sondeo publicado por El Confidencial situaba al emérito en similares guarismos, con una valoración de 3,5 frente a la obtenida dos años antes, que había rozado el aprobado (4,9).

De hecho, en 2014, a pocos meses de su abdicación, el diario El Mundo publicó una encuesta realizada por Sigma Dos en la que el apoyo a la monarquía como institución caía por debajo del 50% y en el que la imagen del entonces rey se veía claramente perjudicada, cayendo cuatro puntos en apenas un año hasta el 41,3% que creían que su reinado había sido bueno o muy bueno.

Todo este cocktail ha hecho que el monarca emérito lleve ya tres años distanciado de su familia.

Al menos, de su hijo Felipe VI y de las hijas de éste, incluida la heredera, Leonor.

Se sabe que ambos se vieron en Madrid después de la breve visita de Juan Carlos I a España en mayo de 2022, tras su paso por Sanxenxo. El emérito se reunió a solas durante cuatro horas con el actual rey y coincidió en Zarzuela con la reina Letizia, la infanta Sofía, la infanta Elena y los dos hijos de esta.

También se vio con la reina emérita Sofía, aunque según diversas informaciones, se tuvo que ausentar por haberse contagiado de Covid en un viaje previo a Miami.

Salvo ese breve encuentro, que haya trascendido sólo sus dos hijas, las infantas Cristina y Elena, han ido a visitarle a Abu Dabi.

Tampoco es para celebrar la situación personal de una de sus hijas, la infanta Cristina, que el pasado año vivió la separación de quien fue su marido, Iñaki Urdangarin.

Precisamente los turbios negocios del ex jugador de balonmano en el ‘caso Nóos’ les llevaron, a ella al banquillo, y a él a prisión.

También ellos pusieron tierra de por medio y se marcharon a vivir, primero a Washington (EEUU), y después a Suiza.

En enero de 2022 se publicaron unas fotografías de Urdangarin con la abogada Ainhoa Armentia, compañera de profesión de quien fue duque de Palma. Días después, el matrimonio anunciaba su separación.

No es que esto le haya supuesto ningún problema al emérito en los últimos años, pero sí que vivió un momento incómodo cuando ambos acudieron juntos a la recepción del rey Carlos III de Inglaterra en el Palacio de Buckingham con motivo de la muerte de la reina Isabel IIfallecida el pasado 8 de septiembre.

El emérito, renqueante por sus problemas de cadera, estuvo en todo momento apoyándose en un ayudante. La reina emérita, a su lado, sonreía como podía pero en ningún momento hacía ademán de ayudar al que todavía es su marido.

Un día después, en el funeral, tuvieron que sentarse juntos y allí también coincidieron con el rey Felipe VI y la reina Letizia.

La marcha del emérito a Abu Dabi y la constante aparición de amantes y supuestas amantes de quien fuera jefe del Estado ha hecho que la relación entre ambos sea prácticamente nula y se limite a los pocos actos públicos en los que, por pura obligación, deben coincidir.

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Jefe de Política de El HuffPost