Nacionalismo madrileño

Nacionalismo madrileño

No hay bandera que lo sustente ni himno que lo ensalce, tampoco hay vinculación entre la persona y el territorio donde nació. Está basado exclusivamente en la exclusión social y económica a partir del individualismo.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una imagen de archivo.Eduardo Parra/Europa Press via Getty Images

El nacionalismo tiene una visión excluyente dentro de la convivencia en la sociedad que vivimos, tiene enraizado en sus genes la diferencia; clasifica y califica a las personas según donde nacen. Si no eres nacionalista, te conviertes en su adversario, y si además vives en su territorio, se te trata como enemigo. Así de crudo es, lo han tenido que sufrir y sentir muchos y muchas durante algún tiempo en algunos lugares muy concretos de nuestro Estado.

Durante años la identificación se realizaba a través de un territorio que no se sentía parte de un Estado, vertebrándose a través de una bandera que aglutinaba esos sentimientos y, en algún caso, hasta un himno colectivo que exaltaba la distinción de pertenencia. Lo hemos sentido duramente los últimos años en Cataluña. Menos mal, que gracias a la gestión del Gobierno de Pedro Sánchez hoy lo vivimos más calmado, diría que mitigado por la solución del dialogo y acuerdo que ha calado en el conjunto de la sociedad catalana.

En los últimos 30 años se ha sembrado en la Comunidad de Madrid, y muy especialmente en la ciudad de Madrid, otro nacionalismo muy distinto y más peligroso. Las políticas de Gallardón, y especialmente de Aguirre, han tenido su implosión definitiva con Ayuso. Se ha trabajado desde las instituciones para calar en la sociedad madrileña un nacionalismo basado en la renta económica, en convertir la capacidad de tu bolsillo en una manera de diferenciación para unos y de exclusión para otros. Arraiga este nacionalismo desde una posición ideológica del individualismo exacerbado, donde no hay valores comunes tan solo prevalecen los individuales.

'Los mantenidos subvencionados', término acuñado por Ayuso para clasificar y calificar a todos lo que no alcanzan el estatus predeterminado del buen madrileño

Ayuso lo explotó durante la campaña electoral de hace un año con mucho acierto, añado que fue muy mal contrapuesto por la izquierda madrileña que erró al enredarse en las cañas, qué es la libertad y algún que otro señuelo. Este nacionalismo no va de eso. Va de rentas y exclusión. Y el eje se basa, en primer lugar, en tener una renta que te permita vivir sin precariedad en Madrid, te abre la puerta al segundo lugar de exclusión, el acceso a un alquiler o tener una vivienda en propiedad.

Tener un empleo decente que te permite una vivienda en propiedad o en alquiler lleva a muchos madrileños y madrileñas considerarse de un estatus económico y social superior, han alcanzado la cima del nacionalismo madrileño; sentirse distinto y mejor que aquellos que no lo consiguen. “Los mantenidos subvencionados”, término acuñado por Ayuso para clasificar y calificar a todos lo que no alcanzan el estatus predeterminado del buen madrileño. Los excluidos son una merma para el resto, lo colectivo es una traba para la persona y la solidaridad es una palabra solo para las catástrofes naturales.

Y el final del recorrido del nacionalismo madrileño llega cuando miras con altivez al resto del conjunto del país sintiendo “Madrid es España”, recuerden quien fue la autora de esta frase.

Frente a este nacionalismo madrileño hay que plantear una alternativa que entienda las complejidades de la sociedad madrileña tras el peso de años de presencia del PP en las instituciones, y presente una identidad madrileña basada en valores muy distintos, donde prevalezca lo que une y las oportunidades tan grandes que supone para todos poder vivir en Madrid. Es el reto del PSOE, la izquierda responsable que ha dado un paso al frente con liderazgos nuevos, Juan Lobato y Mercedes González, que no son fichajes de última hora sino cantera propia, madrileños que conocen Madrid.

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Daniel Viondi (Madrid, 1975) es diputado del PSOE por Madrid