El corazón coraza del PSOE

El corazón coraza del PSOE

El socialismo ruge, convulsiona e hiperventila con frecuencia. Y desde que Pedro Sánchez es secretario general, más: por lo que hace y por lo que no; por lo que cuenta y por lo que calla; por lo que sabe y por lo que ignora; por a quién castiga y a quién premia; por a quién escucha y a quién no oye... No hubo cien días de gracia en su mandato ni cien errores que no fueran anotados en su debe como secretario general. Pero no se recuerda un incendio como el provocado tras la inclusión en las listas de Madrid de la hasta el mismo viernes diputada por UPyD Irene Lozano.

Alguien dijo que el PSOE pasa de la depresión a la euforia en cuestión de segundos. Y así es. Del boicot silencioso del Comité Federal del pasado sábado a la entrega absoluta en el pabellón de Magariños 24 horas después; de las caras largas del cónclave que tuvo que aprobar las listas electorales que incluían a la "tránsfuga" Irene Lozano al ferviente aplauso durante el acto de presentación de candidatos; de la pena por la ofensa a la historia de unas siglas a la total abnegación...

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Es como el Corazón coraza de Benedetti:

"... aunque esta herida duela como dos

aunque te busque y no te encuentre

y aunque

la noche pase y yo te tenga

y no"

El socialismo ruge, convulsiona e hiperventila con frecuencia. Y desde que Pedro Sánchez es secretario general, más: por lo que hace y por lo que no; por lo que cuenta y por lo que calla; por lo que sabe y por lo que ignora; por a quién castiga y a quién premia; por a quién escucha y a quién no oye; por con quién cuenta y con quién no... No hubo cien días de gracia en su mandato ni cien errores que no fueran anotados en su debe como secretario general. Pero no se recuerda un incendio como el provocado tras la inclusión en las listas de Madrid de la hasta el mismo viernes diputada por UPyD Irene Lozano.

La decisión del secretario general ha marcado un punto de inflexión entre los cuadros dirigentes. La militancia va por otro lado, y hoy está -guste o no- del lado de Pedro Sánchez. La lectura es tan distinta dentro que fuera que es preciso explicar que en el socialismo español hay una liturgia que no todo el mundo entiende.

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Cuando en un Comité Federal no hacen uso de la palabras los presidentes autonómicos es que algo se ha roto y es que alguien, no lo duden, gestó ese silencioso boicot, aunque el artífice nunca lo confesará. Cuando el principal referente moral del PSOE como es hoy Javier Fernández evita la reunión en la que se han de votar las candidaturas al Congreso y al Senado hay detrás mucho más que motivos personales para faltar a la cita. Cuando el extremeño Guillermo Fernández Vara, que es junto al asturiano, la viva imagen de la lealtad a las siglas, sale del máximo órgano entre congresos antes de la votación es que algo no le ha gustado. Y cuando Susana Díaz llega más de una hora tarde a la reunión del cónclave socialista no es sólo que se haya retrasado el AVE. Hay mar de fondo.

Hoy la división en el seno del partido es más evidente que nunca y el mensaje político de los cuadros mucho más sonoro: Pedro Sánchez va a las elecciones generales sin el apoyo del partido. Y, si este es el PSOE de Sánchez, de Sánchez sólo será el resultado del 20-D.

El Viejo -pero sabio- Testamento le recuerda que un presidente del Gobierno es dueño de su Gobierno, pero un secretario general ha de hacer las listas tras un proceso que va desde las agrupaciones al Comité Federal pasando por los comités provinciales y regionales. Esa es la cuestión. Que nunca antes nadie se atrevió a tanto y que quienes tantos piaron por la democracia interna y las primarias han permitido con la operación Lozano el mayor ejercicio dictatorial que se recuerda.

En la memoria histórica de los veteranos aún está aquella imagen del mismísimo Felipe González persiguiendo hasta el cuarto de baño de la sede de Ferraz a Gaspar Zarrías para que incluyera a Rosa Conde como número uno de la lista por Jaén. Zarrías se largó de aquel Comité Federal sin atender la súplica del "number one" y la ex portavoz del Gobierno tuvo que confirmarse con el 8 por Madrid.

En su descargo, el secretario general vende la resistencia a la apertura y al fin de la endogamia como únicas armas de sus críticos. Puede ser, pero con el "fichaje" de Lozano el secretario general ha tocado el corazón del partido. Esa es la diferencia respecto a otros errores: que además de no consultar ni proponer ha dicho encima que la intrusa llega para regenerar el socialismo. Nadie traga con esta especie de externalización de la ética. La operación no ha gustado y los motivos para explicarla, menos. Tanto es así que la incorporación de Lozano ha puesto en guardia a quienes hasta ahora, por fidelidad con las siglas, se han negado a participar en conspiraciones o maniobras contra la actual dirección federal.

Una ex dirigente ya apartada de la primera línea se pregunta: "¿Cómo va a pedir el voto para el PSOE quien no ha dejado de insultar al PSOE? Votar a quien te insulta es malo, pero pedir el voto para quienes has instado es aún peor?" Pues eso. Que entre la resignación por la ofensa y el dibujo de un plan para desbancar a Sánchez si el 20-D a las 11 de la noche el escrutinio de las urnas no le da para formar gobierno o no mantiene los 110 diputados en que Rubalcaba dejó el PSOE, al sucesor de Rubalcaba no le faltaran barones que le muestren la puerta de salida.

Habrá resaca, pero en el socialismo español todo tiene sus tiempos. De momento, el arranque de la precampaña no ha sido bueno. A los problemas de definición del proyecto, el interés en desmarcarse del PSOE como si no tuviera una historia de 135 años, las dudas sobre quiénes son y a dónde van, se suma ahora la pérdida del respeto al secretario general de quienes nunca le apoyaron pero fueron leales con él desde su elección.

Y por qué lo de Corazón coraza. Porque, como con en el poema del escritor uruguayo, unos se preguntan si es sólo un reproche o el deseo de romper con las cadenas que a veces ahogan. Tal vez ambas cosas.