Una respuesta feminista al Covid-19

Una respuesta feminista al Covid-19

Es el momento de repensar desde un prisma feminista el actual paradigma de investigación y desarrollo de medicamentos.

Coronavirus. 4X-image via Getty Images

En estos meses en los que el coronavirus se ha expandido globalmente a una velocidad de vértigo no solo se ha evidenciado la ya conocida interconexión de nuestro mundo globalizado, sino que de manera individual y egoísta es imposible abordar  este tipo de nuevos patógenos y sus problemas que trascienden lo relativo a la salud para ser también económicos y políticos. Solo el feminismo, es decir, una política donde los cuidados sean el eje transversal de toda acción, es capaz de hacer frente al Covid-19 y de  anticiparse de manera efectiva a los retos que futuros nuevos patógenos puedan plantear.

El feminismo va mucho más allá de una reivindicación de igualdad real entre hombres y mujeres; el feminismo es también una concepción ontológica que, desde los cuidados, reformula los distintos ámbitos de nuestra sociedad. El feminismo apuesta, por ejemplo, por la previsión, por la coordinación, por la colaboración y no por la competición, por lo colectivo en  lugar del individualismo. En consecuencia, el feminismo es la medicina correcta para hacer frente al coronavirus.

Hace falta mayor coordinación. Si se quiere detener a expansión del patógeno, la respuesta sanitaria debe de ser armonizada en todos los niveles y debe contar con la participación de todos y todas. Esto solo es posible desde el liderazgo de lo público. Además, solo una  respuesta desde los poderes públicos puede ser capaz de amortiguar, cuando no revertir, los shocks económicos que el virus está provocando y que amenazan con dramáticas consecuencias sociales.

Es el momento de repensar desde un prisma feminista el actual paradigma de investigación y desarrollo de medicamentos.

El SARS, el H1N1, el ébola, el zika, el MERS han sido algunos de los patógenos que, solo en las dos décadas que llevamos de este siglo, han puesto en jaque a la salud global y han tenido importantes efectos sociales y económicos. Es previsible que el coronavirus tampoco sea el último. Urge que nos dotemos de importantes capacidades de resiliencia y previsión. Igual que invertimos en seguridad y en defensa de manera preventiva, es necesario que, desde lo publico, se establezcan protocolos y activos capaces de dar una respuesta temprana y eficaz a futuros retos de salud global.

El coronavirus ha llevado a una crisis de oferta derivada del desabastecimiento de muchos componentes procedentes de China, lo que invita a repensar el modelo productivo de manera que se fomenten los circuitos cortos y se apueste por la sostenibilidad. Y es aquí donde entra también nuestra manera de trabajar: es imprescindible apostar por la conciliación a la hora de abordar el trabajo, repartiendo el peso de las tareas de cuidados, que en su mayoría recaen solo sobre nosotras. Los poderes públicos tienen una importante responsabilidad a la hora de construir un mundo del trabajo más justo, colaborativo y atento, en definitiva más feminista.

Es el momento, también, de repensar desde un prisma feminista el actual paradigma de investigación y desarrollo de medicamentos. Actualmente, las grandes farmacéuticas fagocitan, a través de sus patentes, la inversión pública privatizando fármacos y haciéndolos disponibles solo para los privilegiados, u obligando al sector público a millonarias compras a las empresas farmacéuticas. Una perspectiva feminista es aquella que garantiza el acceso a medicinas y vacunas apostando por un modelo de desarrollo de medicamentos más justo y colaborativo que tenga el derecho a la salud en el centro.

Ya lo dijimos el domingo: que todos los días sean 8 de marzo.